Sara
Peter no me pasó a buscar el lunes. Ni ayer, martes. Llevo dos días levantándome tres cuartos de hora antes para coger el bus. El lunes lo perdí y tuve que mensajear a Leyla.
Lo bueno de la semana es que Peter leyó mi mensaje. Lo malo es que no me respondió. Sí, dejó el mensaje en “leído”.
Me siento rara, tengo una especie de nervios que me carcomen desde que me levanto hasta que me voy a dormir. Ya tengo asumido que me gusta… un poco, pero aún no se lo he comentado a las chicas. Tenía la sensación que a él también le gustaba, pero está claro que no porque me está evitando a toda costa y eso es lo que me retiene de contárselo a mis amigas. No quiero que piensen que me hice ilusiones con un simple beso estando de fiesta.
Solo me gusta, tampoco es que esté enamorada, creo, y solo fue un beso, no nos prometimos amor eterno. Por eso no entiendo porque no puede venir a buscarme como siempre ni contestar un maldito mensaje.
Suelto un largo suspiro cuando me siento en una de las mesas de la cafetería, Sabrina ya está almorzando y Leyla e Irina llegarán dentro de poco.
—Necesito vuestra opinión sobre algo, cuando lleguen las chicas os lo cuento.
Sabrina alza la mirada de su plato de spaghettis y enarca las cejas, tiene la boca llena de comida y se limita a asentir con la cabeza. No pruebo casi nada de mi plato, tengo el estómago revuelto, de alguna forma, me pone nerviosa tener que contárselo a mis amigas.
Leyla llega al poco tiempo e Irina cinco minutos más tarde. La primera empieza a despotricar sobre uno de sus profesores y cómo cree que por su culpa no va obtener los créditos que necesita para pasar la asignatura. Sabrina la apoya poniendo ejemplos de su profesor de laboratorio y se enfrascan en una conversación donde no se salva ningún docente de la universidad.
Yo no participo, no me cae mal ninguno de mis profesores y tampoco tengo ganas de hablar sobre las clases. Como un poco cuando noto la mirada de Irina sobre mí.
Después de un rato Sabrina comenta que les tengo que contar algo. Mis ojos se explayan, pensaba que se habría olvidado y la verdad ya no estoy tan segura de querer contárselo. Me aclaro la garganta nerviosa, llamando la atención de mis amigas.
—Os tengo que contar una cosa…—comento con la voz ligeramente temblorosa.
Mis amigas me miran expectantes, sintiendo la seriedad en mi tono de voz. Respiro hondo antes de continuar.
—Yo...me besé con alguien en la fiesta del viernes —confieso, con las mejillas sonrojadas.
Leyla suelta un grito que hace que media cafetería se gire hacia nuestra mesa antes de taparse la boca con ambas manos, me muevo en mi silla incómoda bajando la mirada a mi plato avergonzada mientras Sabrina e Irina intercambian miradas sorprendidas.
—¿Con quién? —pregunta despacio Irina.
Dudo un momento antes de responder, no sé si ha sido buena idea contarles esto ahora y aquí.
—Con Peter.
Silencio. El grupo se queda en silencio mirándome fijamente y me confirmo que no era el momento para contarles tal cosa, pero Sabrina y Leyla empiezan a reírse de la nada e Irina esboza una sonrisa vaga.
—Tenía la sensación de que había algo especial entre vosotros dos —dice Sabrina con una sonrisa en el rostro.
—Al final tantos viajes a la piscina dieron su fruto —sigue Leyla y se echan a reír.
Siento que una oleada de alivio me invade al ver que no se lo toman tan mal como pensaba.
—¿Te gusta? —pregunta Irina.
—Es obvio ¿no? —contesta Leyla por mí.
—Me gusta —reafirmo—, pero ya está, no va más allá de eso.
Se siente bien finalmente admitir en voz alta mis sentimientos por Peter. Leyla y Sabrina se echan una mirada de complicidad.
—Vamos, que te has hecho ilusiones —comenta Sabrina.
—No —respondo a lo mejor un poco más rápido de lo que debería y vuelven a reír, yo incluida.
—Sara…
Irina ya no sonríe, su rostro denota preocupación, se que me advirtió sobre esto pero ya no puedo hacer nada al respecto, pasó y ya está hecho.
—¿Sabéis? Yo también hubiera triunfado esa noche si no me hubierais sacado a la fuerza —les recrimina Leyla a las otras dos.
Sabrina pone los ojos en blanco e Irina abre la boca para contestar pero me adelanto porque no quiero que la conversación se convierta en una nido de reproches.
—No me contesta a los mensajes y no ha pasado a buscarme en toda la semana —suelto del tirón.
— ¡¿Qué!?
Leyla se incorpora bien en su silla de la sorpresa, Sabrina niega con la cabeza e Irina sigue mirándome con angustia.
—Bueno, a ver, calma —pide Leyla más para ella que para nadie más—. Los chicos son un poco cortitos, a lo mejor necesita unos días para digerir lo que pasó.
—O no le gustas y está arrepentido, por eso pasa de ti.
Las palabras de Sabrina me perforan el pecho.
—¡No te pases! —la regaña Irina.
—Pero cómo no le va a gustar Sara si la pasaba a recoger todos los días en coche —alega Leyla—, y su casa ni tan siquiera está cerca de la suya.
—Todas hemos pasado a recoger a Sara en algún momento.
Miro ofendida a la chica de pelo azabache que está sentada enfrente de mí.
—Pero él se ofreció, es diferente, no lo hacía obligado.
Me ofendo más ¿pasan a buscarme por obligación?
—Creo que a Peter le caes muy bien como amiga y que el viernes se dejó llevar por el ambiente de la fiesta y ahora no sabe cómo hablar contigo —interviene Irina hablando con su típico tono calmado.
—Pues vaya idiota —suelta Leyla—. Yo creía que le gustabas un poco. Hacéis buena pareja.
—Leyla, eso no va a pasar, no la confundas más.
—Es ella la que se ha hecho ilusiones.
—Escríbele otra vez, dile para veros, que tenéis que hablar —me aconseja Sabrina y las demás la apoyan.
No estoy muy convencida de que eso vaya a funcionar, tengo la sensación de que será mejor que espere unos días más para hablarle.