Y de repente, él

Capítulo 19: A las 6:30 en el Bella Roma.

Sara / Sabrina

Sara

Hace una hora que estoy dando tumbos por mi habitación, estoy rodeada de ropa por todos lados y cachivaches de belleza. Dejo la plancha de pelo encima de mi cajonera antes de revisar por enésima vez cómo me ha quedado el pelo para la cita especial de esta noche con Peter. He pasado horas eligiendo qué vestido me iba a poner, al final me he decidido por un elegante conjunto rojo que resalta mi estilo y hace que me sienta atrevida. Necesito verme segura esta noche. Me estoy aplicando el último toque de maquillaje cuando mi amiga Leyla entra en la habitación, cargada con una caja de accesorios.

—¡Guau, Sara, te ves increíble! —exclama Leyla, admirando el esfuerzo que he puesto para verme bien—. ¿Cómo te sientes?

Sonrío levemente al ver a Leyla y me detengo un momento para admirar mi propio reflejo.

—Gracias, Leyla. Me siento emocionada, pero también un poco nerviosa. No quiero que nada salga mal.

Leyla se acerca y me pasa unos pendientes brillantes que complementan mi vestido rojo.

—Estos te van a quedar perfectos. —Me ayuda a ponérmelos—. Estoy segura de que Peter va a quedar impresionado. No tienes porqué preocuparte de nada.

Asiento, agradecida por el apoyo de mi amiga. Sé por qué lo dice, ella entiende mis nervios de esta noche, aunque haya tenido muchas citas con Peter desde que somos novios y esta no sea la primera vez que vayamos a cenar juntos, siento como los nervios me comen poco a poco desde que Peter me pidió vernos en el restaurante italiano Bella Roma esta noche. Es un restaurante que queda cerca de su casa y es bastante conocido en la ciudad.

—Espero que sí. Gracias por acompañarme, Leyla. No sé qué haría sin ti.

Es verdad, Leyla sonríe, ajustando el último pendiente.

—Lo sé —Me guiña un ojo—. No te preocupes. Vamos, ya es hora de irnos.

Unos minutos después, ambas estamos en el coche de Leyla, dirigiéndonos hacia el Bella Roma. Leyla aceptó acompañarme en coche hasta el restaurante ya que Peter me dijo que no me podría venir a buscar. No sé el motivo exacto y creo que mis nervios también son debidos a que temo que sea una sorpresa. Puede que suene un poco cursi, pero me lo imagino esperándome en la mesa reservada para dos con un gran oso de peluche y globos o con un ramo de flores y chocolate. Quién sabe, al fin y al cabo hoy es San Valentín.

Todo ha ido a pedir de boca desde nuestra noche en el resort. Mi relación con Peter va viento en popa y me recuerdo a mi misma que mis nervios son estúpidos porque tengo el novio perfecto y me lo merezco. Se acabó el siempre intentar boicotearme en cuanto a relaciones de pareja se refiere. Toco suavemente el anillo que me regaló y que llevo puesto antes de levantar la mirada y reconectar con la conversación que está teniendo mi amiga, casi con ella misma, sobre el consumismo y la cursilidad que se apodera de las personas en esta época del año. Es raro que Leyla no tenga ninguna cita por San Valentín este año. Solía arrasar entre los deportistas en el instituto, pero me ahorro el comentario.

El coche avanza por las calles iluminadas de la ciudad. Al llegar al restaurante, Leyla estaciona el coche en el aparcamiento para clientes y se gira hacia mí con una sonrisa amplia en la cara.

—Gracias, Leyla —digo, quitándome el cinturón de seguridad—. Supongo que Peter debe estar dentro ya.

—Estoy segura de que te ha preparado una sorpresa. —Me anima—. Y si no, disfruta de la comida y de lo que venga después.

Me sonríe con picardía y alza una ceja.

—¿Llevas lencería puesta? —pregunta la muy descarada de mi amiga.

Noto como mis mejillas se sonrojan y me invade la vergüenza. La verdad es que no había pensado mucho en eso. Estuvimos juntos por primera vez en la competición de snowboard no hace mucho y aunque vaya a ser él quien me acompañe de vuelta a casa, no creo que pase nada esta noche.

—¡Ley! —riño a mi amiga presa de la vergüenza y ella se echa a reír.

—¡Deja de estar tan nerviosa, mima! Es una cita de San Valentín, todo va a ser muy bonito y comeréis perdices y esas cosas.

Ahora soy yo la que se ríe ante los ánimos de Leyla. La abrazo y le vuelvo a dar las gracias antes de bajar del coche. Me dirijo hacia la entrada y justo cuando cruzo el umbral, vislumbro la silueta de su coche salir del aparcamiento. El maître me recibe con una sonrisa y me conduce a una mesa para dos cerca de la ventana cuando doy el nombre de la reserva. Miro alrededor, admirando la decoración romántica del restaurante y tratando de no dejar que la ansiedad me abrume, pero no lo consigo al percatarme de que no hay nadie en la mesa reservada.

—Perdone, ¿Pet… quiero decir, no ha llegado mi acompañante aún? —le pregunto al maître. Puede que haya sido una pregunta demasiado precipitada y solo se haya ausentado al baño un momento pero el gesto del hombre que me acomoda la silla para que me siente, hace que me dé un vuelco el corazón.

—No, señorita. Es usted la primera en llegar.

El gesto de mi cara se descompone y miro mi reloj de muñeca para revisar la hora. He llegado cinco minutos más tarde de lo que habíamos quedado, porque Leyla ha insistido en que en este tipo de citas tienes que hacerte de rogar. No puede ser que por cinco minutos se haya mosqueado y largado, ¿verdad? La misma idea me parece absurda a medida que la pienso. ¡No es Jeff! A Peter no le importaría un pequeño retraso y a mí tampoco debería importarme por su parte. Así que decido cambiar de ánimos y esperar. Puede que haya discutido con su padre y eso lo haya retrasado o que haya pillado un atasco en el centro. Creo recordar de que me dijo que su entrenador les había puesto entrenamiento sorpresa esta tarde, a lo mejor es eso y simplemente está de camino. No seas paranoica Sara.

Aún así noto algo extraño en la luz del atardecer que entra por la ventana del restaurante, como si el sol estuviera dudando si realmente quiera irse. Los últimos destellos de color naranja caen sobre las mesas vacías, y yo estoy aquí, sentada en la mía, esperando. Ojalá pudiera decir que estoy tranquila, que la calma me envuelve mientras me tomo un sorbo de agua, pero no es así. Mi estómago está revuelto, y noto mis manos frías.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.