Beth decidió enfrentar a Emiliano.
—Quiero que hables con ella —dijo—. Pero bajo mis condiciones.
—Haré lo que me pidas.
—Sin Erika, sin tus otros hijos solo tú, una vez.
Cuando Emma lo vio entrar, sintió que una parte suya se endurecía.
—Hola —dijo él, nervioso.
—Hola.
Se sentó frente a ella.
—No sé por dónde empezar.
—Por la verdad —dijo Emma, sin mirarlo.
Emiliano tragó saliva.
—Lo que hice fue imperdonable, te alejé de tu madre permití que te criaran personas que no te querían, no hay justificación. Solo... miedo y cobardía.
Emma lo miró por fin.
—Nunca me sentí querida, ni por ti, ni por nadie.
Él agachó la cabeza.
—Lo sé, y lo siento, Emma. Sé que no merezco tu perdón pero estoy aquí para asumirlo todo.
Emma se quedó callada. Luego dijo, con voz firme:
—No te odio, pero tampoco te amo y no sé si alguna vez lo haré.
Emiliano asintió.
—Solo quería que lo escucharas de mí.
Y antes de marcharse, añadió:
—Tienes la fuerza de tu madre.
Emma no supo qué decir.
Pero cuando se fue, no lloró. Ya no.