Mew se dejó caer sobre su cama y cerró los ojos. Sabía que le esperaba otra noche en vela. Al menos había tenido el coraje para huir de aquel callejón. Se reprendió en silencio por no haberse ido antes. Para evitar si así el dolor de escuchar aquellas palabras siguientes de un Gulf que repentinamente había dejado de abrazarlo y tenía su vista clavada en las nubes grises de tormenta.
— Ese primer beso tuyo me tomó de sorpresa. Y creo que reaccioné instintivamente. El segundo beso... fue sólo por lástima, igual que el recién...
Mew se estremeció.
Te he observado estos dos días en el instituto. Noté que me buscabas en silencio en cada clase y en cada pasillo. En el salón comedor apenas probaste bocado. Tus ojos no paraban de registrar cada mesa y cada alumno. Sentí lástima. Y por eso... te volví a besar.
Mew apretó los labios y se frotó el pecho. No quería oír más pero sentía que no era capaz de levantarse e irse.
— Tómalo como un beso de despedida. En una semana acaban las clases y mi familia y yo nos mudaremos al extranjero. Obtuve una beca y haré todo lo posible para no volver jamás...
Mew volvió a estremecerse en su cama con la misma intensidad con la que se estremeció en aquel callejón. Sentía que aquel dolor en su pecho lo mataría. Y sentía que se lo tenía merecido. ¿Morir de tristeza allí en ese cuarto de pensión, solo, era acaso el precio que tenía que pagar por un beso robado? ¿O por ser gay? ¿ Acaso morir de tristeza era el precio por amar a quien no debía amar?
Y con ese pensamiento que lo quemaba por dentro volvió a pasar la noche en vela...