Allyson se movió con toda la rápidez que su vestido de gala le permitía y se ocultó tras una columna. Intentando al mismo tiempo, no derramar su copa de champán.
En su interior le rogaba a Dios, a Santa y a los Reyes Magos por una maquina del tiempo para deshacer el momento en el que dijo que iría a esa ridícula fiesta. Ni siquiera llevaba una hora allí y ya quería largarse.
Con todo el disimulo del que era capaz, sacó la cabeza de su escondite, intentando ver donde estaba Arthur ahora, veinte minutos atrás, cuando se había marchado con la tonta excusa de ir al baño, lo había dejado junto a la puerta de entrada, pero ahora él había recorrido casi todo el salón en su busca.
Encontrarlo no le implicó mucho esfuerzo, dado que era más alto que la mayoría de las personas en aquel salón. Tambien era más molesto, más estúpido y más insistente que el resto de la población mundial, pero no había mucho que pudiera hacer respecto a eso, lamentablemente.
Lo vio mover la cabeza de un lado a otro y no necesitó mucho más para saber que estaba buscándola. Maldijo por millonésima vez el haber aceptado tener una cita con él dos años atrás, porque Arthur aún no parecía entender que a Allyson no le interesaba una segunda cita, ni en mil años.
Arthur, o mejor dicho, Arthur Philipe Dankworth III, que era como solía presentarse siempre -¡SIEMPRE!- era un idiota presuntuoso -por si nadie aun lo había notado- que amaba que el mundo fuera consciente de sus millones y de su exclusiva estirpe inglesa, como si a alguien le importara que dos viejos muertos hubieran compartido nombre con él.
El problema de salir con los hijos de los amigos de sus padres era que con un poco de suerte tendrían que verlos al menos tres veces al año. Ni siquiera sabía por qué no de le había ocurrido pensar que Arthur estaría en la maldita cena si su madre era quien la organizaba.
Volvió a ocultarse cuando el comenzó a girar en su direccion. Usó a un camarero de escudo para moverse de ahí, hasta un lugar donde Arthur no pudiera verla. Sus ojos chocaron con Owen que se encontraba en una esquina del salón.
En otras circunstancias, ella se habría tomado la molestia de ir y arruinarle el ligue; sobre todo cuando quince minutos atrás el se había negado a ayudarla con Arthur, pero en esos momentos habían cosas más importantes, como intentar librararse del molesto Arthur Dankworth.
Contuvo las ganas de maldecir en voz alta cuando el camarero dobló en dirección a la cocina y la dejó desprotegida en medio del salón, vestida de rojo, a la vista de todos, Arthur incluido.
Sus padres, que se encontraban enfrascados en una conversación con otra pareja a unos pocos metros de ella, no le servirían de mucho, sobre todo tomando en cuenta que su madre fue quien la convenció de tener una cita con Arthur. Y con el subnormal de su hermano intentando meterse en la ropa interior de cualquier cosa que se moviera, sus opciones eran casi nulas.
-Allyson, cariño. ¡Qué alegría verte!
Allyson dio un salto al escuchar la voz conocida y generalmente confortable de Erin. En ese momento en el que lo único que quería era ocultarse, conversar con Erin no era algo que le atrayera mucho.
Sin embargo, se obligó a sonreír. Se alegraba de verla, pero no de verla justo en ese momento.
-Erin, hola. No esperaba verte esta noche.
-Tu madre nos invitó, como todos los años -le explicó con una sontisa, a pesar de su evidente descortesía.
A pesar de haber olvidado de la forma más estúpida que Erin y Philip Henderson eran invitados imprescindible en aquellas cenas todos los años. El espectro de Arthur rondándola la convertía en un monstruo sin educación. Esbozó una sonrisa de disculpa e intentó ser un poco más agradable.
-¡Genial! ¿Y Philip está aquí contigo? -cuestionó mientras se movía unos pasos a la izquierda para que el cuerpo de Erin la cubriera.
-¡Oh no! -negó con un gesto despreocupado- Philip está ocupado con algo de trabajo. Dave vino conmigo. Hace rato que lo perdí de vista, tal vez quieras saludaro más tarde. Creo que estamos en la misma mesa.
Allyson asintió, aunque su cerebro se había quedado en la frase "Dave vino conmigo". ¿Qué mierda? ¿Acaso la odiaba la vida? ¿Tener que huir de Arthur no era suficiente y por eso alguien que la odiaba, sentado en los controles del destino, le había enviado a Dave? ¡Fantástico!
-¡Hasta que al fin te encuentro, preciosa!
¡Por Dios no! Allyson respiró profundo e intentó no poner los ojos en blanco cuando el objeto de sus pesadillas, mejor conocido como Arthur Philipe Dankworth III, apareció detrás de Erin. ¡Maldita fuera su suerte!
-¡Oh! Hola, Arthur -le saludo Erin, mirando de él a Allyson más de una vez.
El muy tonto hizo un exagerado gesto de saludo a Erin, como si además de ser un estúpido presumido, su cerebro aún viviera en la edad media con sus antepasados.
-Bueno, chicos, les dejo solos. Un placer verte, Arthur.
Allyson le rogó con la mirada que no se marchara dejándola a solas con Arthur, pero ella no pareció notar sus súplicas silenciosas. Se marchó dejando un suave apretón sobre su hombro y dedicándole una sonrisa tierna.