Allyson lanzó un último vistazo al departamento, buscando algo, una mínima cosa que no estuviera perfecto. Recorrió los pasillos, se internó en las habitaciones; estiró una cortina en el salón y movió la lámpara vintage de la entrada tan solo un milímetro. Al parecer su trabajo ya estaba hecho y solo tendría que contactar con la dueña para mostrarle el resultado.
Como siempre que finalizaba algún proyecto, sintió un soplo de orgullo recorrerla y se permitió unas palmadas para sí misma. Estaba haciéndolo bien. Al menos en lo laboral.
Miró su reloj y se dijo que ya era hora de marcharse, aún tendría que hacer algo de papeleo antes de volver a casa y al día siguiente tenía una cita con un posible cliente. Toda su semana estaba estrictamente organizada y no podía darse el lujo de perder siquiera diez minutos, por eso sintió no poder ir a por un trago para celebrar que a poco más de haber finalizado su primer trimestre en el negocio, ya poseía una docena de proyectos concluidos para presumir.
La mayoría eran trabajos pequeños, pero no la hacían sentirse menos orgullosa, en general era mucho más de lo que habría esperado.
Tomó sus cosas como pudo antes de salir de allí por última vez. Se aseguró de haber cerrado bien las puertas y se encaminó hasta el ascensor. Igual, como pudo, pulsó el botón del aparato, maldiciendo al notar que faltaban al menos diez pisos para llegar allí.
Si no tuviera que cargar con aquel montón de cosas, habría tomado las escaleras sin pensarlo, pero dadas sus circunstancias era una locura incluso pensarlo.
—¡Hey! Mira a quien me he encontrado, la chica que pinta y decora.
Allyson se giró, apretando el agarre sobre sus bolsas y le sonrió al hombre tras ella, que se acercaba a pequeños pasos.
—Hola, Roy. Mi nombre es Allyson, pero es un placer verte, de todos modos —contestó.
El hombre lanzó un vistazo a sus brazos cargados y luego a ella, sin que la sonrisa lo abandonara.
—Igualmente es un placer para mí. ¿Necesitas ayuda?
—No —se apresuró a decir, pero cambió de idea—. Bueno, sí, me encantaría.
Las puertas del ascensor se abrieron un segundo después y ella y Roy entraron en él.
—Entonces... Allyson que pinta y decora, ¿Cómo van las cosas en el departamento?
—Fantásticas, hoy he terminado con él y el resultado ha sido bueno.
Apenas había conocido a Roy dos semanas atrás, cuando inició su trabajo allí. Vivía en el departamento de enfrente al que Allyson había estado rediseñando y había ido para quejarse por el ruido del martillo. Era una persona muy agradable, de esas que se encontraban pocas veces y lo había sido siempre que se veían en los pasillos o en el aparcamiento. De esas personas que te hacen olvidar las ganas de envenenar el aire y matar a todos.
—Felicidades, aunque supongo que eso significa que ya no te veré corretear por las escaleras.
—Me temo que así es —sonrió— De todos modos, ha sido un placer conocerte.
Sacó una tarjeta de su bolso.
» Aquí tienes, por si algún día te decides a renovar ese horrendo salón.
En una de las pocas conversaciones que había sostenido con Roy, él había mencionado que sus habilidades artísticas eran de pena y que su salón podía provocar una migraña instantánea, bromearon unos segundos sobre como ella convulsionaría si tenía que entrar allí, pero en general, ella no era nadie para rechazar la posibilidad de un nuevo trabajo. Sobre todo, si era con alguien lindo y agradable.
Sintió su teléfono vibrar en el bolsillo de sus jeans y se disculpó antes de intentar contestar, por unos segundos se quedó petrificada al ver el número de Dave en la pantalla. ¿En serio la llamaba o estaba alucinando? ¿Por qué la llamaba? ¿Por qué en ese momento?
Habían pasado treinta y cuatro días desde la última vez que había visto o hablado con Dave Henderson. Que intentara contactar con ella, por las razones que fuera, no era muy lógico.
Lo de Dave le había dolido bastante y suponía que un mes no era suficiente para super sus sentimientos, tal vez tampoco lo sería un año, pero Allyson se estaba esforzando por seguir adelante fuera de los dramas.
Que Dave la llamara era como meter un dedo en la herida fresca y si eso solo era viendo su nombre en la pantalla de su teléfono, Allyson no quería imaginarse lo que sería escuchar su voz.
Rechazó la llamada sin dudarlo. No permitiría que Dave fuera a poner de cabeza la ligera paz que había encontrado. Apenas una semana atrás había vuelto a dormir toda la noche.
—¿Pasa algo? Estás pálida.
Allyson le dedicó a Roy una mirada tranquilizadora.
— No es nada —mintió—. Solo es... Hmmm... un primo, el chico problema de la familia, solo llama cuando necesita dinero.
El chico asintió mientras las puertas se abrían en el aparcamiento y se ofreció a acompañarla hasta su auto. Una vez colocadas todas sus pertenencias en el asiento trasero, Allyson le dedicó una enorme sonrisa.