Sara
Erik Miller ha resultado ser un chico bastante agradable. Se solía sentar en las filas de atrás, por eso nunca lo había visto antes en clase. Ahora siempre se sienta conmigo desde que lo hizo la semana pasada. Es muy divertido y raro a la vez. Nunca sabes con qué tema nuevo te va a salir aunque las películas y las fiestas son sus dos temas de conversación favoritos.
Es muy hablador, en una semana me ha contado todo sobre su vida: la situación con sus padres, el tema tabú sobre la herencia de su abuelo, que no se habla con su hermano mayor, que juega al fútbol americano desde los diez años, sus primeras novias… en fin, que no se calla y se podría decir que ahora, en tan poco tiempo de conocernos, lo sé prácticamente todo sobre él.
Él lo único que sabe de mí es que llego a clase en el coche de un amigo y que a veces almuerzo con mis amigas. Me vi forzada a hacer una tanda de presentaciones incómodas cuando insistió en acompañarme a la cafetería ayer y Leyla no paraba de hacerme señales raras.
Aún así, me lo paso bien cuando estoy con él y a veces almorzamos juntos, como es el caso de hoy. Nos hemos sentado en una de las mesas que dan a los ventanales en la cafetería de nuestro edificio. Hoy no hace muy buen tiempo, ha empezado a llover esta mañana y parece que no va a parar por el momento. Se nota que hemos entrado en octubre y no creo que tarde mucho en nevar. Otra cosa que no me gusta, la nieve.
Mi estación favorita es la primavera, cuando la nieve ya se ha derretido, hay más horas de sol y no estamos a menos diez grados, aunque suele llover bastante, pero eso hace que los prados y las montañas estén verdes, llenos de flores y los arroyos no paren de llevar agua.
Miro por el ventanal que tengo a mí derecha y suspiro, me entra depresión pero Erik me hace enfocar de nuevo la atención en él cuando comenta una vez que quedó segundo en una competición de bailes de salón con once años. Parlotea y parlotea y yo solo como de mi bandeja mientras lo escucho porqué, de alguna manera inexplicable, me da paz.
De un momento a otro me distraigo con el ruido de la puerta por la que no para de entrar y salir gente y en una de esas mis ojos se quedan clavados en Peter que entra solo, mirando a su alrededor cómo si buscara a alguien y de repente sus ojos también se quedan clavados en mí. Me sonríe y me saluda con la mano, le devuelvo el gesto tímidamente y en nada lo tengo de pie delante de nuestra mesa.
—¿Qué tal Miss Montana?
Erik hace una mueca y se gira hacia mí.
—¿Has estado en concursos de belleza?
Su comentario me hace gracia y niego con la cabeza.
—Pues deberías —contesta serio.
Mi sonrisa se esfuma al igual que la de Peter y me ruborizo en cero coma.
—Emmm…gracias —respondo e intento cambiar de tema—. Erik este es mi amigo Peter, Peter él es Erik, un compañero de clase.
Peter abre la boca para contestar pero se queda a medias.
—No digas tonterías, soy tu mejor amigo —dice, guiñandome un ojo.
Sé que está de broma pero el tono que utiliza puede confundir a la gente que no lo conozca, como por ejemplo Peter que se ha quedado boquiabierto y con la mano que tenía alzada en modo de saludo, a medias.
—¿Qué haces por aquí? —le pregunto al chico que sigue mirando fijamente a mi acompañante.
Peter reacciona y se gira en mi dirección.
—Oh, nada, he visto a tus amigas y me han dicho que hoy comías aquí y como me viene de camino al parking he decidido pasarme un momento para decirte: Sara Roberts, estás cordial y oficialmente invitada a mi fiesta de cumpleaños este viernes.
Mis ojos se explayan como platos ¿Cumpleaños?¿Por qué no sabía cuando cumplía Peter?
—No se aceptan regalos, a menos que traigas alcohol pero como sé que no bebes me basta con tu presencia.
—¡Qué bien, una fiesta! —se anima Erik.
—Lo siento pero no estás invitado. Solo es para amigos cercanos, y a ti, hace dos minutos no te conocía —se excusa.
—¿Pueden venir mis amigas? —pregunto.
—¡Claro! Y que traigan a sus parejas —contesta animado—. Nos vemos mañana por la mañana, como siempre, enfrente de tu casa —me recuerda a modo de despedida.
—Hasta mañana.
A Leyla le va entusiasmar la idea, otra fiesta donde poder ligar y emborracharse, aunque no sé de qué parejas habla Peter si la única con novio es Irina y a él no le va mucho socializar.
Me quedo absorta en mis pensamientos hasta que Erik carraspea y vuelvo a la realidad para encontrarlo poniéndome carita de cachorrito.
—Convéncele para que me invite ¿sí?
—Lo siento, Erik, Peter puede llegar a ser muy cabezota, no creo que pueda convencerlo.
Refunfuña mientras aparta su comida con el tenedor de mala gana y yo tengo que disimular la sonrisa que se me forma volviendo a girar mi cabeza hacia el ventanal.
Me paso el resto de la semana haciendo trabajos para la universidad ansiando que llegue el viernes. He estado dudando seriamente sobre si comprarle un regalo o no a Peter pero Leyla no ha parado de decir que en la universidad ya no se hacen regalos cuando te invitan a una fiesta, así que he desistido.
Llevo dos horas arreglándome, creo que me he probado todos los vestidos que tengo en el armario y algún que otro de mi hermana. Al final me he decidido por uno rojo de manga corta que me llega por encima de las rodillas, zapatos estiletto y un maquillaje natural.
Salgo de mi cuarto y bajo las escaleras a la planta baja cuando suena el timbre y mi abuela me despide con un beso en la mejilla. Sabrina le ha pedido el coche a su madre y nos pasa a recoger a todas, podríamos ir con el de Leyla pero sabemos que no va esta como para conducir cuando acabe la fiesta y las únicas que no bebemos, Irina y yo, aún no tenemos el carné.
Cuando entro en el coche Leyla e Irina me saludan y me adelanto para asomarme por el hueco de los dos asientos delanteros.