Y de repente, él

Capítulo 22: El eco de lo que no fue.

Omnisciente

El amor duele, a veces.

Cuando lo hace puede ser como la mayor de las torturas. Tus sentidos se nublan y no puedes pensar con claridad. El pecho te duele como si te hubiesen atravesado con un puñal y la mayoría de veces no puedes dejar de llorar, sobre todo al principio, cuando todavía es amor.

El llanto puede hacer que ese amor se convierta en desamor y a partir de ese momento, cada persona es un mundo. Las personas tenemos la habilidad de reaccionar diferente ante el miedo o el desengaño, una muy buena evolución de la especie porqué sino todo estaría envuelto en caos constantemente.

Sara recuerda como Leyla le contó una vez que su prima Juanita le había roto los cristales del coche a su ex con un bate de béisbol cuando se enteró que estaba casado. No se imagina levantándose de la cama y yendo a patearle el coche a Peter con un bate de béisbol. Prefiere hacerse un ovillo en su habitación y hacer como si no estuviera, como si no existiera. Hay algo dentro de ella que se ha roto y teme que no sea sólo su corazón. Y teme aún más que no tenga solución.

Irina también tiene el corazón roto, pero como todo en la vida, ella lo acabará afrontando con más optimismo. Una de sus muchas virtudes es que siempre ha sabido verle la parte buena a las cosas. Sara se lamenta al compararse con su amiga en este aspecto, ojalá ella pudiera ser así.

Las verdades son dolorosas y al final solo hay una, y esa verdad es que Sara Roberts ama a Peter Jones. Lo ama, lo ama tanto como lo odia por no amarla a ella. ¿Eso es lo que quedará de todo lo que ha sentido por él? ¿Odio? Le parece injusto. Sara se incorpora en su cama. El día se ha nublado y ha empezado a nevar. Su cuarto está a oscuras y solo entra una tenue luz por la ventana que tiene las cortinas sin echar. Solo con esa luz y sin ninguna ayuda de ninguna otra artificial, su cuarto parece haber retrocedido en el tiempo, los objetos en los estantes y los muebles bajos dibujan unas sombras peculiares y toda la habitación se ve sumida en una escala de grises.

Sara se ha quedado mirando fijamente por la ventana desde donde está. No observa como los finos copos de nieve caen danzando sobre su alféizar alentados por un viento que cada vez amenaza con ser más fuerte. No mira el paisaje de su calle nevada con los coches pasando con cuidado y los faros encendidos. No contempla las nubes oscuras que auguran una tarde fría y tormentosa. Simplemente mira hacia la ventana. Disfruta, sin saberlo, del silencio que se ha producido en su cuarto. Con la mirada al frente y la mente recorriendo arduos senderos que no llegan a ningún destino. La no-conclusión de los hechos. La nada.

No piensa en nada porque cree que ya no le queda nada en lo que pensar. Todo está aceptado. Peter no la ama y la ha engañado. Jeff tampoco la amó y también la engañó. Dos de dos. Aunque se pueda considerar que los engaños de Peter y Jeff sean completamente diferentes, a Sara le da la impresión de que pasada la tormenta la mente los procesa de la misma forma. Un engaño es un engaño. Ambos se rieron de ella. Lo de Peter está más fresco, claro está, pero no puede evitar traer a su mente a Jeff. Ambas relaciones acabaron en el mismo sitio. Ambas producidas por dos amigos, porque Jeff también empezó siendo su amigo.

Ha repasado infinitas veces la conversación con Peter en el aparcamiento. Le gusta Margaret y se le declaró, siempre la ha amado a ella, lo que la ha hecho dudar sobre todo lo que ha dicho y hecho Peter desde que empezó el curso. La utilizaba a ella para poner celosa a Margaret ¿Por eso la invitaba a algunas fiestas, pero en cambio en otras no? ¿Por eso la invitó y la defendió en el cumpleaños de Scott? Cuando estás enamorado de alguien quieres estar a su lado constantemente, ¿por eso invitó a Margaret y esta se trajo a Scott a la excursión que hicieron? Por eso siempre andaba cerca de la facultad de medicina, teniendo en cuenta que Margaret estudia enfermería. ¿Miss Montana era realmente un mote cariñosos o una de burla que se inventó con Margaret?

Margaret, Margaret, Margaret. Siente que la cabeza la va a explotar. Sara se ha sentido humillada y tonta. Se ha sentido incluso tonta de haber pensado de que Peter sentía celos de Erik, cuando en realidad solo le caía mal.

Ahora todo da igual. Ya no es importante. Se mira la mano izquierda donde aún lleva el anillo con el brillante que le regaló Peter cuando la llevó a cenar a un restaurante la noche que le pidió ser su novia y no puede sentir más que una inmensa y profunda tristeza que la lleva a empezar a llorar a mares otra vez. Se quita el anillo y lo guarda dentro de su pequeño estuche en el cajón de su mesita de noche. Sus pensamientos intrusivos hacen acto de presencia cuando le invaden una ganas locas de lanzar el anillo por la ventana y que se pierda en la tormenta, por eso se queda mirando fijamente el cajón de su mesita de noche durante unos minutos, batallando contra su ética. Pero el anillo no tiene la culpa.

No oye la voz de Erik hasta que nota como alguien se sienta a su lado en el borde de su cama. No se inmuta, esperaba su visita. Al final, Erik ha resultado ser un amigo fiel. Charlan y el chico la anima como puede. El avance de la tarde hace que su cuarto vaya oscureciendo poco a poco. Erik no se queda a cenar y muy amablemente se despide de la madre de Sara en el portal.

La oscuridad ha vencido de un todo y la noche promete ser igual de tormentosa que el día. El padre de Sara la llama a cenar y baja con desgana al salón, la mesa ya está puesta y toma su sitio como de costumbre al lado de su hermana. Su abuela al otro lado de la mesa le sonríe con cariño. Ha preparado lasaña de carne, su favorita. Intenta darle las gracias con una sonrisa pero el simple hecho de tan siquiera pensar en curvar los labios ligeramente hacia arriba le causa un dolor mental imaginable. La cena transcurre con normalidad para el resto de la familia. Samantha se zampa su porción y repite dos veces más como si no se hubiera alimentado en días. Sus padres la miran extrañada pero no le reprochan nada. El plato de Sara se ve diferente, casi no ha probado bocado y no quiere levantar la vista para ver cómo su abuela la repara con aprensión.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.