Y llegaste Tú

C65

Los días se habían vuelto más suaves en casa, pero aún quedaban nudos por desatar.

Uno de ellos tenía nombre propio, Bryan.

Desde la discusión, no se había dejado ver, comía en su habitación, evitaba cualquier reunión familiar y salía sin decir a dónde iba Emma no lo buscó aprendió que hay heridas que necesitan espacio.

Pero una tarde, mientras organizaba algunos libros en la sala, lo encontró parado en la puerta, con la mirada baja y las manos en los bolsillos.

—¿Tienes un minuto? —preguntó.

Emma asintió, sin dejar de mirarlo.

Bryan se acercó y tomó asiento frente a ella, sin rodeos.

—He estado pensando en muchas cosas sobre todo, en quién fui contigo.

Emma se quedó en silencio.

—La verdad —continuó él—, no sabía que cargabas tanto pensé que solo eras… exagerada molesta pero eras una buena persona que ha pasado por mucho y nunca lo vi.

Emma tragó saliva las palabras eran simples, pero pesadas.

—No vine a esta casa buscando venganza, Bryan solo quería saber quién era y tal vez, encontrar algo parecido a una familia.

Él asintió.

—¿Crees que pueda hacer las cosas mejor? no prometo ser perfecto pero sí honesto.

Emma se permitió una sonrisa leve.

—Empieza por ahí.

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Esa noche, Joshua volvió del campamento.

Su llegada fue todo menos silenciosa entró arrastrando maletas, con la voz fuerte y el rostro lleno de entusiasmo… hasta que la vio.

—¿Qué hace ella aquí?

Todos se quedaron en silencio.

—Joshua —dijo Beth con paciencia— necesitamos hablar.

Él no escuchó se dio media vuelta y subió las escaleras sin decir palabra.

Emma sintió una punzada en el pecho no era nuevo, pero dolía igual.

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Pasaron dos días sin que Joshua hablara con ella luego, un mediodía cualquiera, mientras Emma regaba las plantas del jardín, él apareció detrás de ella.

—¿Por qué nunca dijiste nada? —preguntó sin mirarla.

Emma se giró lentamente.

—¿Te habrías detenido a escucharme?

Joshua bajó la vista.

—No.

—Entonces, ¿por qué me pides explicaciones ahora?

Él se encogió de hombros.

—Porque ahora no dejo de pensar en lo que debiste sentir.

Hubo un silencio largo entre ellos.

—No te pido que me quieras —dijo Emma, con la voz firme—. Solo que no me odies por existir.

Joshua asintió.

—No te odio. Solo… no sé cómo encajarte. Pero quiero intentarlo.

Y eso bastó.

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Al caer la noche, Emma recibió un mensaje de Max.

Max:
“Te espero en el muelle. No hay cena elegante, pero hay estrellas.”

Emma sonrió. Se abrigó, tomó una linterna y caminó los cinco minutos que separaban la casa del viejo muelle junto al lago.

Max la esperaba sentado con los pies colgando sobre el agua a su lado, una manta y un termo de té.

—¿De verdad no hay cena elegante?

—De verdad pero traje un buen té que sabe a hogar —respondió con una sonrisa.

Se sentaron juntos el silencio no pesaba al contrario, cobijaba.

—¿Sabes qué pienso? —dijo Max tras un rato.

—¿Qué?

—Que no todos los comienzos tienen que doler.

Emma se recostó en su hombro. No dijo nada. Pero su pecho se expandió con calma.

—¿Y los finales? —preguntó.

—Tampoco. Porque tal vez este no sea un final… tal vez sea solo… otra forma de empezar.

Emma cerró los ojos. No hubo besos dramáticos, ni promesas eternas.

Solo dos almas sentadas bajo las estrellas, compartiendo silencio.

Y por fin, sin miedo.



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En el texto hay: decepciones, cliche, amor_y_maltrato

Editado: 19.06.2025

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