Y ahora ¿qué piensas? #4

19*** El "Deber" llama.

—Yo solo le dije que un collar naranja para un perro macho como Benicio no era una buena idea, pero resulta que a él le gusta el naranja así que pasamos horas discutiendo el por qué el naranja no era un color que un macho pudiera usar.  

»Yo no digo que no pueda, tampoco digo que sea feo, el problema es que el aura de Benicio es...

Allyson intentó contener las ganas de bostezar ante la historia de su mejor amiga. Para Penny parecía ser todo un drama, pero ella no podía evitar desear que todos sus problemas radicaran en la elección del color del collar de un estúpido perro y en como este convinaba con su aura. 

—Ally ¿Estás escuchándome?  —cuestionó Penny, al cabo de unos minutos sin obtener ningún comentario de su parte. Allyson solo consiguió asentir en respuesta, mientras removía su té helado por enésima vez—¿Qué recomiendas?  

Allyson hizo una mueca. 

—Que te dejes de tonterías, compres el estúpido collar del color que sea y que le hagas al mundo el favor de no volver a mencionar el aura de tu perro.  Es en serio, pensé que entre tu y yo, eras la inteligente. 

Tan pronto como las palabras salieron de sus labios, Allyson se sintió horrible.  La expresión de Penny cambió en instantes de preocupación a sorpresa y la palabra "Oh" escapó de sus labios. 

—Lo siento—se apresuró Allyson —, lo que quise decir... Yo... Lamento haberme exaltado, no soy una buena compañía hoy. 

Los últimos dos días había estado llevando su mal humor a niveles inimaginables, y no porque quisiera, sino porque no podía evitarlo. 

Había intentado ahorrarle al mundo su cara de asco y su actitud de mierda, pero no habia contado que tenía compromisos, como el primer trabajo formal para el que la había contratado aquel amigo de su papá y que justo ese día había iniciado. 

Una semana atrás lo de quedar con Penny para almorzar y celebrar el inicio formal de su negocio le había parecido perfecto, pero ahora lo único que quería era ocultarse en algún rincón del departamento que remodelaría con un sándwich, su soledad y su mal humor.  

—¿Está todo bien?  —cuestionó su amiga. Había preocupación en su rostro y eso solo provocó que Allyson se sintiera peor.  

A veces resultaba difícil recordar que los demás no tenían la culpa de nada.

—Todo está perfecto, lo siento, es solo que estoy algo estresada, nerviosa.  No es nada.

Penny la observó en silencio unos minutos, como si estuviera estudiandola, y tal vez lo hiciera.

—¿Estresada por un trabajo que ha sido tu sueño la mitad de tu vida? —inquirió, enarcando una ceja—.  Lo siento,  amiga, pero no te lo compro. Ni siquiera tienes que lidiar con un jefe insoportable y aún no te has encontrado un cliente que despierte instintos asesinos en ti, así que busca una mejor excusa para justificar tu irritabilidad. 

—Siento que tú si estás lidiando con un jefe insoportable y has encontrado un cliente que despierta tus instintos asesinos.  

Allyson se llevó un poco de su ensalada a la boca, mientras rogaba para que Penny cayera en la distracción, y así fue. Tal vez mentirle nunca funcionaría, pero cambiarle de tema podía resultar bien al menos una de diez. 

Por los próximos veinte minutos Allyson escuchó a su amiga quejándose de una clienta que había hecho cambiar el diseño original una docena de veces, de como había tenido que mezcla ocho colores diferentes para llegar al tono de azul que la señora Lovensky quería en su terraza y de como había recibido un regaño por un suplidor que no había entregado a tiempo una bañera de mármol.

Allyson no lo dijo en voz alta, pero se alegró de no tener que pasar por ese tipo de cosas. Ella en el lugar de Penny igual ya estaría despedida después de gritarle a la señora Lovensky que ya existían muchos tonos de azul como para tener que inventar uno más para ella. 

Estaba discutiendo con Penny  que tan práctico  sería que ella se comprara un pedazo de pastel de chocolate para llevárselo a la oficina cuando su teléfono, que Allyson había dejado tirado sobre la mesa, se encendió con una llamada.  Estiró la mano y tomó el aparato, rechazando la llamada tan rápido como pudo, pero aún así no fue mas rápida que los ojos de su amiga.

—¿Esa era una llamada de Dave? —inquirió.

—¿Qué?  ¿Esto?  No. Era solo un recordatorio. 

—¿Un recordatorio con el nombre "Dave"? 

—Decía "Deber" y me recuerda que debo volver al trabajo ahora —replicó Allyson, poniéndose de pie con prisa—. Si me disculpas... El deber llama.

—Creo que lo que debes recordar es que insultas toda esa inteligencia que crees que tengo cuando supones que me tragaré ese cuento. Sientate y dime por qué no contestas las llamadas de Dave. 



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En el texto hay: amor adolescente, rechazo, reto

Editado: 25.05.2018

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