Sara
El sol brilla en lo alto del cielo, iluminando el parque con su resplandor cálido. Me alegra saber que hemos escogido un día bueno, ya que a estas alturas del invierno en Montana suele nevar casi todos los días. Pero hoy el aire está lleno del dulce aroma de las chimeneas de las casas más allegadas y el suave murmullo del viento entre los árboles. En resumen, el sol no pica y el viento no es muy frío. Es el escenario perfecto para un día de pícnic.
Peter y yo hemos planeado este día con anticipación. Fue idea suya, la semana pasada me bombardeó con mensajes diciendo que deberíamos quedar más y sugirió ir de pícnic. Es algo que se suele hacer más cuando llega la primavera pero él insistió en que este fin de semana iba hacer buen tiempo, y tenía razón. He preparado una cesta llena de deliciosos bocadillos, unas cuantas latas de refrescos y una manta para sentarnos en el césped. Voy revisando las cosas de la cesta mientras noto que me mira con una sonrisa cómplice que me hace sonreír con vergüenza bajando la cara para que no vea que la tengo como un tomate. Sé que lo hace aposta para molestarme pero solo consigue ponerme nerviosa.
Hemos venido pronto para conseguir un buen sitio en un banco con mesa en el merendero pero al parecer toda la población de Helena ha tenido el mismo pensamiento porque cuando hemos llegado ya estaban todos ocupados, la mayoría por familias con niños pequeños. Así que, como muchas otras parejas, nos hemos tenido que buscar un buen sitio para sentarnos en el césped que no estuviera mojado. Ha sido difícil, pero al final lo hemos conseguido, gracias a la habilidad de persuasión de Peter que ha conseguido que un grupo de chicas adolescentes nos intercambiara el sitio, condenándolas a sentarse debajo de un árbol con hojas mojadas alrededor.
Extendemos juntos la manta y nos sentamos sobre ella uno al frente del otro. Empiezo sacando las cosas de la cesta mientras Peter me cuenta de lo bien que les está yendo en esta temporada de básquet.
—¿Vendrás a verme a algún partido? —pregunta con su característica sonrisa de medio lado.
—No sé…—respondo pensativa—. No me va mucho el básquet.
—¿Cómo dices? —Se medio atraganta con su bocadillo de pollo y me echo a reír.
—Es broma. —le pego suavemente en el hombro—. Vendré a verte siempre y cuando juegues en el estado.
—Venga ya —se queja—. Jugamos en la Division One. Si llegamos a la final seguramente jugaremos fuera, ¿no vendrías a vernos?
—Bueno, en caso de que llegaseis a la final podría pensar si ir a animaros o no —sigo bromeando.
—No hace falta que vengas a animar a todo el equipo, basta que grites mi nombre y que lleves un cartel enorme que ponga “Jones es el mejor” —dice haciendo gestos con las manos sobre lo grande que debe ser el cartel.
—Oh, claro, y luego bajo a la pista y me uno al equipo de animadoras —ironizo con una sonrisa y a Peter se le explayan los ojos.
—¿Has visto High School Musical? —pregunta animado como un niño pequeño y no puedo evitar reír—. Podríamos recrear la primera escena de la tercera película.
—Mmmm, creo que me quedé en la segunda.
—¡¿No has visto la tercera?! —exclama consiguiendo que un grupo de chicos que hay sentado cerca se giren a vernos.
—Para, me estás avergonzado —le digo sonrojada mirando a ambos lados.
—Oye, esto no puede ser, no entiendes la magnitud de la declaración que acabas de dar. Hay que solucionarlo. —Saca su móvil y se pone a revisarlo.
—Peter, no es…
—¿El martes que viene te va bien? —pregunta alzando la vista de su teléfono— Termino pronto los entrenamientos, podríamos quedar sobre las cinco… ¿en mi casa? Mi padre llega tarde ese día.
—¿Para ver la película? —pregunto abrumada.
—Claro, trae golosinas y yo pongo las palomitas —me dice guiñandome un ojo antes de anotar no sé que en su móvil.
Estoy demasiado perpleja como para hacer otra cosa que no sea asentir despacio con la cabeza antes de volver a mi bocadillo de atún. Voy a volver a quedar con Peter y será en tres días, en su casa, solos y para ver una película. Estoy saltando internamente de alegría pero intento que no se me note mucho por fuera, no quiero que piense que soy una loca que me ilusiono por nada. Vuelvo a centrar mi atención en él que sigue revisando su móvil mientras le da un bocado a su comida y refunfuña algo sobre no haber visto High School Musical y no puedo evitar que una sonrisa se me escape de mis labios.
Pasamos el resto de la tarde conversando sobre temas diversos y riendo mientras disfrutamos de la comida, que se acaba pronto, y la compañía del otro. El sol se empieza a poner lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos rosados y naranjas, creando un espectáculo de colores que me hace apreciar el bonito momento que estamos pasando juntos. El tiempo parece detenerse mientras Peter y yo nos perdemos en el momento, disfrutando de la paz y la tranquilidad del parque.
Al final del día, mientras recogemos la cesta y la manta, Peter se me queda mirando a los ojos, pero de forma distinta a la que lo había hecho a principio del día, esta vez me mira con una especie de ternura y complicidad. Un escalofrío me recorre la espina dorsal cuando siento que esto puede que haya sido algo más que una simple quedada para almorzar juntos. Y así, con el corazón retumbándome en el pecho a toda velocidad, nos alejamos del parque para ir hacia su coche donde nos montamos y me acompaña a casa.
Me miro en el espejo enterizo que tengo en mi habitación antes de suspirar descontenta con lo que veo reflejado. ¿Qué se supone que debe ponerse una persona para una cita casera?
Espera.
Tarjeta amarilla. No es una cita. Somos amigos y los amigos no tienen citas.
Reconozco que me emocioné un poco en el picnic del sábado, pero en mi defensa diré que desde fin de año no nos habíamos vuelto a ver y des del verano no habíamos vuelto a quedar para pasar todo el día juntos los dos solos. Fin de año fue increíble, nunca me hubiera podido imaginar que vendría hasta mi trabajo para despedir el año y empezar el nuevo conmigo. Fue un detalle. Fue más que un detalle, de todas las personas con las que pudo haber despedido el año, quiso hacerlo conmigo. Me sentí especial, para qué mentir. Estoy bastante ilusionada desde entonces, está cumpliendo lo de año nuevo, vida nueva y el cambio de actitud le está sentando genial. El sábado en el parque me dijo que no había vuelto a beber en ninguna fiesta desde noviembre y yo como buena persona abstemia que soy, lo felicité.