Sara
¿Peter? Vale, es Peter. ¿Por qué me altero? Supongo porqué mi subconsciente sabe que Jeff no andará muy lejos. ¿Y a mí qué me importa Jeff? Me estoy estresando por nada.
¡Eh! A lo mejor él sabe dónde encontrar a la cabra loca que tengo como amiga.
—¡Eehh, mii-radd todosss, ess Miss Montannna! —grita alzando su vaso de alcohol—. ¿Te hass cannsado de seh una aburrrida?
Arrastra las palabras y alza una ceja mientras me sonríe de lado. ¿Es que no hay nadie sobrio en esta fiesta?
—Peter, estás borracho —le recrimino.
—Ppara nada. —Coloca uno de sus brazos sobre mi hombro.
—Claro que sí. —Aparto su brazo—. Necesito saber si has visto a Leyla o sabes dónde está.
Mis palabras parecen sorprenderle, como si no contemplara que pudiera preguntarle tal cosa. Se aparta sutilmente y forma una pequeña "O" con los labios. Por un momento pienso que me va a dar información que me ayude a encontrar a mi amiga pero su rostro vuelve mostrar su sonrisa pícara.
—Esstán todoss ahí. —Me señala un pequeño grupo de gente bailando y bebiendo en un rincón de la inmensa sala.
¿De quién habla? Dirijo la mirada, extrañada, por encima del dedo que señala el grupito de personas y un malestar me recorre el cuerpo cuando veo que son sus amigos, entre ellos, Jeff.
—¡No, Peter, necesito encontrar a Leyla! —le grito por encima de la música para que le quede claro.
—¡Vamoss! —dice tirando de mi chaqueta.
Intento zafarme pero tiene más fuerza que yo y no sabe lo que hace. Los amigos de Jeff siempre me han caído bien, Peter es la mejor prueba, pero ahora mismo no me apetece nada ir a saludarlos. Quiero agarrar a Leyla y salir pitando de esta fiesta, aunque me temo que eso no va ser posible de momento ya que en nada estamos delante de sus amigos que nos miran con sorpresa, como si no se esperaran verme aquí. La verdad, yo siento lo mismo.
—Hola Sara ¿qué haces por aquí? —pregunta Scott.
Rescatar borrachas. Me ahorro el pensamiento sarcástico, Scott es amigo de Peter y de Jeff desde la guardería, siempre han sido inseparables los tres pero no es muy hablador y siempre se suele mantener serio, no sé cómo encajaría mis pensamientos intrusivos. No es como Peter, por ejemplo.
Jeff se ha ido dando la media vuelta con disimulo desde que he llegado y se ha puesto a bailar con la pared. Idiota. Los demás se mantienen en silencio.
—Pues, ya ves —sonrío incómoda—. He venido a recoger a una amiga.
—¿A l-la brujjja ppirujja? —exclama Peter.
Se le ilumina la cara y está por girarse y vociferar no sé qué como a él le gusta cuando Margaret, la novia de Scott, interviene.
—¿Pero de qué hablas?¿Quién es esa? —pregunta con una sonrisilla.
—¡¿No ssabess quien ess?! —grita Peter como si mi amiga fuera alguna famosa internacional.
—Pues no —responde con simpleza la rubia.
Peter le empiezan a hablar a Margaret de Sabrina como si fuera la persona más conocida del planeta y no hace más que soltar tonterías. Suspiro internamente, incluso borracho es gracioso. Los gestos de Margaret van desde la incredulidad a la sorpresa. Scott se ha puesto a hablar con una chica bajita con el pelo rubio y corto que parece que no sabe ni dónde se encuentra de lo borracha que está. Jeff sigue con su pared.
Me he quedado en medio de dos conversaciones y no formo parte de ninguna de ellas. No sé si Peter se va a volver a dirigir a mí en algún momento. Paso el peso de una pierna a otra, incómoda, y miro a mi alrededor por si veo a Leyla pero no parece que esté en la sala de estar ni en el pasillo que lleva a la cocina. Saco el móvil y miro la hora, no ha pasado la media hora que acordé con Irina y Sabrina pero no creo que tenga mucho más que hacer aquí.
—Bueno, creo que voy a seguir buscando. —Me inclino un poco hacia Peter y Margaret.
Siguen con su conversación y parece que no me hayan escuchado. Vuelvo a repetirlo más alto para que me puedan oír por encima de la música pero están demasiado animados con su conversación. Desisto, no me voy a poner a chillar aquí en medio como una loca sólo para despedirme de alguien. Por eso no aguanto a las personas borrachas.
Me doy la vuelta y salgo hacia la entrada, a lo lejos vislumbro a Sabrina con las manos cruzadas observando como Irina le sujeta el pelo a una persona que está encorvada de espaldas vomitando detrás de un seto. Han encontrado a Leyla. Vuelvo a suspirar, ya nos podemos marchar a casa.
Cuando me despierto el lunes, mi hermana ya no está. Se ha vuelto a marchar sin mí. La semana pasada me acompañó el resto de días pero sé que sólo lo hizo porqué la abuela habló con ella. A la mínima que puede escabullirse de sus responsabilidades, lo hace. Lo detesto porque normalmente soy yo la que acaba perjudicada.
Me resigno a tener que coger el autobús. Cuando estoy por salir de casa oigo como tocan la bocina de un coche afuera, salgo para encontrarme el 4x4 de Peter aparcado delante de mi jardín. No me lo puedo creer.
—¡Buenos días! —saluda eufórico bajando la ventanilla con la música de la radio sonando a todo volumen.
—¿Qué haces aquí? —le pregunto cuando llego delante de la puerta del copiloto.
—Anda sube —dice abriendo la puerta desde dentro.
No me lo pienso y subo a su coche todavía sin saber muy bien de qué va esto.
—¿Qué pasa? —pregunta sonriente—. ¿Nunca habías visto un coche así, eh?
Sonríe de medio lado y sólo se le marca un hoyuelo mientras enarca una ceja. Está en modo bromista, como siempre.
—No entiendo qué haces aquí —le digo atónita.
—Muy fácil, te dije que me llamaras si tu hermana te volvía a dejar tirada —responde con simpleza mientras arranca el motor.
—Pero yo no te he llamado.
¿Cómo se ha enterado?
—Te debes estar preguntando cómo soy tan genio de haberlo sabido sin que tú me hayas tenido que avisar. —Aparta la vista de la carretera para mirame—. Pues, bien, sé que ya lo intuías pero yo te lo confirmo: soy perfecto.