Allyson salió del ascensor sintiendo ligeramente más nerviosa de lo que se había sentido en toda su vida. Fue a parar a un enorme pasillo. Como el resto de lo que podía ver de aquel lugar, allí también estaba decorado en colores blancos y grises. El suelo de mármol casi le permitía reflejarse en él y muy a su pesar, descubrió que se veía horrible.
Lanzó una mirada a la puerta frente a ella -que ocupaba demasiado espacio, en su humilde opinión- y luego miró la otra puerta al final del pasillo. No tenía idea de por qué había dos puertas allí, pero si estaba segura de que se encontrar frente a la puerta de Dave.
Luego su vista se dirigió a sus manos, demasiado ocupadas como para poder tocar el timbre. Suspiró, y dejó la bolsa sobre el suelo antes de tocar.
El silencio absoluto de aquel lugar se vio roto por las melodías de Jingle Bell rock. Sonrió. Ahora entendía por qué Dave, que no daba la impresión de ser nada navideño, se la sabía de memoria.
Volvió a tocar el timbre, pero no recibió ninguna respuesta. Tal vez la suposición de Penny fuera cierta y Dave no estuviera realmente enfermo. Tal vez se encontraba en cualquier lugar de la ciudad huyendo de su familia.
Allyson miró el picaporte. No perdía nada con intentar. Si realmente estaba enfermo, desmayado sobre la moqueta, sería de ayuda. Si no, solo tendría que marcharse por donde había llegado y nadie se enteraría.
Eso, en el caso de que la puerta no estuviera trabada.
Contó hasta tres antes de girar el pomo. La puerta abrió, así que Allyson tomó su bolsa y entro en el departamento. El lugar estaba iluminado y silencioso. Allyson se quedó de pie junto a la puerta mientras observaba cada rincón. La lámpara de araña sobre su cabeza, los ventanales a su derecha que se perdían en el techo y desde el suelo. La decoradora en su interior se quedó anonadada con cada detalle y pudo haber permanecido así muchas horas si unos pasos no la hubieran arrancado de su ensimismamiento.
Alzó la vista hasta las escaleras, otra pieza de aquel lugar de la que valía la pena enamorarse y vio como los pies de Dave se acercaban. Progresivamente fueron convirtiéndose en sus piernas, y luego en su torso desnudo. Allyson no vio nada después de eso. No hasta que él terminó de bajar las escaleras y pronunció su nombre. Fue cuando ella se obligó a mirarlo a la cara y confirmó una expresión de sorpresa a juego con su tono de voz y, detrás de esta, una profunda expresión de cansancio.
Sus ojos hinchados, su espalda ligeramente encorbada... En definitiva estaba enfermo.
-Allyson, ¿Qué haces aquí?
Algo le decía que no era la primera vez que él le hacía la pregunta, pero en lo único que podía hacer en esos momentos era preguntarse cuando la temperatura había disminuido de esa forma. Ella pensó que volver a verlo la haría sentir incomoda, sobre todo después del episodio de la noche anterior, pero lo que en realidad sentía era mucho calor.
Intentó sonreír, o al menos tener la cortesía de mirarlo a la cara, nadie podía culparla. ¿Cuantos años habían pasado desde la última vez que había visto a Dave sin camisa? No le importaba mucho, no creía poder contar hasta tres, después de todo.
-¡Allyson! -insistió.
- Hola... Yo, eh... Penny dijo que estabas enfermo y yo... Traje café.
Se sintió como una idiota mientras las palabras salían de sus labios. ¡Genial, Allyson, has vuelto a tener 16!
Para su sorpresa, Dave le sonrió, aunque no se movió de donde se encontraba. Allyson también permanecía estática junto a la puerta.
-Gracias -Su voz era débil y necesitó carraspear antes de continuar- ¿Cómo entraste?
-Bueno, yo... -Jamás se atrevería a contarle a Dave que Larry la dejó pasar- Tengo mis métodos. ¿Donde puedo poner esto? -señaló la enorme bolsa.
-¿Qué es?
-Algo para que comas. Imaginé que estarías muerto de hambre.
Él se acercó para tomar la bolsa y, en el breve momento en el que sus pieles se tocaron, Allyson se espantó al sentir su temperatura.
-¡Joder Dave! Estás ardiendo -chilló.
-Gracias...
-No seas tonto. Estás nadando en fiebre -se quejó -¿Por cuanto tiempo has estado así?
Dejó su abrigo, y lo siguió mientras él llevaba la bolsa hasta la cocina. Obviamente no perdió la oportunidad de echar un vistazo. La voz de su conciencia le decía que al menos debía respetar que estaba enfermo, pero había otra voz, una que era muy mala influencia, que le decía que tal vez jamás tuviera la oportunidad de mirarlo de esa forma. Caminando por ahí, semidesnudo, con solo un pantalón de pijama colgando de sus caderas.
-La verdad es que no tengo idea. He estado en la cama todo el día.
La respuesta de Dave la sacó de sus pensamientos lascivos.
-¿Al menos has tomado algo?
-Aspirinas.
Típico, Pensó Allyson. Parecía como si todos los hombres del mundo funcionaran bajo en mismo patrón. Podía recordar que su padre y su hermano actuaban de la misma forma cuando se enfermaban.