Y de repente, él

Capítulo 21: Todos tenemos motivos.

Omnisciente / Leyla / Irina

Omnisciente

Del dolor causado por la tristeza del primer momento a la negación, de la negación a la incredulidad, de la incredulidad a la rabia y de la rabia nuevamente a la tristeza. El dolor que sintió Sara esa tarde en el aparcamiento de la universidad no es exactamente el mismo que siente ahora, es una prolongación, ni mejor ni peor. Simplemente diferente. Sabe que tiene muchas cosas que procesar, todo lo que Peter le contó ha roto los esquemas que tenía sobre cómo veía su relación con él, y con las personas que lo rodean. Le ha hecho darse cuenta que ha vivido engañada durante los últimos meses, no de las mentiras de Peter, al menos no solo de eso, sino de su propio engaño al no saber entender a las personas que creía conocer. ¿Qué tan ciega ha estado?

A Sara no le paran de surgir preguntas sobre todo este asunto, se podría decir que sigue en shock. ¿Qué habrá pensado Scott al ver a uno de sus amigos declararle su amor a su novia delante de él? ¿Qué habrá pensado de ella al ver que empezaba a salir con Peter? ¿Cuántas veces se habrán reído Margaret y Cloe de ella a sus espaldas por no darse cuenta de que salía con un chico que está enamorado de otra persona? ¿Qué pensarán todos de ella?

Las incógnitas no paran de darle tumbos por la cabeza. Se siente incapaz de poner toda la nueva información recibida en orden. Está hecha un lío y ha decidido tomarse unos días libres. No es natural en ella perder horas de estudio sin estar en peligro de muerte, no faltó a clase ni cuando Jeff la dejó el año pasado, y eso que era la primera vez que le rompían el corazón, pero esta vez tiene claro que no volverá a la universidad hasta que sienta que pueda encontrarse a Peter sin echarse a llorar. Ya le pedirá los apuntes a Erik.

Sus pensamientos se ven interrumpidos cuando oye como alguien llama tímidamente a la puerta.

Leyla

Aparco el coche en la acera de enfrente de la casa de mi amiga. Irina, Sabrina y yo bajamos del vehículo y nos dirigimos hacia la entrada. Nos abre su abuela. Cómo adora a esta señora, juro que hace los mejores pancakes del estado. Le preguntamos por Sara y nos dice que no se encuentra muy bien y que podemos pasar a verla a su habitación.

Subimos, y una vez enfrente de su puerta, Irina la toca suavemente antes de abrirla despacio y entramos con sigilo dentro de la habitación. Mi mejor amiga hace el amago de levantarse de la cama, pero antes de que pueda completar la acción, nosotras ya nos hemos sentado alrededor de ella.

No tiene buena cara. La tez de su rostro es pálida, tiene las ojeras más pronunciadas como si llevara noches sin dormir, pero al mismo tiempo le han salido bolsas debajo de los ojos como resultado de haber estado llorando. La mirada la tiene apagada y fría, el pelo lo lleva mal recogido en un moño desordenado, cosa rara, porque a Sara le encanta llevarlo suelto incluso por casa. Su pijama de invierno blanco con corazoncitos rojos desentona con el ambiente lúgubre del cuarto. Tiene el móvil apagado en la mesita de noche, en la cama no hay ningún libro ni el portátil, solo unos cuantos pañuelos empleados, lo que me indica que no se ha estado distrayendo con nada, seguro ha estado tumbada durante horas mirando hacia el techo y comiéndose la cabeza. Y eso me enerva.

No se merece lo que le ha pasado. Es una buena amiga y una buena persona, siempre está para los demás y no tiende a meterse en líos. No bebe, no fuma, no juzga. Es verdad que tiende a ilusionarse con facilidad pero, ¿qué es la vida sin un poco de ilusión? Incluso yo, que no soy muy fan de lo romántico, encuentro perfectamente normal ilusionarse cuando notas que te empieza a gustar un chico. ¿Por qué sus novios han tenido que ser unos capullos con ella? Jeff me caía como el culo, pero Peter me gusta para mi amiga. ¿Cómo se le ocurre dejarla plantada el día de San Valentín? No noté que pudiera hacerle daño y eso me molesta. Debería haberme dado cuenta, se supone que soy buena calando a la gente.

—¿Cómo estás? —le pregunta Irina con su típica voz aniñada, retirando un mechón de pelo que se ha escabullido del moño y colocándolo detrás de la oreja de Sara.

—¿Qué hacéis aquí? —responde con una pregunta.

—Nos encontramos a Erik y nos dijo que no habías ido a clase y nos sorprendió bastante. No sueles faltar —responde Sabrina con los brazos cruzados en su pecho—. Te fuiste sin decir nada el otro día, no contestas a los mensajes y Leyla te ha llamado quinientas veces, estábamos preocupadas.

Sabrina ha puesto voz de madre que regaña y Sara ha ido bajando la mirada poco a poco hasta la cama y se ha quedado jugando con la punta de la sábana entre sus dedos.

—Mima, ¿qué ha pasado? —Me preocupa su actitud—. ¿De qué hablaste con Peter?

A lo mejor no debería haberlo mencionado porque al pronunciar el nombre de su novio se pone a llorar e Irina se sienta más cerca para abrazarla. Cruzo una mirada con Sabrina, sé qué estamos pensando lo mismo y de ser verdad, Peter no tendría sitio en todo el estado para esconderse.

—Hemos roto —confiesa, rompiendo el abrazo con Irina y secándose las lágrimas—. Ha sido todo una mentira.

No para de llorar e Irina toma la caja de pañuelos de la mesita y se la ofrece a nuestra amiga.

—¿Cómo que una mentira? —Sabrina frunce más el ceño— ¿En qué te ha mentido?

No me gusta esto, tengo un muy mal presentimiento. Teniendo en cuenta que Jeff es un mentiroso, patán, patético, capullo e infiel y que el resto de su grupito de amigos está formado por dos arpías y un sin sangre, ¿cómo no iba a ser Peter diferente?

—Me di-jo…, me dijo que…no me quiere. —El llanto no la deja expresarse bien—. Que no le he gustado nunca. Que está enamorado de Margaret, se lo dijo por Acción de Gracias.

Irina ahoga un grito y se lleva la mano a la boca. Sabrina se mueve incómoda y su cara denota total sorpresa al igual que la mía. No me lo puedo creer, no puede ser cierto. Pero, ¿qué está diciendo? Peter enamorado de Margaret, ¿desde cuando?, y sobre todo, ¿por qué? Eww, qué mal gusto. Tengo demasiadas preguntas y no me gusta la falta de información.




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