Y Raquel nunca volvió

Prefacio

NOTA:

Este libro cuenta la historia de Raquel, siendo una especie de precuela de "¡Corre, Conejo, Corre!", pueden leerlo en cualquier orden, ya que no afecta en lo mas minimo el orden de la saga.

 

¡Ey! ¡Sí tú! ¿Puedes acercarte un poco más? Necesito decirte algo muy importante.

¡Ey! ¡Ven! ¡Aquí abajo! ¡Sí, tú! ¡Disculpa! ¡Es realmente importante!

¡Sólo tardaré unos segundos!

¡Ey, tú! ¡Sí, tú! ¡Ven! ¡Acércate más! ¡Es un secreto! Sólo tú debes saberlo.

¿De acuerdo? Bien, espero que lo entiendas y prestes mucha, muchísima atención:

1) Si algo parece ser demasiado bueno para ser verdad, es porque lo es, no ignores tus instintos.

2) Los chicos misteriosos no son más que unos mentirosos, puede que sean atractivos, pero por lo que más quieras no dejes que jueguen contigo, no les des chances, nunca, podría ser la última vez que te vean con vida.

3) Si vas a ir a una fiesta a la cual alguien cercano a tí te invito, pero luego te diste cuenta que no conoces a nadie allí es porque tú eres la atracción principal, no confíes en ninguna bebida que te den y sin importar que sea hombre o mujer no te vayas solo o sola de la fiesta, BAJO NINGUNA CIRCUNSTANCIA lo hagas sin compañía, para ellos será más fácil así secuestrarte.

Cómo quisiera que alguien me lo hubiera advertido antes, saber que algo así aún era posible en pleno siglo XXI, pero es real, no sólo es fantasía en los libros y por amor a cualquier deidad en la que creas, no pienses que un secuestró es algo lindo o romántico, porque no lo es, yo lo sé.

Allí estaba yo.

Sumergida en la densa oscuridad.

Atrapada.

Sin salida.

Sinceramente no sabía que iba hacer.

¿Sí quiera iba a volver a casa? ¿Iba a volver a ver a mí familia? ¿A mí amigo? ¿Al menos tenía posibilidad de vivir? Todo era tan confuso y el miedo me invadía.

Nunca crees que esas cosas te sucederán a ti, pero pasan, siempre lo hacen. Aquellas personas en las que confías te traicionan y abandonan, te alejan de tú vida, te rompen, porque de alguna manera tú mismo les das ese poder, el poder de destruirte y yo se lo di, lo hice.

Fui tan estúpida.

Pero no era hora de lamentos, de rendirme y aceptar mí realidad, no, era hora de luchar era hora de correr, era hora de sobrevivir, tenía poco tiempo antes de que él decidiera casarse conmigo, lo tenía.

Corre.

Corrí, mis pies ardian al contacto con el suelo rocoso, las ramas caidas arañando, rompiendo mí piel pero no podía detenerme. El frio nocturno golpeaba mis brazos desnudos, la frágil tela de mí vestido blanco ondeaba con el viento, a la vez que la sangre se filtraba por la tela. Mis muñecas quemaban al rozar las cadenas que las mantenía unidas.

Mí respiración era un desastre, sentía mis pulmones explotar y me ahogaba de una forma extraña, mí nariz ardía, tanto que ni siquiera note cuando empezó a sangrar. La desesperación y el miedo desfilaban abiertamente por mí mente, haciendo que pensamientos involuntarios llegarán a mí, tanto que incluso empecé a disociar inconscientemente, pero de cierta forma era bueno, evitaba que sintiera el dolor de mis heridas, a la vez que impulsaba mí adrenalina, mí instinto de supervivencia estaba al tope. Sin importar lo cansada o sin aliento que estuviera, no podia parar, tenia que seguir porque él venía detrás de mí y sí me atrapaba no había forma que yo aceptará vivir.

Su risa resonó por todo el bosque, él conocía este lugar mejor que yo, tanto que a lo mejor me tuviera alguna clase de ventaja.

¿Cómo pude ser tan idiota?

¿Cómo pude confiar en el?

¿Cómo me cegué al no ver la clase de monstruo que era?

Simple: él no era un monstruo, él los adoraba junto a muchos otros, todos aquellos que bailaban alrededor de la hoguera adoraban a los monstruos, porque de forma inevitable los cazadores se convierten en presas.

— ¡Oh, Raquelita! ¿Dónde estás querida?

Me tiré al suelo y caí, mis rodillas impactando el suelo sin piedad. Gruñi con una sonrisa en mí rostro, si lograba dañarme lo suficientemente, él ya no me querría, pensaría que soy defectuosa y de esa forma obtendría mí libertad. Lágrimas escapaban mis ojos y luché por respirar a través de mí congestionada nariz, había estado llorado tanto. Él me había hecho llorar y gritar tanto que mi garganta estaba destrozada. Los recuerdos me invadían, el asco hacía mí misma también me abrumaba, el saber que el resultado de esto sería un embarazo me repugnaba.

Había cometido la legendaria estupidez de correr hacía las montañas, un lugar muy desolado porque el bosque de las arañas estaba justo frente a él, era lógico que todo el mundo evitará estas montañas y yo como la estúpida que soy dejé que me acorralará y me forzará a correr hacía aquí.

Felicidades, Raquel, a parte de puta, estúpida, vas muy bien.

— Raquel — golpeé mí rostro contra un árbol con la intención de deformarlo, aún me dolía que él también fuera socio de semejante tormento.

La sangre se deslizaba desde mí nariz y mí frente, pasando ambos chorros de sangre por mis ojos y uniéndose en mí cuello.

Todo estaba singularmente rojo.
Pasé un árbol y descanse mi espalda contra el, intentando recuperar un poco de aire para continuar. Eché un vistazo por un lado del árbol y no lo vi, ni a él, ni a su séquito.

Sólo un golpe más, Raquel.

No puedo.

Sí puedes, rompete la cara y así no tendrás que sufrir más.

Con toda la fuerza que tenía impacte mí rostro con un árbol, aún sin estar satisfecha tomé una roca y golpeé mis piernas, mismas las cuales le encantaban, centrándome en la izquierda que estaba llena de sus besos. Golpeé la roca contra mí pierna hasta que se deformo de tal forma en que se movía en zigzag, con el hueso asomándose tímidamente sobre la carne, curiosamente no me dolió, quizás era la adrenalina que aún estaba a tope en mí sistema o que después de tener a unas cabras decapitadas sobre mí ya me daba igual. Pero justo cuando me puse de pie como pude él envolvió sus brazos a mi alrededor desde atrás.




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