Los reflectores se encienden, reflejándome en medio del escenario, cubro mi cara de la resplandeciente luz, artificial que hacía que toda la atención recayera en mí, cuando mis ojos se acostumbran a la exagerada luz que cae sobre mí, noto que estoy en un escenario de teatro, todas las sillas están completamente vacías, escucho unos aplausos que provienen de las clásicas cortinas rojas de terciopelo, de ahí sale un chico de piel blanca, pero fuertemente marcada por el sol, su despeinado cabello negro lo hace ver bastante atractivo, el traje elegante plateado que lleva causa la impresión de ser una deidad, una luz dorada emana de sus hermosos ojos marrones azulados, me extiende suavemente su mano la cual instantáneamente tomó, los aplausos reclaman el ahora lleno teatro, ambos hacemos una reverencia como sí acabáramos de presentar una obra maestra, escrita y dirigida por algún poeta o filósofo. Observó las caras de alegría, de los espectadores, que acaban de hacerse presente, parecía como si estuviera en los 40s, los vestidos perfectamente arreglados y las joyas, de aquella época parece indicar que estoy en lo cierto, además el peinado que portan los distinguidos caballeros que están presentes apoyan mi teoría, el chico besa mi mano, a lo que yo sonrió, y apretó con dulzura su mano, sentí un cosquilleo al tener contacto con su piel, una electrizante sensación recorrió mí cuerpo, justo de las sombras apareció un hombre alto cuyo rostro era irreconocible, dicho hombre sonrió, y nos miró a ambos, aun con los aplausos llenando el enorme teatro, el hombre tomó la mano del chico, y lo presentó al público, que aplaudió aún más fuerte.
— ¿Lo recuerdas? — Dijo el hombre — El jamás supo de eso — Baje la mirada hasta donde su dedo índice señalaba, mi pie izquierdo estaba envuelto en sangre, de un momento a otro, agua empezó a inundar el escenario, difluyendo la sangre, observe cómo los espectadores empezaban a aplaudir con regocijo, parecía que el agua que empezaba a inundar el lugar no les importaba, incluso se levantaron de su asiento, hice una reverencia hacia el público que seguía alegre observándolo todo.
Bostecé revolcándome entre las sábanas, abrí mis ojos, mirando hacia la ventana, "Benjamín" Era algo, más bien alguien que mí memoria rogaba que recordara, desgraciadamente el bloqueo en mi mente, no le permitía cumplir ese objetivo, suspiré acostándome boca arriba, mirando hacia el techo, que estaba pintado como el cielo, el cielo en un precioso día soleado, un día que detesto, pero ahora eso que parecía tan cercano estaba realmente lejos de mí, amplié una sonrisa al ver a los dos querubines que volaban en el cielo pintado, Lía me dijo que todas las habitaciones de la casa tienen ángeles pintados, en el techo, "Es por protección" Había dicho ella. Me levanté de la cama, quedando estática frente al mural que estaba siendo adornando por las fotografías de hojas secas, partes de la casa, mis hermanos y de Lía, en la foto Lía estaba sentada en el lujoso mueble de cuero, con adornos de oro de 18 quilates, su mirada perdida hacia la ventana, que revelaba un día perfectamente lluvioso, mostraba un camino de lágrimas, que antes no había notado. Seguí mi camino hacia el baño, es increíble que apenas lleve dos días aquí y ya hoy es mi primer día de clases, entre a la tina, y me recosté cerrando mis cansados ojos, mis cabellos castaños dorado caían en mis hombros mojados, un momento relajante era lo que necesitaba antes de afrontar la nueva universidad.
Camine por las vacías y tristes calles, mientras admiraba mi nueva motocicleta que era bajada del camión por unos cuantos sirvientes de Lía, era perfecta, negra con líneas rojas, observe la mirada de terror con enojo de Lía, la cual mantenía un gesto de pánico en su hermoso rostro, pero era más que obvio que ella no podía hacer nada, solo observarme desaparecer entre la autopista, hacia la universidad.
- Nena - Dijo Lía, con una angustia inigualable - Te puedo llevar en el auto con tus hermanos.
- No, gracias, pero yo ya estoy en la universidad, y seria incomodo ir a la secundaria de ellos, y después ir a dejarme.
- ¡De ninguna manera! - Exclama Lía indignada, parecía que ella quisiera golpearme por mi insistencia - No hay ningún problema, te llevare.
- No, lo siento, pero no.
Antes de que Lía pudiera seguir con la discusión, tomé las llaves de la motocicleta, y la encendí, al voltear vi como Lía caía desmayada en los brazos de uno de sus trabajadores, desde que nací luche contra dos mujeres que querían controlarme: una era mí madre, la otra mi hermana y no sobreviví a ese accidente para ser controlada por otra mujer sumisa y narcisista, sobreviví para dejar en claro quien tiene el control. Obvió que esa soy yo.
Pare en un semáforo y aproveché para colocarme mi casco negro, observe como un grupo de motociclistas jóvenes pasaba como si la calle fuera de ellos, un gesto de disgusto apareció en mi rostro, personas así ni deberían existir, mis ojos se abrieron como platos al ver a un chico pellirrojo, que no paraba de hacer trucos peligrosos con el vehículo, sus ojos negros estaban llenos de adrenalina, parecía ser uno de esos chicos que son populares, pues su forma de vestir resguardaba mi teoría (Y si, el vestuario es importante en la personalidad), al verme solo sonrió de forma burlona, y guiño su ojo izquierdo, voltee mi cara sonrojada hasta más no poder, vi cómo se alejaban velozmente por la autopista, la verdad yo no creo en el amor a primera vista, pero sin duda alguna a la atracción física a primera vista, sí, y obviamente ese chico tiene lo suyo y sería un placer darle unos latigazos. Y si, soy una dominatriz.