La balacera se desató, con Jungkook deslizándose con una repentina elegancia, tomando el arma que seguramente había sido obligado a soltar y apuntó entonces a un aturdido pelinegro. Este se espabiló tan rápido como se vio amenazado y se alejó de un salto antes de que le disparasen.
Más hombres con armas se adentran a la riña comenzando a disparar como locos, y yo, tiesa como una piedra, lo único que hago es observar con la boca entreabierta como si fuera una película de acción. Me vi halada con brusquedad hacia atrás, fuera de mi ensimismamiento, alterándome por un segundo.
Me encuentro de lleno con el rostro descubierto de Seokjin, que a la par de disparar me cubre con su mano libre, pegándome a su cuerpo. Él gira sobre sí mismo varias veces con gran rapidez, y ese es el momento en que los disparos me afectan y me hacen gritar.
—¡Jin, sácala de aquí! Iré por Park –grita Jungkook corriendo detrás de quien, ahora sé, es el tal Park.
Jin dispara a diestra y siniestra mientras avanza a la salida y la silueta de Jungkook desaparece poco a poco.
—Espera, espera, espera –zarandeo mi cuerpo hasta deshacerme de su agarre– ¡Espera! No puedes abandonarlo así. Lo van a matar.
Ya estábamos fuera de aquel almacén ubicado cerca de un muelle. Jin me mira ceñudo, quizá confundido o enojado por lo inconsciente que al detenerme así en estas circunstancias. Los disparos dentro del lugar aún se escuchan tan cerca que estoy segura y no tardaran en ir a por nosotros.
—¿Que no escuchas a Jeon? Debo ponerte a salvo –intenta tomarme del brazo pero yo me alejo. Suspira irritado–. Perfecto, no lo dejemos solo, ¿cómo piensas ir por él? ¿Entrarás como si fueras de acero entre las balas?
—¡No lo sé! Pero hay que hacer algo. Hay que llamar al jefe Kim. –comencé a hiperventilar y alterarme por alguna razón ajena a mí.
—Él estará bien. Tranquila –aprieta con afabilidad mis hombros y me mira directo a los ojos–. Está loco, es terco, pero es muy bueno en esto. Ahora vámonos antes de que vengan más por nosotros.
Sin dejarme protestar más me hala con fuerzas hasta una plataforma de aquel muelle y allí, esperándonos, rápidamente nos subimos a un ferry. Miraba de vez en cuando hacia atrás, pensando que en cualquier momento Jeon Jungkook aparecerá en la plataforma del muelle.
Seokjin desaparece de mi vista no sé en qué momento. Creo haber escuchado cuando me ordenó algo pero no oí bien. Me encuentro sola y alterada entonces, no me despejo de la borda mirando hacia el almacén. Juego con mis manos con nerviosismo, suspirando temblorosamente e insultando Jungkook por ponerme de los nervios así.
Cuando mi diccionario de insultos se terminaba, una fuerte explosión estalló todo el almacén, provocando que un chillido agudo saliese de mí. El techo de aquel almacén vuela por doquier y a través de las ventanas puedo ver fuego.
Carajos.
El primer impulso que tengo es correr y saltar del ferry a la plataforma, de regreso al almacén. Gritan mi nombre, y sé que es Jin, pero yo no me detengo. No se oye más que la candela abrasadora chamuscando materia.
Esquivo maderas encendidas, metales afilados desperdigados por todas partes y avancé como pude a mi objetivo. No sé lo que estoy haciendo, no sé lo que me lleva a ir por él, pero sí sé que no quiero ver más muertes.
Me ha dolido la muerte de Taehyung y, aunque me cueste admitirlo, no quiero que ese patán de Jeon Jungkook muera. Lo quiero lejos de mí, quiero que me libere pero… simplemente no quiero que muera.
—¡¡Jungkook!! –Grito a media voz cuando siento que no puedo avanzar más–. Jeon Jungkook, ¡aparécete, demonios!
Miro a todas partes, giro sobre mi eje, grito una vez más y toda esperanza escapa poco a poco de mi cuerpo como si de un reloj de arena se tratase. Estoy comenzando a enojarme con él en demasía. Debe aparecer.
—¡Kookieeee!
Intento gritar una vez más y soy cortada en seco al sentir un golpe en la parte posterior de mi cabeza. Exhalo tirada en el suelo rocoso, cansada a la par que resignada. Boca abajo solo puedo ver solo unos zapatos de quien sea me haya golpeado, hasta que se acuclilla a mi lado me hace mirarle cogiéndome del cabello.
Un hombre vestido completamente de negro me sonríe abiertamente, provocando que el estómago me diese un vuelco. Respiro con dificultad y le fulmino con toda la rabia que llevo acumulada. Levanta su mano hecho puño con obvias intensiones de golpearme y yo espero el golpe con orgullo.
Nuevamente, aparece un segundo salvador para impedirlo. Jungkook le propina una patada con sus pesadas botas de combate y no puedo estar más aliviada; caigo desganada de nuevo al suelo. Sentimientos inconexos se arremolinan en mi interior, hago para levantarme.
Rápidamente él me ayuda, inspeccionando mi extensión y rostro, luego suspira de alivio al cerciorarse de mi bienestar. Él, en cambio, está todo herido, golpeado y maltratado. Yo por mi parte me sujeto de su camisa apretando la tela entre mis dedos para recolectar suficiente fuerza y propinarle un puñetazo. Y lo hice, con un grito de frustración acompañándole.
—¡¿Eres un imbécil?! –Le golpeo una, y otra, y otra vez hasta que me agoto nuevamente y pego mí frente a su pecho–. ¿Quieres matarme de los nervios?
Silencio. No se mueve y lo único que oigo es su respiración agitada, al igual que la mía. Segundos de pesado silencio bastaron para que sus manos temblorosas cubrieran mi cabeza y acariciaran mi cabello con delicadeza.
Mis dedos aflojaron poco a poco su camisa, dejando arrugas en ellas, y lentamente se deslizaron por su torso hasta rodearle la cintura con mis brazos. De un momento a otro, sin darme cuenta, siento que besa mi pelo y allí es cuando ese simple gesto me desestabiliza, entonces comienzo a llorar.
—Lo siento. –susurra aún con sus labios sobre mi cabeza.