Omnisciente
Sabrina teclea con afán en su portátil, ha pasado una semana desde la fiesta de Halloween. La chica está sentada en un banquillo del pasillo de su facultad. Se dedica a corregir todas las partes del trabajo que tiene que entregar mañana ella y tres personas más que por lo visto no les importa suspender el semestre. Siempre ha preferido hacer los trabajos sola por este tipo de situaciones. Le pone nerviosa que la gente se descuide y no se tomen en serio los trabajos, sobre todo cuando cuentan casi la mitad de la nota final.
Que esté absorta en su tarea no le impide darse cuenta de lo que pasa a su alrededor. Una persona se sienta en el mismo banquillo que ella. Demasiado cerca como para ser un extraño. La cercanía con desconocidos no le gusta.
—Oye —le llama la voz de una chica joven—. ¿Tú eres Sabrina Harrowing?
Sabrina alza la vista. Le echa una mirada de arriba a abajo a la persona que tiene al lado y que le sonríe como si esperara algo de ella. Tiene la piel blanca e impoluta como si siguiera una skin routine de esas que se han puesto de moda y Sabrina tuerce la boca con una mueca de asco. Le da pereza esa gente que busca momificarse en vida. El cabello de su acompañante es rubio y ondulado y le llega casi a la mitad de la espalda, los ojos azules oscuros no le dicen nada y su boca grande con labios finos se vuelve abrir para hablar.
—Soy Margaret —le aclara como si tuviera que saber quién es—. Voy a segundo de enfermería, creo que tu vas a primero ¿no? Me parece haberte visto en algún cambio de clase.
Margaret no le va a decir que en cierta ocasión le habían hablado de ella. No viene a cuento ahora, le parece que sonaría demasiado intrusivo. La rubia se acomoda en su sitio. Sabrina ha dejado de escribir y la mira con dudas. ¿De dónde le suena?
—¿Eres amiga de Jeff? —le suelta despacio.
Margaret suelta una sonrisita como si Sabrina hubiera contado un chiste.
—Exacto. Nos vimos en la fiesta de Peter.
A Sabrina se le explayan los ojos y forma una “O” con la boca. Es la novia de Scott. A su novio lo conoce porque el padre del chico, que es abogado, llevó el divorcio de sus padres.
—Ya sabes quién soy —al no ver respuesta por parte de Sabrina continúa—. Sabes, siempre que te veo estás sola.
—Me gusta estar sola. Así no tengo a nadie que me hable ni interrumpe mis pensamientos, los considero mucho más valiosos que la opinión de cualquier persona ordinaria —se sincera Sabrina.
—Vaya, eres Miss Simpatía —se burla la chica.
—Yo no vine al mundo a caer bien a la gente. Vine a cumplir mis metas.
— Decidida… me gusta —sonríe levemente—. Oye, eres amiga de Sara ¿verdad? Sara Roberts.
Sabrina asiente lentamente. No sabe de dónde ha salido ni por qué le está hablando como si fueran conocidas.
—Yo soy muy amiga de Peter desde hace años —continúa al ver que la otra chica no dice nada—. Lo digo porque mi amiga Cloe y yo solemos hacer pijamadas los sábados que no salimos de fiesta. ¿Os apuntáis? Podéis traer a más amigas, si queréis.
—¿Este sábado? Se lo comentaré a las chicas.
—¡Genial! Entonces nos vemos este finde, te paso la ubicación y la hora más tarde —le dice mientras agarra su móvil y le agenda su número—. Hasta luego.
—¡Pero no es seguro que vayamos! —le grita Sabrina pero Margaret ha desaparecido por la puerta del pasillo.
Para la hora de comer Sabrina cierra su portátil y se dirige a la cafetería. Las chicas se encuentran sentadas en unas de las mesas de picnic que hay afuera y le hacen señales para que vaya con ellas. Nada más sentarse les cuenta su encuentro con Margaret.
—Ooh, pero ¿por qué le has dicho que iríamos? —se queja Leyla haciendo un puchero.
—Yo creo que será divertido. Tengo curiosidad por saber cómo es Margaret —comenta Irina llevándose un trozo de su sándwich a la boca.
—No le he dicho que iríamos, ella lo ha dado por hecho —alega Sabrina—. No sé si me cae muy bien.
—Pues yo no sé si puedo ir, mis padres se irán al rancho de los abuelos cerca de Canyon Ferry y seguro que me dejan de niñera de mis hermanas pequeñas—Leyla se cruza de piernas en el banco de madera.
—¿Cómo es? —le pregunta Irina a Sara—. Parece muy simpática. Siempre me has hablado muy bien de ella.
—¿Cómo tiene que ser? Pues una chica normal y corriente —interviene Sabrina cuando Sara abre la boca para contestar—. Un poco alta, rubia, tiene ojos grandes y la boca también para hablar sandeces —hace una pausa para beber agua—, y cuando sonríe lo hace poco a poco y parece una desquiciada de manicomio.
—¡Sabrina! —le regaña Sara mientras Leyla e Irina re ríen a carcajadas.
—Es una entrometida. ¡Se me ha sentado a dos milímetros de mí! Su perfume me ha obstruido las vías respiratorias, casi me ahogo —exagera acomodándose los lentes.
—A mí me cae bien, siempre ha sido amable conmigo —la defiende Sara—. Seguro que a ti también te caerá bien, Iri.
—A ésta le cae bien todo el mundo —se queja Sabrina señalando a Irinia y Leyla se vuelve a reír con la boca llena de su bocata de pollo.
—Deberías invitar a Erik —empieza a molestar Leyla—. A si lo presentas en sociedad.
—¿Pero qué dices? —se alarma Sara.
—Oh, no. Un chico no. Se supone que es una pijamada de chicas —se decepciona Irina haciendo un puchero.
—Era broma —se ríe la floridana.
—No ha tenido gracia, Leyla. Ya os he dicho que somos amigos —le contesta Sara—. ¿Tú no has hecho amigos en la carrera?
—Seguro que sus compañeros huyen despavoridos cuando la ven entrar en clase. Se queda el profesor porque es su obligación —se burla Sabrina sonriendo.
—Yo caigo muy bien a mucha gente. Es verdad que no he hecho amigos cercanos pero sólo estamos en el primer semestre. Además, yo caigo bien en general, en grupo. Soy una domadora de masas —bromea y se echan todas a reír.
Se despiden cuando terminan de comer. Irina tiene que regresar a la tienda de animales que queda cerca de la universidad, Sabrina tiene prácticas por la tarde y Leyla y Sara se dirigen al aparcamiento. Sara suele regresar a casa con Leyla siempre que puede. No le emociona el autobús.