Y de repente, padres

2. Un nuevo hogar.

La mañana siguiente llevaron a Jonathan al colegio y el niño los miró sin ganas de ir a clase. 

 

— Tienes que hacerlo. La asistente social nos llamará la atención sí no vas al colegio. — Lo intentó convencer Paloma, inclinada para hablar con él. 

A su lado, Anthony se rascó la sien. 

 

— ¿Me van a llevar lejos sí no voy al colegio? — Fue lo que Jonathan entendió de lo que le dijo su tía y cuando Paloma asintió, Anthony negó haciéndola a un lado. 

 

— Nadie te va a llevar a ningún lado, colega. — Lo tranquilizó Anthony. 

 

— ¿Seguro, tito Tony? — Preguntó Jonathan. 

 

— Por supuesto. — Anthony le sonrió y cuando le ofreció su puño para chocar, Jonathan lo hizo. 

Paloma sonrió, incómoda por la buena relación entre tío y sobrino. 

 

— Ve dentro, tus compañeros ya están entrando. — Le ordenó Paloma al niño y Jonathan asintió a su tía, luego los despidió a los dos diciéndoles adiós con la mano. 

 

— Nos vemos luego. — Les dijo Jonathan y se marchó hacia dentro del Colegio. 

Anthony miró entonces a Paloma. 

 

— ¿Qué? — Lo increpó ella. 

 

— Ha perdido a sus padres hace un mes y le dices que se lo van a llevar lejos de nosotros que somos sus únicos familiares. — La cuestionó Anthony y golpeó su corazón. — Piensa un poco antes de hablar. 

Caminó para irse, pero Paloma lo siguió indignada. 

 

— ¿Crees que tú puedes cuidar de él mejor que yo? 

 

— Al menos no lo asustaría. 

Paloma se rió. 

 

— No. Tú solo le das helado a las once de la noche y lo acuestas a las doce cuando tiene que levantarse temprano. 

 

— Intento que se sienta bien. — La encaró Anthony, parándose y haciendo Paloma lo mismo. — Ha perdido a sus padres. 

 

— ¡Lo sé! Yo también he perdido a mi hermana. Pero lo que menos necesita es ser tratado como un niño especial o con pena. 

 

— ¿Cuántas veces lo viste desde que nació? Yo cada vez que tenía un hueco libre. 

 

— ¿Qué tiene eso qué ver? — Paloma cruzó los brazos. — ¿Crees que por haberlo visitado más vas a saber lo que le conviene? — Sonrió molesta y cuando Anthony la señaló con un dedo, ella le golpeó la mano. — No me señales, es de mala educación. 

 

— Bruja. — La llamó Anthony y Paloma se rió. 

 

— ¿Eso es lo que vas a enseñarle a Jonathan? A señalar y a insultar a la gente. 

 

— Visitarlo más no significa que vaya a saber lo que más le conviene, pero al menos hace que lo conozca mejor que tú y sepa cómo se siente. 

Anthony se dio la vuelta, yéndose quejándose de ella y Paloma suspiró. 

 

— ¿A dónde vas? Habíamos quedado en ir a ver tu casa. — Lo siguió. 

 

 

Paloma salió de un ascensor, encontrándose en un apartamento que bien parecía más un estudio. Una de las paredes era de ladrillo rojo y a través de las ventanas podían verse las escaleras de emergencias. 

Una felina se restregó por los pies de Anthony y él la cogió. 

 

— ¿Tiene hambre? — Le preguntó Anthony a la gata, caminando hacia la cocina abierta. 

 

— ¿Vives aquí? — Lo interrogó Paloma. Esperaba que dijera que no. 

 

— Es más grande que tu piso. — Afirmó Anthony, dejando a la felina en la encimera y yendo a servir su comida. — La habitación y el baño están al fondo.

Paloma miró las dos puertas correderas del fondo. 

 

— Esto no parece un hogar. Jonathan no puede vivir aquí. — Se opuso Paloma de inmediato y sostuvo con fuerza el asa de su bolso. — Y yo tampoco. 

 

— No es tan malo. — Contestó Anthony que se acercó tras dejar a la gata comiendo en la encimera y cuando Paloma lo miró, la felina llamó su atención. 

 

— ¡Por el amor de Dios! Tienes a un gato comiendo en la encimera y ni siquiera hay un sofá para sentarse. — Se quejó y Anthony se rascó la sien. 

 

— Los puff son cómodos, seguro que a Jonathan le gusta. — Indicó él los asientos y Paloma negó. 

 

— No. Olvídalo. No le gustará porqué no va a pisar este sitio. Parece un picadero más que un hogar. 

 

— ¿Entonces qué propones? Porqué tu piso parece una lata de sardinas en conserva. — Habló Anthony cruzando los brazos y esperando una respuesta de ella. 

Paloma lo pensó y sonrió. 

 

— Busquemos un lugar nuevo. Lo pagaremos a medias. — Dijo y buscó en su bolso su teléfono. — Tengo una amiga que trabaja en una inmobiliaria. Le pediré qué nos busque algo con urgencia, tú solo encargarte de tener tu parte del dinero listo. 

Caminó hacia el ascensor y pulsó el botón. Anthony la vio subir en el elevador, hablando por teléfono y rogando a su amiga qué le hiciera un enorme favor. 

 

 

Paloma dejó sobre una mesa de la cafetería de la que era dueña, dos tazas con café y se sentó en la silla frente a la que ocupaba su amiga Soraya. 

 

— ¿Entonces… ? — Le preguntó Paloma. — Necesito un sitio que parezca un hogar y lo necesito pronto. 

 

— ¿Qué te parece esta casa? — Le consultó Soraya girando una tablet hacia ella. — Tiene dos plantas, más sótanos y desván. Paloma… 

 

— ¿Sí? 

 

— ¿De verdad vas a vivir con el tío de tu sobrino? 

 

— No tengo otra opción, sino quiero perder la custodia de Jonathan. — Asintió Paloma. — Puedes reservarme esa casa. Lo hablaré está noche con Anthony y te avisaré mañana. 

 

— Mejor avísame está misma noche. Es una buena casa y tengo varías familias que quieren verla. — Contestó Soraya volviendo a atraer la tablet hasta ella. — ¿Y bien, cuándo será? 

 

— ¿Cuándo será, qué?

 

— Cuando vas a presentarnos oficialmente a tu marido. 



#4901 en Novela romántica
#1300 en Chick lit

En el texto hay: familia, romance, amor

Editado: 02.12.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.