Y Entonces Me Enamoré - Jeon Jungkook

Capítulo 19

Todo pasó rápido. Llegamos a la mansión, donde nos esperaban el jefe Namjoon y Jennie, los hombres que subieron conmigo al camión bajaron a Jungkook, inconsciente, y le llevaron dentro de la mansión con Jennie detrás de ellos para atenderlo.

 Yo veía todo en cámara lenta. Yo solo me dedicaba a mirar, con lagunas en los ojos, mientras lo bajaban y llevaban. Me negaba a chillar con histeria. No haría ese tipo de espectáculo delante de tanta gente, ni aunque impotencia sea lo único que sintiese por dentro.

 Con mi mente lejana, ya sentada en el salón, le expliqué a Namjoon el plan que tenía Kook de recuperar los barcos y el camión que interceptaron en la tarde. También le conté lo ocurrido en la mansión de Park, y que, por la gran explosión, asumimos que está muerto.

 —Eso lo confirmaré yo cuando ese idiota despierte –dice después de que terminase mi relato–. Por otro lado, ¿cómo se te ocurre ir en busca de que te maten?

 Porque también es una idiota.

 Admito que tienes razón, pero cállate.

 No digo nada, me mantengo en silencio hasta que Namjoon se lo toma como un claro “púdrete”, y se marcha a la segunda planta, donde Jennie atiende a Kook. Permanezco sentada en el sillón individual, platicando conmigo misma, con la estúpida voz que me repite una y otra vez cuan loca estoy. Yo aún me sigo negando a llamarle locura.

 Lo que hice hace unas horas, como actué, no lo considero una locura. Lo considero una forma de expresar mi amor a esta libertad, mi forma de vivir lo que no pude siendo una fracasada. No me importa si arriesgo mi vida para expresarme, me encanta esta nueva yo.

 Pero esta vez no fue tu vida la que corrió peligro.

 Sacudo la cabeza cuando ya siento que la insidiosa voz molesta está pasándose conmigo. No necesito una segunda voz en mi cabeza si lo único que hará es llenarme con cargos de conciencia.

 Oigo la puerta de la habitación de arriba y a los segundo sale Jennie del pasillo estrecho que conduce a la habitación. Me mira desde la segunda planta, su rostro cansado y apagado, y baja construyendo una sonrisa leve hasta llegar a mí. Me pongo de pie a la espera de lo que tenga que decirme.

 —Ha despertado –dice y mi corazón da un salto, al tiempo que dejo de retener el aire–. Había perdido mucha sangre, por lo que se desmayó, pero está perfecto.

 Junto mis manos delante de mi pecho, como si rezara y le sonrío con toda sinceridad.

 —Muchas gracias.

 Su sonrisa se extiende, abarcando todo su delicado rostro de muñequita, bien maquillado… Alto ahí Pinky. Con mi amiga no te metas.

 —Ahora nada más le hace falta reposo hasta que su herida sane –añade, sacándome de mis pensamientos–. Debe estar en cama al menos cuatro semanas. Sin poner peso sobre la pierna, o su herida se abrirá.

 —Claro, por supuesto –hago una afirmación con saludo militar–. Yo me encargaré de él.

 —Sé que lo harás –dice entre una risita divertida y yo le guiño un ojo–. Deberías ir arriba. Desde que despertó no ha querido decir nada a nadie, ni siquiera a Nam. Y cuando salí de la habitación me ha pedido antes que te llamara.

 Alcé mis cejas al cielo, desconcertada y asombrada al tiempo. Que el hablador de Jungkook no diga nada, ni siquiera un insulto o refute a su jefe, es bien pero bien raro. Asiento a Jennie antes de subir rápidamente a la segunda planta y entrar en la habitación.

 Namjoon estaba allí, soltando regaños, sapos y culebras a diestra y siniestra. Kook estaba en la cama, la ropa negra de la misión puesta, pero una pierna de su pantalón ha sido cortada, dejando a la vista un vendado adecuadamente ajustado.

 —¡Ya estoy harto de tus mierdas! –grita Namjoon, evidentemente enojado.

 Me acerco lentamente, escuchando cada regaño del jefe Kim, mientras veo a Kookie con la cabeza baja, y sus manos laceradas se ven enlazadas sobre su regazo. Cuando estoy casi a su altura sus ojos se desvían hacia mí y algo posee sus ojos. Un brillo de sorpresa, alegría y… alivio.

 —Karly –dice en un suspiro tembloroso. Llego a su lado y me siento en el borde de la cama–. ¿Dónde has estado?

 —Abajo.

 —Muy bien –declara Namjoon mirando directamente a Kook–. Como ya paso a segundo plano, será mejor que me vaya.

 Asiente a modo de despedida hacia mí y se aleja a la puerta, no sin antes dedicarle una mirada impasible a Jungkook, quien ni le presta atención. Cuando el ignorado superior de Kookie se marcha, vuelvo la vista de nuevo a él.

 Me tomo la libertad de usar una de mis manos para tomar su rosto e inspeccionarlo todo. Él hace lo mismo, paseando sus ansiosos y alterados por mi cara. Veo algunos moretones y rasguños pero sigue siendo muy muy apuesto. Sonrío ligeramente para mostrarle tranquilidad.

 —Me diste un susto de muerte, maldita sea. –siseo tratando de sonar enojada, pero era difícil cuando más bien mi lado preocupado salía a flote.

 Una de sus comisuras se eleva levemente en una sonrisa algo forzada. Levanta una mano, me toma de la nuca y de un empujón pega su frente de la mía.

 —Estoy bien. –dice en un murmuro ronco y débil.

 —Pues me alegra –digo arrugando la nariz–, pero a ver si eres más delicado, hombre. Me ha dolido el golpe con tu cabeza hueca.

 La pequeña sonrisa que cargaba se hace más grande y luminosa, haciendo que mi pobre corazón sufra de un pequeño infarto.

 —Lo lamento –suelta aun cerca de mis labios–. Me he emocionado.

 ¡Pero bueno!, ¿cómo es que no te has muerto, mujer?

 Mi ceño se frunce por inercia, y la confusión se abre paso en mi cuerpo ante la nueva faceta romántica-tierna que ha tomado este ser. Aclaro mi garganta y busco la manera de huirle a tanta intensidad. Me echo hacia atrás con tiento y hago como si fuese enfermera especializada, le inspecciono la pierna con la yema de mis dedos.

 —¿Cómo estás? –pregunto, quitando la vista del vendaje ensangrentado.



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Editado: 22.10.2022

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