Y llegaste Tú

C56

Beth estaba allí. Su rostro bañado en lágrimas, su mano tibia aferrando la suya como si soltarla significara perderla otra vez.

—Emma, estás bien —dijo ella, y aunque su voz era suave, temblaba como una hoja al viento.

Emma quiso responder, pero su garganta estaba reseca, y su lengua apenas obedecía. Movió los labios sin sonido. Max, a un lado, le acarició la frente con dedos temblorosos, como si no pudiera creer que estuviera viva.

—No tienes que decir nada —susurró él—. Solo... mírame.

Emma lo hizo. Sus ojos se encontraron, y por un instante, todo lo demás desapareció: el dolor, la confusión, la memoria fragmentada. Solo estaba Max. Su ancla. Su verdad.

Pero ese momento duró poco.

Un golpe seco en la puerta interrumpió la escena. Emiliano entró sin esperar respuesta, su rostro marcado por la angustia. Erika iba detrás, como una sombra amarga. Beth se levantó de inmediato, interponiéndose entre Emma y ellos.

—No ahora —dijo Beth, su voz firme.

Emiliano alzó ambas manos, con un gesto de súplica.

—Solo quiero verla.

—Ya la viste antes. Déjala descansar.

Erika soltó un bufido.

—Por favor, Beth. No exageres. Solo está despierta, no muerta.

Max giró hacia ella con la mandíbula apretada.

—Erika, cállate.

Emma pestañeó, el nombre resonando dentro de su cabeza como una campana vieja y oxidada. Erika. ¿Por qué ese nombre la hacía temblar por dentro?

—Tú —murmuró, apenas un susurro rasposo.

Todos la miraron.

Beth se volvió hacia ella de inmediato.

—¿Qué dijiste, amor?

Emma tragó saliva con esfuerzo.

—Ella... —su voz apenas era aire— ella me gritaba... me decía que no servía para nada...

Erika palideció. Emiliano cerró los ojos.

Beth se acercó a Emma, acariciando su cabello.

—No tienes que recordarlo todo ahora, cielo. Solo quédate conmigo.

Pero Emma ya estaba intentando levantarse. Su cuerpo débil temblaba. Max la sostuvo, ayudándola a acomodarse.

—Quiero saber... —dijo ella, con un poco más de fuerza— qué hacen aquí.

Erika frunció el ceño, visiblemente irritada.

—¿Qué te pasa ahora? ¿Te vas a hacer la víctima?

—¡Erika! —espetó Emiliano.

Pero Emma la miraba fijo. En su voz había más claridad que antes.

—Me pegaste... me encerrabas... me gritabas todo el tiempo...

Las palabras, entrecortadas, eran como cuchillas en el aire.

Erika apretó la mandíbula.

—Eras una malcriada. Siempre llorando, siempre molestando a mis hijos. No te soportabas ni tú misma.

Un silencio denso se apoderó de la habitación.

Beth se volvió lentamente hacia Emiliano.

—Sácala de aquí —dijo.

Él dudó.

—Beth...

—Ahora.

El tono no admitía réplica. Emiliano asintió y tomó a Erika del brazo. Ella se zafó, pero terminó saliendo.

Antes de cerrar la puerta, Emiliano la miró.

—Emma... te juro que esta vez no voy a irme. No otra vez.

La puerta se cerró tras ellos, y la habitación quedó en penumbra.

Emma respiraba con dificultad. Las lágrimas le corrían por las mejillas. Beth le limpió el rostro con ternura.

—¿Por qué... por qué me hicieron eso? —susurró.

Beth no supo qué decir. Tragó el nudo en su garganta y le besó la frente.

—No lo sé, mi amor. Pero nunca más te van a hacer daño. Nunca más.

Max se sentó a su lado, sin soltar su mano.

—¿Te duele algo?

Emma negó con la cabeza, pero su expresión era otra cosa. Dolía, sí. Pero no el cuerpo. Dolía el alma. El recuerdo. La traición.

—¿Estoy... loca? —preguntó de repente.

—No —respondió Beth de inmediato.

—Entonces... ¿por qué no me acuerdo de todo? ¿Por qué solo algunas cosas? ¿Por qué siento que... hay algo más?

Beth sintió que su estómago se contraía.

—Es normal, has pasado por mucho. Tu mente se está protegiendo.

Emma volvió a mirar al techo.

—Siento que algo importante me falta. Como si estuviera... incompleta.

Max intercambió una mirada con Beth. Él no sabía nada de la verdad, pero percibía la tensión que vibraba debajo de cada palabra.



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En el texto hay: decepciones, cliche, amor_y_maltrato

Editado: 19.06.2025

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