Al subir en el coche de Anthony, Paloma se abrochó el cinturón de seguridad de forma abrupta y él se quedó mirándola.
— ¿Te has cabreado? — Le preguntó Anthony y recibió de Paloma una molesta mirada.
— No somos un matrimonio de verdad, así que no tienes que ir diciéndole a la gente que lo somos. — Habló Paloma irritada y al notar ella misma su forma de hablar, miró a Jonathan en el asiento de atrás, pendiente de ellos. Respiró entonces profundo y se relajó para no discutir delante de su sobrino.
— Para mí sí somos una familia y un matrimonio de verdad. — Le aclaró Anthony serio, por lo que Paloma se vio obligada a mirarlo. Permanecieron unos segundos mirándose, hasta que Anthony cambió su cara y su voz para dirigirse a Jonathan. — Vamos a comprar la carne.
— ¿Podemos comprar también refrescos? — Pidió Jonathan.
— Claro que sí. — Anthony arrancó el coche y Paloma echó la mirada hacia la ventana a su lado. Su corazón latía rápido y se tocó el pecho.
— No puede haberte gustado eso. — Le reclamó en tono bajo a su corazón y observó luego a Anthony, quien se reía hablando con Jonathan. Paloma apretó la mano contra su pecho, al mirarlo su corazón se agitaba todavía más.
— ¿Puedo comprar esto? tita Paloma. — Pidió Jonathan permiso para echar en el carrito del supermercado unos paquetes de golosinas y Paloma distraída asintió sin más.
Anthony la vio llevarse una mano al pecho y acariciarse aquella zona.
— ¿Te duele el corazón? — Le preguntó Anthony por sorpresa y Paloma reaccionó.
— ¿Qué estás diciendo? — Le preguntó Paloma y Anthony señaló su mano.
— Llevas tocándote ahí desde que hemos salido de la cafetería.
Paloma bajó la mano rápidamente y echó a andar empujando el carrito. Anthony sonrió pasando uno de sus brazos sobre los hombros de su sobrino.
— ¿La tita Paloma está enferma? — Se preocupó Jonathan mirando a su tío y Anthony negó.
— No. No lo está.
— Entonces… ¿por qué está tan rara? — No lo entendió Jonathan, mirando a su tía dudar sobre que pasillo tomar en el supermercado.
— Porqué hay un sentimiento que nos hace actuar así.
— ¿Qué sentimiento es ese, tito Tony? — Quiso Jonathan saber y Anthony le frotó el cabello.
— Lo sabrás cuando seas adulto y lo sientas. — Jonathan siguió sin entenderlo, pero observó a su tía tomar un pasillo y darse la media vuelta para ir por el lado contrario.
Llegaron a la casa con el maletero lleno y Paloma echó un rápido vistazo a los productos dentro de las bolsas. Demasiadas golosinas, bebidas azucaradas y aperitivos poco saludables.
— ¿Qué clase de compra es está? — Se quejó mirando a Anthony que cargó con varias bolsas. — Si Jonathan enferma será culpa tuya.
Anthony asintió sin hacerle caso y caminó con las bolsas hacia la puerta de casa. Al abrir la puerta, Victoria salió ladrando al porche.
Paloma cargó con las dos bolsas que quedaban en el maletero.
— Yo te ayudo, tita Paloma. — Le ofreció Jonathan que se acercó corriendo y Paloma lo dejó coger una de las bolsas.
— Hoy tienes que lavarte muy bien los dientes. — Le avisó Paloma y Jonathan asintió.
— Lo haré, tita. — Jonathan corrió hacia la casa y Paloma cerró el maletero. Vio luego a la señora Naty en el porche de su casa mirándola y al saludarla con su mano libre, la vio entrar en casa sin devolverle el saludo.
— ¿Tenéis una fiesta? — Escuchó Paloma y se giró viendo a Rebeca y a su marido.
— Una barbacoa. — Respondió Paloma subiendo a la acera y acercándose a los vecinos. — Si queréis pasar más tarde, seréis bien recibidos. — Los invitó.
— Anthony. — Lo llamó Paloma dejando en la encimera de la cocina la bolsa. — ¿Sabes por qué últimamente la señora Naty no me saluda? — Le preguntó extrañada, poniéndose a sacar cosas de la bolsa.
— No tengo ni idea. — Respondió Anthony que hacía lo mismo.
— ¿De verdad? Porque justo no lo hace desde que Jonathan y tú le llevasteis el plato. — Paloma paró mirándolo. — ¿Se dio cuenta y no me lo has dicho?
— Si tanto te preocupa, ve y le preguntas. — Contestó Anthony que también la miró y Paloma negó.
— No. — Se puso de nuevo a sacar los productos de las bolsas y lo miró ir a la nevera para empezar a guardarlos. — ¿De verdad te gusta? — Se preguntó a sí misma y aunque su cabeza dijo no, su corazón dijo sí. — No, no lo hace. — Ganó la cabeza y siguió con lo que estaba haciendo.
Anthony colocó las primeras piezas de carne en la parrilla de una barbacoa en el jardín y sonrió frente al estallido que la carne produjo.
— Jonathan. Aléjate un poco, no vayas a quemarte. — Paloma lo regañó mientras colocaba algunos vasos y platos en la mesa. — Anthony, no lo dejes estar tan cerca. — Lo reprendió también a él.
— No seas pesada. — Le respondió Anthony mirándola y moviendo unas pinzas en su mano. Jonathan se rió y Anthony lo señaló con un dedo de su mano libre. — Eso está mal, la tita Paloma no es pesada, ella solo es… — Lo meditó frente a su sobrino.
— ¿Precavida? — Preguntó Jonathan y Anthony que sonrió, asintió y frotó la cabeza de niño.
— Eso es, la tía Paloma es demasiado precavida. — Miró a Paloma por detrás de ellos y sonrió haciéndola estremecer.
— Necesito beber algo. — Dijo Paloma queriendo salir de allí y caminó hacia la casa, parándose en la puerta cuando llamaron al timbre y Victoria empezó a ladrar en la entrada.
— Deben de ser Guillermo y Nuria con sus hijos. — Avisó Anthony y mandó a su sobrino. — Ve con la tita a recibirlos y se los presentas.