Y me encontré en tu mirada (un amor en Navidad)

Capítulo 5 (Final)

—Puedo entretenerlos mientras lo arreglan todo —se ofreció de inmediato, sabiendo que solo así podía retener a Kike un tiempo más afuera, para explicarle algunas cosas con calma. No quería que su hijo llorara en la noche de Navidad.

 

💝

 

Una vez confirmado, y acompañado por uno de los hermanos de Celina, llevó a los niños al jardín con el fin de observar las grandiosas decoraciones de la vivienda y de las casas vecinas. Sonrió al pensar en que, para ellos, estar entre tantas luces y adornos navideños, era como haberse mudado de repente al mismísimo polo norte, con Santa, sus ayudantes y hasta los renos. No paraban de maravillarse por todo y reír.

Tiempo después, cuando les avisaron que podían regresar a la casa, Roy pidió que se adelantaran mientras él conversaba con su hijo.

—¿Por qué no vamos con ellos, Papá?

—En un momento les alcanzaremos —aseguró, mientras le despeinaba el cabello en un gesto paternal, sin saber cómo continuar—. ¿Te gustó pasar la Navidad en la ciudad?

El niño asintió en silencio, con sus ojos brillantes y con una sonrisa imborrable. Roy rascó su nuca, mirando y buscando un poco de valentía a su alrededor.

—Verás, hijo. Tus compañeritos de juego entraron a la casa porque… Bueno, al parecer, Santa los visitó mucho más temprano este año —y si antes creyó que la mirada de su hijo era brillante, ahora parecía que la luna con todo y estrellas se habían quedado a vivir en sus ojos. Sintió que la garganta se le apretó y tuvo que aclararla para continuar— Hijo, yo quería explicarte que, debido a que no estamos en casa… Quizás… Es decir, es posible que él no nos encuentre… —con todo el dolor de su alma, tuvo que confesarle a su hijo que se había equivocado, Santa no siempre lograba encontrar a todos los niños buenos y, este año, no había podido llegar hasta él.

Para su mayor sorpresa, Kike lo abrazó con ternura, diciéndole:

—Papá, ¿no te das cuenta? —abrió sus manitos como queriendo abrazar a todo lo que le rodeaba, mirándolo repleto de felicidad y Roy se extrañó de que, a pesar de lo que le estaba diciendo, la sonrisa de su hijo se mantenía intacta—. Mi maestra dice que somos muchos niños en el mundo, por esa razón Santa no podía darme los dos regalos que le pedí.

—¿Dos regalos? ¿Qué otra cosa le pediste? —su voz sonaba entrecortada y las lágrimas pulsaban por salir, aunque esta vez no por tristeza, sino porque, había rogado tanto para no defraudar a su hijo que, verlo ahora tan feliz, a pesar de sus vanos esfuerzos, solamente podía atribuirlo a que Dios había escuchado sus súplicas.

—Una nueva familia para verte sonreír porque casi no lo haces desde que mi mami se marchó. Le pedí a Santa que mi papá fuera feliz —y eso fue más de lo que Roy pudo soportar, abrazó a su hijo con fuerza, sus lágrimas rodaron sin control mientras que sus labios temblaban intentando contener el llanto atorado en su garganta. Sin mucho éxito porque no pudo evitar llorar como un bebé, mientras lo abrazaba, agradeciendo a Dios y a su difunta esposa por haberle dado un hijo tan maravilloso.

 

🎁

 

Al regresar a la casa y entrar en la sala, lo primero que Roy pudo observar fueron los brillantes paquetes que habían sido olvidados en su vehículo, cada uno en manos de las gemelas. Celina le dedicó una mirada llena de agradecimiento y él entendió su desesperación por recuperarlos.

Cada niño, junto a sus padres, abrían alegres sus regalos, razón por la que la anfitriona estaba sola, observando la escena desde un sofá y ambos invitados se sentaron a su lado para hacerle compañía, gesto por el que ella le volvió a agradecer.

Kike —susurró en el oído del pequeño—. Santa dejó algo para ti, debajo del árbol —al escucharla, primero se sorprendió, pero luego una gran sonrisa invadió su rostro y fue corriendo a revisar.

Ahora era Roy quien agradecía desde lo más profundo de su alma mientras lo veía abrir el regalo. Ciertamente, no se trataba de un Voltrex Turbo, pero las hermosas palabras de su retoño aún resonaban en su mente, nublándole los ojos y haciéndole sentir orgulloso de tener un hijo tan bondadoso e inteligente.

No supo en qué momento ella se apartó de su lado, pero cuando reaccionó, Celina estaba ofreciéndole una de las dos copas de vino que traía en sus manos.

—Entonces, ¿solo están de paso en la ciudad? —ella había escuchado parte de la conversación que Roy había mantenido con uno de sus hermanos.

—Si le soy sincero, le mentí a mi hijo para convencerlo y poder traerlo hasta acá. Hace una semana perdí mi empleo y por eso me vi obligado a venir para… intentar… —no sabía cómo explicarse ante ella, se sentía un completo fracasado diciéndole estas cosas.

—¿Para intentar salvar la Navidad de su hijo? —Roy asintió y Celina se sintió muy mal al recodar la forma en que lo trató al principio. Hubo un cómodo silencio entre ellos mientras miraban a ambos niños jugando con sus regalos— Fue una suerte que yo no pudiera decidirme sobre cual superhéroe comprarle a mi sobrino.

Sonrió melancólica antes de continuar:

—En verdad, odié haberlas olvidado. Fue difícil conseguir ambas muñecas para mis gemelas, al parecer todas las niñas de la ciudad se enamoraron de las mismas.



#10465 en Otros
#3081 en Relatos cortos

En el texto hay: familia, navidad, romance

Editado: 10.12.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.