La mañana siguiente llevaron a Jonathan al colegio y el niño los miró sin ganas de ir a clase.
— Tienes que hacerlo. La asistente social nos llamará la atención sí no vas al colegio. — Lo intentó convencer Paloma, inclinada para hablar con él.
A su lado, Anthony se rascó la sien.
— ¿Me van a llevar lejos sí no voy al colegio? — Fue lo que Jonathan entendió de lo que le dijo su tía y cuando Paloma asintió, Anthony negó haciéndola a un lado.
— Nadie te va a llevar a ningún lado, colega. — Lo tranquilizó Anthony.
— ¿Seguro, tito Tony? — Preguntó Jonathan.
— Por supuesto. — Anthony le sonrió y cuando le ofreció su puño para chocar, Jonathan lo hizo.
Paloma sonrió, incómoda por la buena relación entre tío y sobrino.
— Ve dentro, tus compañeros ya están entrando. — Le ordenó Paloma al niño y Jonathan asintió a su tía, luego los despidió a los dos diciéndoles adiós con la mano.
— Nos vemos luego. — Les dijo Jonathan y se marchó hacia dentro del Colegio.
Anthony miró entonces a Paloma.
— ¿Qué? — Lo increpó ella.
— Ha perdido a sus padres hace un mes y le dices que se lo van a llevar lejos de nosotros que somos sus únicos familiares. — La cuestionó Anthony y golpeó su corazón. — Piensa un poco antes de hablar.
Caminó para irse, pero Paloma lo siguió indignada.
— ¿Crees que tú puedes cuidar de él mejor que yo?
— Al menos no lo asustaría.
Paloma se rió.
— No. Tú solo le das helado a las once de la noche y lo acuestas a las doce cuando tiene que levantarse temprano.
— Intento que se sienta bien. — La encaró Anthony, parándose y haciendo Paloma lo mismo. — Ha perdido a sus padres.
— ¡Lo sé! Yo también he perdido a mi hermana. Pero lo que menos necesita es ser tratado como un niño especial o con pena.
— ¿Cuántas veces lo viste desde que nació? Yo cada vez que tenía un hueco libre.
— ¿Qué tiene eso qué ver? — Paloma cruzó los brazos. — ¿Crees que por haberlo visitado más vas a saber lo que le conviene? — Sonrió molesta y cuando Anthony la señaló con un dedo, ella le golpeó la mano. — No me señales, es de mala educación.
— Bruja. — La llamó Anthony y Paloma se rió.
— ¿Eso es lo que vas a enseñarle a Jonathan? A señalar y a insultar a la gente.
— Visitarlo más no significa que vaya a saber lo que más le conviene, pero al menos hace que lo conozca mejor que tú y sepa cómo se siente.
Anthony se dio la vuelta, yéndose quejándose de ella y Paloma suspiró.
— ¿A dónde vas? Habíamos quedado en ir a ver tu casa. — Lo siguió.
Paloma salió de un ascensor, encontrándose en un apartamento que bien parecía más un estudio. Una de las paredes era de ladrillo rojo y a través de las ventanas podían verse las escaleras de emergencias.
Una felina se restregó por los pies de Anthony y él la cogió.
— ¿Tiene hambre? — Le preguntó Anthony a la gata, caminando hacia la cocina abierta.
— ¿Vives aquí? — Lo interrogó Paloma. Esperaba que dijera que no.
— Es más grande que tu piso. — Afirmó Anthony, dejando a la felina en la encimera y yendo a servir su comida. — La habitación y el baño están al fondo.
Paloma miró las dos puertas correderas del fondo.
— Esto no parece un hogar. Jonathan no puede vivir aquí. — Se opuso Paloma de inmediato y sostuvo con fuerza el asa de su bolso. — Y yo tampoco.
— No es tan malo. — Contestó Anthony que se acercó tras dejar a la gata comiendo en la encimera y cuando Paloma lo miró, la felina llamó su atención.
— ¡Por el amor de Dios! Tienes a un gato comiendo en la encimera y ni siquiera hay un sofá para sentarse. — Se quejó y Anthony se rascó la sien.
— Los puff son cómodos, seguro que a Jonathan le gusta. — Indicó él los asientos y Paloma negó.
— No. Olvídalo. No le gustará porqué no va a pisar este sitio. Parece un picadero más que un hogar.
— ¿Entonces qué propones? Porqué tu piso parece una lata de sardinas en conserva. — Habló Anthony cruzando los brazos y esperando una respuesta de ella.
Paloma lo pensó y sonrió.
— Busquemos un lugar nuevo. Lo pagaremos a medias. — Dijo y buscó en su bolso su teléfono. — Tengo una amiga que trabaja en una inmobiliaria. Le pediré qué nos busque algo con urgencia, tú solo encargarte de tener tu parte del dinero listo.
Caminó hacia el ascensor y pulsó el botón. Anthony la vio subir en el elevador, hablando por teléfono y rogando a su amiga qué le hiciera un enorme favor.
Paloma dejó sobre una mesa de la cafetería de la que era dueña, dos tazas con café y se sentó en la silla frente a la que ocupaba su amiga Soraya.
— ¿Entonces… ? — Le preguntó Paloma. — Necesito un sitio que parezca un hogar y lo necesito pronto.
— ¿Qué te parece esta casa? — Le consultó Soraya girando una tablet hacia ella. — Tiene dos plantas, más sótanos y desván. Paloma…
— ¿Sí?
— ¿De verdad vas a vivir con el tío de tu sobrino?
— No tengo otra opción, sino quiero perder la custodia de Jonathan. — Asintió Paloma. — Puedes reservarme esa casa. Lo hablaré está noche con Anthony y te avisaré mañana.
— Mejor avísame está misma noche. Es una buena casa y tengo varías familias que quieren verla. — Contestó Soraya volviendo a atraer la tablet hasta ella. — ¿Y bien, cuándo será?
— ¿Cuándo será, qué?
— Cuando vas a presentarnos oficialmente a tu marido.