Y Entonces Me Enamoré - Jeon Jungkook

Capítulo 17

¡Holaaaaaa! Lo sé, soy una perra. Desaparecí por unos dias bien largos.

En fin. Para contentarlos les tengo una doble autalización. ¡Siiiiiiii!

¡Aplaudan, carajo!

Disfruten. Espero ver comentarios de estos. Muchas gracias por esos mil ojistos. Me sentí solita al inicio. T_T Los quiero un montón.

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Capítulo 17

 Estoy muy cómoda sobre el capó del auto, observando entretenida a Kookie caminar de un lado a otro ladrando órdenes y supervisando una lista, que no puedo ver por la distancia. Los músculos de su brazo se contraen cuando señala un lado y luego otro, y no puedo evitar sonreír de lado, disfrutando de la vista.

 Nos encontrábamos en una autopista enorme, y sinceramente no me interesó preguntar qué hacíamos aquí porque no haría nada después de todo. Cambio de lado el palillo de mi chupeta e inclino mi cabeza, curiosa ante la llegada de un gran camión desgastado. Un montón de hombres se aglomeran tras este vehículo, a la espera de que las compuertas se abran.

 Ah… así llegué yo aquí.

Tragué duro al cruzarme una única cosa por la cabeza. Nunca supe si hubo otra antes de mí, y si de ese montón de mujeres hay alguien que le agrade más que yo entonces estoy perdida. ¡Perderé mi maldito puesto de reina tan pronto! Perderé mi libertinaje y volveré a mi miserable vida.

 Estás actuando un poco tóxica…

 Pues al demonio con la cordura, amo ser esta nueva versión de mí. ¡Viva la puta tóxica!

 De un brinco me bajo del auto, hago mi camino hacia el dios Jeon, apartando bastardos de mi camino y sostengo la chupeta entre mis dedos antes de llegar a su lado. Observo sobre su hombro, inocentemente, la lista que tiene en mano, descubriendo solo números y nombres. Alzo las cejas al no ver un nombre de mujer.

 Pero si las que salen del camión son chicas. Frunzo la nariz confundida.

 —¿Qué haces, Kookie? –hablo bajito para no causarle un infarto. Aunque suena divertido.

 —Superviso la entrega. –responde sin más.

 Bastardo. ¿Que no puede ser más específico y explicarme todo este bululú? Definitivamente le hace falta volver a la escuelita. Respiré hondo, conté hasta quince, le sumé siete números más porque no bastaron los quinces y me dirigí a él de nuevo.

 —¿Qué harás con todas esas chicas?

 —Lo mismo que a las que estuvieron contigo –vuelve a decir con voz neutra–. Las enviaré a prostíbulos y venderé algunas a jefes de otros rincones.

 Fruncí los labios inconforme con toda la basura que soltó.

 —¿Alguna favorita? –insisto un poco más cerca.

 Bufa una risa divertida que me hace entrecerrar los ojos, sintiéndome burlada por este hermoso espécimen. Niega levemente con la cabeza y me mira por sobre su hombro, donde estoy apoyando mi mentón.

 —Tú eres mi favorita. –sonríe, una mirada seductora acompañándole.

 Agito mis pestañas inocentemente. Hay momentos en los que este bastardo me saca la piedra y hay otros en los que provoca fuegos artificiales en mi vientre. ¿Quién habrá inventado esa mierda de mariposas? Yo siento una mini mí, en pantis, corriendo por toda mi panza.

 —En unos minutos termino, cariño –avisa pellizcando mi nariz–. Iré a ver a las chicas.

 Entonces una abrasadora llama comenzó a crecer desde mi vientre y subió hasta mi cabeza. Me sentí como esos dibujos animados en los que le esbozan al personaje llamitas de fuego en los ojos. Es un sentimiento asqueroso, y me rehúso a llamarle celos. No, no le diré celos.

 Se llamará Pinky. Sí, pinky. Eso es… ¡Siento a la puta Pinky invadir mi cuerpo por completo! Así que me aproximo a caminar a su lado.

—Iré contigo –canturreo, manoteando mi cabello sobre mis hombros–. Estoy aburrida allá.

 No replicó en cuanto lo alcancé, así que ni hablé. No necesitaba decirle más, solo quiero que la estúpida de Pinky se calme, y ver también desde la perspectiva de los locos ¿por qué no? Repuse la chupeta entre mis dientes al tiempo que entrábamos en una pequeña estructura que parecía un almacén. Dentro había un montón de chicas atadas de pies y manos, aturdidas.

 Tragué duro al ver la escena. Muy en el fondo, el sentimiento aterrador de estar perdida y sin salida vuelve a florecer, pero como un pequeño pellizco. O como un gas que estalló en mi interior y listo, desapareció. Estas chicas, como yo una vez, están muertas del miedo. Pero entenderán después que esto es una pasada.

 —¿Por qué los números están descontrolados? –pregunta Jungkook a unos de los que custodian el lugar.

 —El camión fue interceptado en la mañana –contesta el sujeto, mucho mayor que Kook y aun así habla con tiento. Pobre–. Pasamos por territorio Park.

 Mis oídos se agudizan de pronto, los vellos de mis brazos erizándose a la mención del idiota de Park. No le conozco, ni siquiera recuerdo su nombre o si realmente lo oí, pero me hierve la sangre recordar cada segundo de terror que me hizo pasar en aquella misión. Pagará con sangre y yo me aseguraré de eso.

 Kookie tampoco parece muy feliz. Le miro pasar sus manos por el rostro y luego sus cabellos, notándose a legua que está a punto de enloquecer. Sonrío internamente y apuesto conmigo misma la reacción que tendrá a continuación.

 Tiene pinta de que gritará. O golpeará al sujeto. O seguro le dé un arranque de lujuria, me tome del pelo y me be… oh. O le dé por tomar su arma y dispararle al tipo. Sí, ¿por qué no?

Por un momento olvido a las chicas presentes y cuando las oigo chillar por el disparo es que me acuerdo de ellas. Doy un paso hacia atrás y veo caer el cuerpo justo delante de mí. Arrugo los labios al verle un enorme hoyo en la cara que no le queda para nada lindo. Ugh.



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Editado: 22.10.2022

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