Olivia:
—Mamá—dice Ángel mientras cenamos—ya Alex no me cae mal.
—¿Alex? —pregunto tragando en seco, no puedo creer que se halla acercado de nuevo a los niños. —¿Dónde lo vieron? ¿Qué les dijo?
—Es el novio de Sophie—responde y suspiro aliviada, gracias a dios es solo el novio de Sophie, que mente la mía existen miles de personas con ese nombre, de hecho es un nombre bastante común, por qué tiene que ser Alexander. Es que saber que se acercó el otro día a los chicos me ha puesto tensa.
—¿Y cómo les ha ido?
—Muy bien, jugamos al Fútbol.
—Mamá, dice Alex que todos tienen un papá—pronuncia Ángel y este tipo de conversaciones siempre terminan poniéndome tensa, son niños, niños de cinco años y muy inteligentes, no puedo decirle que su padre es un inmaduro que solo desapareció de mi vida y que por mi orgullo no fui capaz de decirle que esperaba un hijo de él, mejor dicho dos hijos de él. Tampoco puedo decirles que murió, ni quién es.
—Ustedes también tienen un papá—respondo tragando en seco.
—Pero dónde está—cuestiona Adrien.
—Sí mamá, ¿dónde está? —pregunta el otro niño y respiro profundo antes de responder.
—Su papá está muy lejos, vive al otro lado del mundo y cuando se fue de viaje a ese lugar tan lejano, no sabía que ustedes ya estaban en mi vientre, solo que eran tan pequeños que aún no sabía que estaban allí, es por eso que nunca lo han visto, porque si supiera los lindos e inteligentes que son estoy segura de que los adoraría. —termino diciendo y Adrien se pone de pie, es el más inteligente de los dos, miro atentamente lo que hace, camina hasta cerca de mí, toma mi teléfono que está sobre la mesa y me lo da.
—Mamá y por qué no llamas a papá y se lo dices—agrega mirándome con sus lindos ojos tiernos.
—Es muy lejos donde está, tan lejos que ni siquiera hay cobertura—respondo y baja la mirada y esto hace que vuelva a sentirme culpable, solo son pequeños momentos de nostalgia que tienen los chicos cuando alguien les pregunta por su padre porque por lo general no suelen mencionar ese tema.
—Adrien, Ángel ¿saben que yo los amo verdad? —digo y ambos se acercan y me abrazan.
—Perdónenme si a veces me equivoco, pero no olviden que los quiero mucho y que solo nos necesitamos nosotros tres, estar siempre los tres juntos. A ver quiero un beso de mis hombrecitos—digo y cada uno besa un lado de mi mejilla. —¿Qué les parece si vamos y vemos la peli que les descargué—digo tomando una mano de cada uno—es de animales, les va a encantar—agrego y subo a la habitación, pongo la película y justo cuando voy a acostarme al lado de los chicos siento la puerta sonar.
—Espérenme aquí, ahora vuelvo—les digo alejándome. Abro la puerta y mi corazón se queda helado, no puedo creer lo que estoy viendo, trago en seco y doy dos pasos hacia atrás, el hombre que tantas veces le pedí a Dios que jamás volviera a cruzar en mi camino está allí en mi casa... es eso vio a los mellizos en el desfile y ha comenzado a sospechar de que son sus hijos... no puede haber otra explicación.
—Alexander—pronuncio mirándolo fijo a los ojos, esos ojos verdes que nuestros pequeños heredaron.
—Olivia tenemos que hablar.
—No, tú y yo no tenemos nada de que hablar—respondo con seguridad. La verdad no lo quiero cerca, no ahora, Alexander es solo un engreído, mujeriego e irresponsable, se alejó de mí sin darme ninguna explicación, definitivamente no sería un buen padre para mis hijos. Que pasa si se acerca a ellos y luego solo decide desaparecer de sus vidas como hizo conmigo o peor si quiere alejarlos de mí y criarlos como él quiera...
—Sí, si tenemos mucho que hablar. Vi a los niños en el desfile... Tienen cinco años, hace cinco años...
—Hace cinco años desapareciste de mi vida y fingiste que no existía, solo quiero que hagas lo mismo ahora.
—Ahora no es igual, solo quiero que me digas esos dos niños ¿son hijos míos? —mi corazón da un vuelco ante su pregunta, estoy nerviosa y me tiemblan las manos y creo que todo el cuerpo. —Olivia—repite pues me he quedado en silencio—¿Soy papá? esos niños...
—Ni mis niños ni yo tenemos nada que ver contigo. Aléjate de mis hijos Alexander.
—No has respondido mi pregunta, esos niños ¿son mis hijos? —vuelve a cuestionar y la única forma que encuentro de evadir su pregunta es cerrando la puerta de la casa prácticamente en su cara.
—Olivia, abre la maldita puerta—exclama tocando con fuerza.
—Vete, asustarás a los niños—pronuncio recostándome de espaldas a la puerta poniendo la mano sobre mi corazón que late a mil.
—No me iré hasta que no me respondas, merezco una respuesta—
—No mereces nada, absolutamente nada de mí, contaré hasta cinco y si no te has ido llamaré a la policía.
—Me voy a ir, pero juro que si esos niños son mis hijos nadie los va a poder separar de mí—dice y lo siento alejarse, miro por la ventana como entra en su auto y se marcha y me echo a llorar. Ahora sí tengo miedo, Alex ha descubierto la verdad y quiere estar cerca de los niños, me siento en uno de los asientos de la sala y cubro mi rostro con ambas manos, está ocurriendo lo que más temí que pasara y lo peor es que me tortura la conciencia, mis hijos merecen saber que tienen un padre, pero que pasaría si Alex sigue siendo el mismo de hace cinco años sin pisca de responsabilidad afectiva, tengo miedo de que solo llegue para destrozarle el corazón a mis niños.