Y llegaste Tú

Capítulo 47

El aire de Florida tenía un aroma diferente.

Emma lo notaba cada vez que salía de la tienda después de su jornada.

No era solo el cambio de clima, sino la sensación de que algo en su vida había tomado un giro inesperado.

Habían pasado tres semanas desde que habian visitado a Max por primera vez, y en ese tiempo, lo había visto con más frecuencia de lo que jamás habría imaginado.

Al principio, fueron encuentros casuales, casi forzados por Sofía, quien parecía tener una agenda secreta para unirlos. Pero, con los días, se volvieron más naturales.

A veces, se encontraban en cafeterías. Otras, en restaurantes y pasillos del super y hubo un par de veces en que Max la esperó a la salida de su trabajo, con una excusa torpe sobre estar “por ahí” de casualidad.

Emma no era tonta. Sabía que algo estaba cambiando entre ellos.

—No busques distracciones, Emma. —se había dicho una vez, con ese tono grave que usaba cuando quería alejar a la gente.

Ella no insistió, pero tampoco se alejó.

Y ahora, después de tres semanas, estaba allí, en su cafetería favorita, con el café entre las manos, esperando. Porque sabía que él aparecería.

Y no se equivocó.

Max entró con su postura firme y la mirada que parecía analizarlo todo antes de reaccionar.

Llevaba el cabello ligeramente desordenado y el cansancio en los ojos.

—Hola. —dijo él, con una ligera sonrisa.

—Hola.

Se sentó frente a ella, en la misma mesa de siempre.

— ¿Día pesado? —preguntó Emma, ​​estudiando su expresión.

—Como siempre. —Max tomó un sorbo de café, que le sirvieron minutos después de sentarse, sin apartar la vista de ella—. Aunque tengo la sospecha de que el tuyo ha sido más ligero.

Emma arqueó una ceja.

—¿Por qué lo dices?

—Porque parece que tienes algo en mente.

Ella soltó una pequeña risa.

—Quizá lo tengo.

Max dejó la taza en la mesa y entrecerró los ojos.

—Emma…

—¿Qué?

—Si sigues mirándome así, voy a empezar a preguntarme qué es lo que realmente quieres de mí.

El aire entre ellos cambió en un instante.

Emma sintió cómo su corazón se aceleraba, pero no apartó la mirada.

—Y si te dijera que quiero entender ¿qué es lo que tú quieres?

Max no respondió de inmediato.

Se recargó en la silla, observándola con esa intensidad que hacía que a Emma se le secara la boca.

—No te convengo, Emma.

—Déjame decidirlo yo.

Un destello cruzó los ojos de Max, algo entre la frustración y el deseo de contenido.

—Emma… —Su voz fue un murmullo bajo, casi un ruego.

Ella apoyó los codos en la mesa y se inclinó un poco hacia él.

—Dime que no sientes nada cuando estamos juntos. Dimelo y me iré.

Max apretó la mandíbula.

Emma lo vio debatirse internamente. Lo vio cerrar los puños sobre la mesa y desviar la mirada, como si la respuesta estuviera escrita en algún punto del suelo.

Pero no la dijo.

El silencio entre ellos era más elocuente que cualquier palabra.

Emma suspiró recogiendose el cabello detrás de la oreja antes de tomar su café y ponerse de pie.

—Nos vemos luego, Max.

Se alejó sin mirar atrás, aunque sintió su mirada clavada en su espalda.

Y por primera vez en mucho tiempo, se permitió esperar que él fuera quien la siguiera.



#50304 en Novela romántica
#8220 en Chick lit

En el texto hay: decepciones, cliche, amor_y_maltrato

Editado: 19.06.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.