Allyson sintió los dedos calientes de Dave deslizarse por su espalda desnuda y suspiró. No se movió, ni abrió los ojos, no hizo ningún movimiento que pudiera perturbar la deliciosa sensación de aquella caricia.
—Sé que estás despierta —La voz ronca de Dave provocó una corriente por todo su cuerpo.
— No por mucho tiempo —susurró, aun con los ojos cerrados— ¿No tienes que trabajar en un rato? Porque yo sí.
No tenía idea de la hora, pero podía jurar que estaba próximo a salir el sol. También podía casi jurar que él había pasado toda la noche despierto, no tenía forma de probarlo, pero igual lo sabía.
Dave no respondió, pero desplazó sus dedos desde la espalda de Allyson hacia su cadera y una risa ahogada brotó de sus labios.
—¿Te estás riendo de mí? —cuestionó. Debía ser bastante evidente que estaba a un paso de volver a quedarse dormida.
—Tal vez...
—Bueno... ¿Qué te parece si lo hablamos más tarde, cuando haya dormido? —musitó, haciendo amago de cubrirse el rostro con las sábanas. Él se lo impidió.
—Me gustan tus mariposas.
—Si, las compré en rebaja en el centro, pensé que quedarían bien con las paredes.
—Y ha quedado muy claro que el rojo te gusta.
Allyson gruñó por lo bajo, abrió los ojos y se giró hacia Dave, consciente de que no podría dormirse mientras él se sintiera conversador. Tomó el brazo de Dave y observó la hora en su reloj.
—Son las 4:38 de la madrugada, David, hay tantas horas en el día que no interfieren con mi sueño, pero tu elegiste esta para hablar de mis paredes —se quejó.
Su mano viajó hasta su pelo revuelto y se hundió suavemente en él con una mirada que intentaba parecer amenazante, pero que no parecía lograrlo, porque Dave le sonreía burlón.
Debía estar hecha un espanto, aunque le importa más bien poco.
—Debes aprovechar el momento de tu vida en el que aun puedes desvelarte hablando de tonterías.
—Es que ya pasé ese momento, ahora estoy en el que me voy a la cama a las diez y me levanto a las siete para ir al trabajo —sus ojos se cerraron unos pocos segundos antes de que Allyson se obligara a abrirlos de nuevo, encontrándose con los de Dave fijos en ella—. Pensé que tú mejor que nadie lo entendería.
Los dedos de Dave continuaron acariciándole el costado, deslizándose hasta sus caderas y desde ahí hacia arriba una y otra vez.
Se quedaron en silencio, mientras los dedos de Allyson rozaban el pelo de Dave y los de éste hacían círculos sobre su piel. Sus ojos volvieron a cerrarse y por un breve instante pensó que la dejaría volver a dormir.
—Mi padre piensa que necesito vacaciones —comentó apenas unos segundos después, Allyson lo escuchó tras el pesado velo del sueño— lleva mucho tiempo insistiendo en lo mismo, de hecho.
—Eso es... Si... Lo entiendo... —musitó sin siquiera tener idea de lo que decía.
Escuchó la risa suave de Dave, pero ni eso logró hacerla abrir los ojos.
—Lo que intento decirte es que me marcho hoy a mis vacaciones, toda una semana.
Pese a escucharlo y entender lo que le decía, no pudo organizar una frase para responder, ni siquiera una palabra. De sus labios salió algo que ella misma no logró descifrar.
—Me gustaría que me acompañaras.
Tardó unos diez segundos antes de las luces en su cerebro se encendiera y lograra comprender lo que él decía. Esta vez no tuvo que esforzarse para abrir los ojos, éstos lo hicieron de golpe y se encontraron con los de Dave fijos en ella. Había una Pequeña sonrisa en sus labios, pero se había creado un silencio en la habitación que estaba a punto de alcanzar el nivel de incomodidad.
Igual, así en blanco, estaba su mente. No tenía idea de que decir ante tal invitación. ¿Qué si la sorprendía? Más de lo que jamás podría expresar con palabras. Sin embargo, era incapaz de reaccionar como una persona normal.
Una vez más Dave llenó el silencio.
—¿Qué dices?
En apariencia lucía calmado, pero a Allyson le sorprendió encontrar una pizca de nervios muy bien disimulados.
—¿Dónde irás? —cuestionó con cautela. Le sorprendió que su voz ya no sonara rasposa.
Los dedos de Dave ahora hacían círculos sobre su cadera. Ella entretuvo los suyos en el fino vello de su pecho. Aquella situación le parecía tan intima que asustaba, no recordaba haberse sentido así con alguien más alguna vez en su vida.
—Una cabaña en la playa, sé que el lugar te gustará.
—Estamos en febrero, David. ¿Como puede se te puede ocurrir ir a la playa? —se burló.
—No vas a morir de hipotermia, si es lo que piensas. El clima es agradable, según me cuentan y el sitio el bonito, por lo que vi, aunque algo aburrido si estás solo.
—¿Así que me invitas para que sea tu show privado? —se fingió ofendida. Para ese momento, mientras despuntaban las cinco de la mañana, su sueño ya se había evaporado—. De todas formas, no puedo.