La actitud de Jungkook ha cambiado de una manera muy aliviadora para mí. Son dos días los que espero en la habitación a la doctora Choi para que me haga tragar la droga de todas las noches y no sucede. Pero lo que sí sucede es que Jungkook entra, solo que no es directamente a poseerme sino que se pasea por el espacio, cambiando su vestimenta a algo más cómodo y se recuesta a mi lado. Todo con expresión hipnotizada, perdida, pensativa.
Yo me quedo lo más quieta posible para no llamar su atención hasta que se queda profundamente dormido y me relajo. Me sentía por un lado aliviada y por el otro extraña. Mi cabeza intoxicada ya había resignado a mi cuerpo a luchar cuando él está forzándome, ya mi organismo se sentía necesitado de esa adrenalina, y no me gustaba para nada.
Una mañana, siendo escoltada como de costumbre por Taehyung al comedor, me doy con la sorpresa de que él estaba en la mesa. Jeon Jungkook, mi secuestrador. Desayunando en la mesa que acostumbro a compartir con nadie estos días. Tragué grueso porque este cambio no puede ser peor y tampoco mejor, no puedo imaginar qué ocurre en la cabeza de este hombre.
Sin hacer mucho movimiento me siento en la silla que he usado en todas las comidas, que queda en frente de él, mirándolo con sigilo, alerta a cualquier cosa. Despegando unos segundo sus ojos del desayuno, los alza para mirarme de soslayo.
—Buen día -dice, su voz neutra, normal, casual. No aquel tono juguetón e infantil que lo hace parecer un lunático-. ¿Cómo has dormido?
Sorprendida ante lo casual que se oye se me atora la respiración en la tráquea y trago duro. Viendo que tardo en responder eleva la mirada para ver mi expresión y esbozar una sonrisa divertida que se le ve diferente. Más dulce y encantadora.
—¿Qué? -su voz me trae de nuevo a tierra y me golpeo mentalmente por mi ida repentina. Son las drogas.
—Es muy raro verte desayunando aquí. -digo con voz pastosa por el poco uso y aclaro mi garganta para repetir lo dicho.
Él asiente con cuidado, llevando un bocado de pastel de chocolate a la boca. Está desayunando pastel de chocolate. Bien, su nivel de locura no ha bajado tanto, entonces.
—Quería acompañarte en el desayuno -se encoge de hombros-. Y no tengo trabajo hoy. Así que... tu entendiste.
Frunzo mi ceño para negar a su comentario.
—Buenos, pues eso mismo -continúa él sorbiendo con un pitillo su vaso de leche-. No le veo lo extraño a desayunar en una mesa con una chica.
—Lo es en ti -respondo sintiendo la necesidad de hacerlo-. No sueles estar en la mansión, y ya hace días que no me drogas y me violas.
Él frunce los labios con una mueca dolida, saliéndole por la fina linea entre ambos una capa de leche que lo hizo ver infantil.
—Violar es una palabra muy fuerte -se relame los labios y sonríe divertido, volviendo a ser él-. ¿Estás diciendo que extrañas la sensación de la droga al tiempo que te toco?
Disparo mis cejas al aire ante su pregunta, sorprendiéndome incluso de mi reacción. Lo que dice no es verdad, ¿por qué me siento descubierta?
—Solo digo que has estado muy pensativo en estos días. -contesto consiguiendo mi voz.
—Efectivamente, he estado pensado. Mucho -afirma sonriente-. En otro método que te haga ofrecerme todo de ti.
Mi corazón se detiene una fracción de segundo, reanudando a un ritmo anormal. Ya veo. Entonces de esto se trata su cambio repentino.
—¿Qué método? -me atrevo a preguntar endureciendo mi tono.
—No lo sé, mamita. Pero lo haré -se encoge de hombros con una sonrisa inocente y me guiña un ojo-. Toma tu desayuno y sube a ponerte algo más bonito. Te llevaré a pasear.
Dicho esto deja a un lado el plato ahora vacío y se coloca de pie, sin quitar sus ojos de mí desaparece por las escaleras. Parpadeo un par de veces, sintiéndome aturdida, expectante a lo que sea que piense hacer este sujeto para ganarse mi voluntad. Porque es lo que trata de conseguir, ya me la ha quitado por varias noches, pero él quiere que yo se la entregue.
Había olvidado como se sentía viajar en auto. Me hacía recordar cuando Yoongi se estacionaba delante de mi casa a media noche, mientras mis padres dormían, para buscarme y pasar toda la noche junto hasta que apareciese el sol.
Recuerdos lleno de felicidad y nostalgia. Felicidad porque Yoongi, siendo el único novio con el que he durado más de dos años, me regaló los mejores momentos cuando estaba pasando por mucha basura en mi vida. Nostalgia porque él ya no está a mi lado, y lo idiota que fui cuando me negué a irme lejos con él, prometiéndome una mejor vida.
Sufro las consecuencias ahora. Si hubiera aceptado, no habría presenciado la escena de mi padre adulterando, no habría visto a mi madre actuar como una esclava, solo para evitar que mi padre se fuera; no estuviera secuestrada y estuviera en el asiento trasero, entre guardaespaldas, en un auto de vidrios polarizados.
Quince minutos de camino el auto se detiene y ambos guardias se bajan por sus respectivos lados, yo escojo bajarme del lado en por el que bajó Taehyung, solo porque estoy acostumbrada ya a su compañía y no me siento cómoda con esta idea del paseo.
Delante de mí veo una verdadera mansión. Tres pisos, con un jardín delantero enorme, toda ella de un color crema y sus columnas de dorado, ventanas enormes y plagada de guardias en abrigos de cuero enormes.
—La mansión Kim -habla Taehyung mirando lo que yo-. El señor Kim es el superior del jefe. Es como un hermano mayor para él -voltea a mí y sonríe abiertamente-. Siéntete privilegiada al venir aquí.
No respondo, solo miro la mansión. El superior de Jungkook. ¿Hay alguien peor que Jeon Jungkook?