Quitarme la vida o enamorarme de Jeon Jungkook.
¿Cómo puedo enamorarme de alguien que solo me ha traído tormento y odio? Se supone que el amor es algo que se desarrolla con el tiempo, nutriéndose con cada aspecto hermoso y encantador que encuentra tu corazón de esa persona. No es algo que pueda solo decidir y obligarlo. Para mí es mucho más.
Me niego a enamorarme de este hombre. Me niego a doblegarme y dejarlo ganar esta batalla que inconscientemente comencé y no me atrevo a perder. Mucho menos cuando no me ha demostrado ni el menor interés emocional sino sexual.
Si estuviera interesado en mí emocionalmente no habría vuelto del despacho, hecho una furia, pasándome de largo y gritándole a Taehyung que me recogiera como si fuese un perrito que olvidó en la sala de estar. Lo que hace es aumentar mi odio hacia él.
Estando frente a la insulsa mansión Jeon, sale igual de furioso que cuando salimos de aquella verdadera mansión, llevándome a preguntarme la razón de su arranque de ira. Entró veloz a la casa y yo le seguí con sumo cuidado junto a Taehyung que parecía ignorante a la situación, sin afectarle en lo más mínimo.
—¿Qué le sucede a tu jefe? -me atrevo a preguntarle a Taehyung y él me mira con cierta diversión.
—No lo sé. -se encoge de hombros con una sonrisita que no me convence.
—Y ¿Por qué te ríes entonces?
—Porque lo que te viene es rudo, peleona.
Disparo mis cejas al cielo, casi ahogándome con mi propia saliva y su risa incrementa a una carcajada estruendosa. Lanzándole una mirada asesina me adentro a la casa.
Por el silencio pesado que sume el lugar, puedo decir que el idiota de Jungkook está en su despacho, quizá emborrachándose, distrayéndose con su Candy Crush o planificando mi próxima tortura. No lo sé. Todo puede suceder.
Tantos días en este lugar y, la normalidad con la que pienso en las locuras de este hombre, parezco yo la lunática.
Sabiendo que es temprano para el almuerzo, y él no saldrá por un buen rato gracias a su humor, me debato entre ir a la piscina o entrar en la sala de videojuego para escoger entre tantos uno que me guste.
Puedo estar retenida en contra de mi voluntad, pero no pienso quedarme de brazos cruzados mientras todos están ensimismados. Sobre todo cuando mi secuestrador es un imbécil bueno para nada. ¿Intentar escapar? Lo pensaré luego.
Pensando en esto me volteo hacia Taehyung que, como supuse, está parado tras de mí como mi maldita niñera.
—¿Qué juegos hay en la sala que no tenga que ver con sangre o guerra? -pregunto y me río internamente por su expresión de sorpresa ante esta.
—El jefe tiene, aparte de Play Staytion tres y cuatro y una Xbox, un nintendo Wii que usa para practicar tenis. -dice esto último haciendo comillas al aire.
—El tenis de la Wii es para nenas. -bufo sacándole una risita cuerda que me hace sonreír de igual manera.
—Déjame decirte que he perdido muchas veces en el tenis, ¿en qué me convierte eso si no una nena?
Mi sonrisa se desvanece y el momento se esfuma.
—Eres normal hasta que abres la boca. -gruño y él vuelve a reír, su voz gruesa oyéndose más sensual de lo que me gustaría admitir.
—Busquemos un juego que no sea de la Wii, entonces. -ofrece y se encamina a la sala, yo para mi sorpresa le sigo.
Después de tantos juegos que Taehyung me hizo ver por la enorme pantalla, sugiriéndome más de una vez el Mortal Kombat, me decido por darle uso a la mesa de Hokie de aire que parece estar allí de adorno.
Once partidos después estoy riendo a carcajadas en la cara iracunda de Taehyung, quien exige revancha arrojando el disco sobre la mesa. Le he ganado nueve de diez y solo porque las primeras dos se había puesto fanfarrón y no me lo aguanté.
—¡Deja de reír y juguemos! -su cara del tiro se puso roja, lo cual me dio mucha más risa-, ¡Vamos!, que esta si te la cobro.
—Lo mismo dijiste hace seis partidos. -digo entre carcajadas, seguramente inentendible.
—Muy bien, peleona, te reto al Mortal Kombat -da una palmada al aire como si con eso estuviese resolviendo todo-. Eso es. Tres combates.
Niego rotundamente, y le saco la lengua, regodeándome con un bailecito por mis victorias, una canción sonando en mi mente.
—¿Qué? ¿Ahora te acobardas, peleona? -intenta provocarme pero no pienso ceder.
—No te hagas el menso. Yo nunca he jugado Mortal Kombat y tú eres muy malo jugando pero lo has jugado.
Una de sus comisuras tira hacia arriba en una sonrisa sabionda y arrogante. Se cruza lentamente de brazos y da unos pasos rodeando la mesa hacia mí, yo por otro lado, además de tragar duro, alzo mi mentón en desafío.
—¿Te acobardas, peleona? -susurra golpeándome con su aliento en la cara. Sin encontrar mi voz meneo mi cabeza en negación, no perdiendo el desafío en mi expresión-. Vaya. Pensé que pelearías al llamarte cobarde.
Mis ojos inevitablemente viajan a sus labios y al lunar de su nariz que me roba el aliento por un segundo. Muerdo mi labio porque no quiero hacer o decir algo que seguramente sonará inestable por mi voz, y miro fijamente ese punto que me desestabiliza.
No entiendo el efecto de los lunares en mí, es algo que jamás le di vueltas, pero ahora... de pronto la imagen de Jungkook y ese lunar debajo de su labio llega a mi mente.
Parpadeo para salir de mi trance y doy un paso hacia atrás, embargándome de la nada un sentimiento ridículo de estar haciendo algo incorrecto. Entonces, para más confirmación, la puerta de la sala se abre y por ella entra Jungkook.
Sus ojos están sobre mí, inexpresivo, después caen sobre Taehyung quien se aleja de mi para cuadrarse como todo un oficial. Las cejas del recién llegado se fruncen y se detiene enfrentándonos.