— ¿Qué quieres que hagamos con esto? — Preguntó Anthony con un plato en la mano.
— ¿No es obvio? Quiero que Jonathan y tú se lo llevéis a la señora Naty de mi parte. — Contestó Paloma quitándole el plato para dárselo a su sobrino, luego le arregló el cabello y sonrió. — Cuando os vea no prestará demasiada atención al plato.
— ¿Somos el señuelo? — Habló Jonathan y miró sorprendido a su tío.
— Algo así, campeón. — Asintió Anthony y Paloma lo miró malamente.
— No sois ningún señuelo, Jonathan. Solo váis a hacerme un favor. — Le explicó Paloma a su sobrino y se inclinó para estar a su altura. — ¿Puedes hacerle un favor a tu tía, verdad?
Jonathan asintió.
— Sí, tita Paloma. Pero todavía creo que somos un señuelo. — Paloma sonrió y le acarició la cabeza.
— Eres muy inteligente. — Se incorporó mirando a Anthony. — No metas la pata.
— Jonathan. — Lo llamó Anthony y Jonathan lo miró. — Vamos a hacerle el favor a la tita Paloma. — Lo agarró de los hombros y lo hizo caminar con él hacía la puerta de casa.
La señora Naty abrió la puerta de su casa encontrando a Jonathan con un plato en la mano y a su lado a Anthony.
— Menuda sorpresa. Sois los dos hombres de la casa de enfrente, ¿verdad? — Les preguntó Naty saliendo al porche y Jonathan asintió.
— Mi… — Jonathan se quedó callado y buscó la ayuda de su tío para saber cómo referirse a su tía frente a esa mujer.
— ¿Qué ibas a decir, pequeño? — Quiso la señora Naty que el niño hablara y observó al adulto cuando fue él quién habló.
— Paloma está ocupada y nos ha pedido que le traigamos su plato. — Dijo Anthony, quitándole el plato a su sobrino y dárselo a la señora. — Y ya podemos irnos. — Cogió la mano del niño y lo llevó con él escaleras abajo del porche.
— Pero… — Se quejó Naty siguiéndolos hasta el final del porche.
— Adiós, señora chismosa. — Se despidió Jonathan agitando su mano libre y la cara de Naty se puso roja.
— ¿Cómo me ha llamado?
Rebeca sonrió al escucharlo y verlo todo desde su porche.
— ¿Se ha enfadado? — Le preguntó Jonathan a su tío y Anthony le sacudió el cabello.
— Es lo que pasa sí llamas a alguien chismoso.
— Pero, la tita Paloma dice que lo es. — No entendió Jonathan lo que había hecho mal y Anthony se paró a hablar con él.
— Funciona así, a veces las personas no nos damos cuenta de que somos de una forma determinada y si llega alguien y nos lo dice, sentimos vergüenza y nos enfadamos. Es cómo si le dices a la tita Paloma que es una quejica, se va a enfadar y te va a castigar. — Jonathan se rió al escuchar el ejemplo de su tía y Anthony lo cargó en brazos. — ¡Cómo pesas! — Exclamó, dejándolo de vuelta en el suelo y llevándose una mano a su zona lumbar. Jonathan volvió a reírse.
— Mi papá podía cogerme. — Dijo.
— Tu papá siempre fue más fuerte que yo. — Le respondió Anthony subiendo los dos las escaleras del porche. — Entra y dile a tu tía que ya le hemos dado el plato a la mujer de enfrente. — Jonathan asintió y entró corriendo en la casa.
Por la noche, Paloma salió de la habitación de Jonathan y se encontró con Anthony.
— Ya se ha dormido. — Le advirtió ella para que no lo despertara.
— Solo le daré un beso. — Contestó Anthony, parándose en el umbral para avisarle. — Por cierto, la maestra de Jonathan quiere que nos quedemos mañana para hablar de algo.
— ¿Hablar de qué?
— No lo sé, algo sobre que Jonathan no trabaja bien en equipo.
— ¿Trabajar en equipo… ? — Meditó Paloma viéndolo entrar a darle un beso a Jonathan.
Sentada en una silla de la sala de profesores, Paloma se sentía ansiosa.
— ¿Ha hecho algo malo mi sobrino? — Preguntó a la maestra sentada frente a ella y Anthony.
— No, Jonathan es un niño aplicado y que se porta muy bien a pesar de haber pasado por una experiencia tan dolorosa recientemente. — Habló Reina agarrándose las manos y dirigiéndose a los dos tutores legales de su alumno. — Hemos estado hablando con él para mejorar el trabajo en equipo, que es lo único que le cuesta hacer bien, y nos ha comentado que sus tíos riñen todo el día en casa.
La cara de Paloma se puso roja de vergüenza y Anthony se inclinó adelante en la mesa.
— ¿Le ha dicho eso? — Preguntó y Reina asintió.
— Dice que nunca están de acuerdo en nada y que pelean por su educación y su comida. — La maestra se sintió más avergonzada que ellos, pero sonrió y les recomendó. — Creo que deberían discutir en privado para que no afecte a la conducta de Jonathan en el colegio.
— No son discusiones en sí, más bien son como pequeños desacuerdos… — Dijo Paloma mirando a Anthony. — Lo sentimos mucho. Intentaremos mejorar. — Se disculpó después con la maestra.
— El colegio y yo entendemos que están en una situación difícil, han perdido a dos seres queridos y tienen que hacerse cargo de la crianza de un menor… No duden en pedirnos ayuda si la necesitan.
— Gracias. — Agradecieron los dos a la vez y cuando se miraron entre ellos, Reina sonrió.
— Tengo que ir a atender mi clase, tomense el tiempo que haga falta antes de salir. — Le dijo Reina levantándose.
— ¿Qué vamos a hacer? — Preguntó Paloma a Anthony cuando salieron del colegio.
— ¿Qué quieres hacer? — Corrigió Anthony su pregunta.
— Sé lo que no quiero y eso es que Jonathan se vea afectado negativamente por nosotros. — Le ofreció Paloma una mano y le pidió. — Vamos a empezar de cero y dejar de reñir por todo.