Y me encontré en tu mirada (un amor en Navidad)

Capítulo 2

Una vez que llegaron a la ciudad, Kike casi se salía por la ventanilla, observando todo a su alrededor.

Lo primero que Roy hizo fue asegurar la habitación donde pasarían la noche y el resto de los días mientras ubicaba un lugar más decente para vivir.

Luego, presentarse en la entrevista del servicio de taxis con el cual esperaba laborar mientras se terminaban las fiestas y todo regresara a la normalidad para poder buscar un empleo acorde con su profesión. Agradecía poder contar con el GPS para que le ayudara a movilizarse mientras aprendía las diferentes rutas, era bueno para memorizar y sabía que, en un pestañear, se aprendería los nombres de cada avenida en esa ciudad.

Comenzaba a sentirse confiado y feliz.

 

 

Era tanta la demanda de taxis en la ciudad que ese mismo día comenzó a laborar, teniendo que disculparse con los clientes cuando veían a Kike acomodado en uno de los asientos traseros.

Agradecía que nadie se había quejado y, también, que solo le habían tocado clientes individuales y no parejas porque allí sí que estaría en problemas con el espacio. Tenía la dirección de una guardería cercana a la habitación que había rentado y sería lo primero que visitaría al amanecer.

 

🎅

 

—Papá, ¿crees que Santa lograra encontrarme en este lugar? No le dejé dicho en mi carta que me iba a mudar —los ojos del pequeño se opacaron ante la incertidumbre, pero el aludido se esforzó por brindarle una sonrisa amplia para asegurarle que, «el gordito de los renos», encontraba a los niños buenos hasta escondidos dentro de una cueva, con lo que ambos sonrieron esperanzados.

—¿Qué pediste en tu carta, Papá?

—Mucha vida y salud, para cuidarte y protegerte hasta que seas un ancianito —el niño sonrió, sintiendo una gran calidez dentro de su inocente y bondadoso corazón al escuchar a su padre.

Roy suspiró pensando en que, lastimosamente, Santa no podía regresarlo en el tiempo para recuperar a su amada Rosaura y volver a darle a Kike la familia unida y feliz que tuvo hasta hace dos años. Tampoco mintió cuando pidió vida y salud, siendo que, él era la única familia que su hijo tenía y que, si algo llegase a pasarle, temía demasiado por el bienestar de su pequeño retoño.

 

🌟

 

Los siguientes días estuvo laborando incansable, a duras penas se tomaba un pequeño receso para atender a su hijo, odiando tener que mantenerlo rodando con él dentro del vehículo cuando se terminaba el turno en la guardería. Sintiéndose un padre irresponsable y repitiéndose incontables veces a sí mismo, que todo era pasajero y que muy pronto sus vidas volverían a la normalidad.

La víspera de Navidad, después de la hora del almuerzo, decidió visitar una juguetería para preguntar por el famoso Voltrex Turbo que su hijo esperaba recibir con tantas ansias. Roy era un hombre noble, respetuoso y muy contadas veces salía una indecencia de su boca, pero tenía que reconocer que se esforzó por no decir la primera palabra que vino a su mente cuando la encargada le mencionó el precio del juguete.

Agradeció y salió de la tienda, cabizbajo. Volviendo al estacionamiento por su vehículo, sintiendo que no solo eran las ilusiones del niño las que pendían de un frágil hilo, sino también las suyas, al querer darle una feliz Navidad a su retoño.

«¿Cómo iba a explicarle que Santa no lo visitaría después de que se esforzó tanto para convencerlo de lo contrario?».

Se acomodó frente al volante y ajustó su cinturón de seguridad, haciendo un ligero recuento de los viajes que tendría que hacer para reunir la cantidad de dinero que le faltaba, sin querer darse por vencido, pero sabiendo, muy en el fondo, que las probabilidades volvían a estar en su contra. Rascó su sien e inhaló profundo antes de encender el motor y ponerse en marcha, aún quedaban casi dos horas antes de que tuviera que ir por su hijo a la guardería.

Apenas salió del estacionamiento, pasando frente al centro comercial que acababa de visitar, observó a una mujer cargada con un montón de bolsas y paquetes, haciéndole repetidas señas a un taxista que pasó de largo, quizás no la vio o ya iba ocupado, por lo que él redujo la velocidad y se orilló para aprovechar la oportunidad.

 

 

Cuando subió al vehículo, ella apenas si respondió al saludo con el cual la recibió. La mujer hizo un alto en la airada conversación que mantenía por celular para fijarse en la credencial que se mostraba colgando del retrovisor, una que lo calificaba como taxista y, a continuación, le indicó el nombre de una entidad bancaria que él ya conocía, por lo que no necesitó ubicar la dirección en su GPS.

Ella no paraba de discutir con la persona al otro lado de la línea y Roy se esforzó por enfocarse en la congestionada vía, pero, sin poder evitarlo, el par de hermosos ojos azules que le devolvía el retrovisor se robaban constantemente su concentración.

Al llegar a su destino, la mujer canceló el servicio y, como si mantuviera una ardua batalla contra el reloj, abandonó el taxi sin siquiera agradecer. Él la observó en todo momento, hasta que ya no pudo verla más cuando entró al edificio, fue entonces cuando se dio cuenta de las bocinas del resto de vehículos apilados tras del suyo, quienes le exigían avanzar.



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En el texto hay: familia, navidad, romance

Editado: 10.12.2021

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