Muevo mis piernas al ritmo de la música, el calor es sofocante, siento las gotas de sudor caer por mí espalda, haciendo que el cuero del sofá empiece a pegarse a mí piel, dolerá cuando me levanté y mucho. El ventilador gira lanzando aire caliente a mí cuerpo.
Las horas pasan y sólo pienso en una cosa: ¿Cómo m@#$& el español tiene la clave? Es imposible que mí hermana y toda su tribu la hayan entregado, ellas a penas sí saben prender el televisor, yo personalmente las ayudé con la conectividad y para esto debe tener mí clave de acceso, no es por nada pero mí clave es tan eficaz, tan eficiente, que ni la Nasa tendría un código así, ni sus códigos binarios podrían contra la majestuosidad de mí clave
AserejéjadeeDejebetudejeberesebiunouvMajabiandebuguiandebuididipí.
Por consecuencia sería imposible que la hubiera "adivinado", no sabía que otra opción quedaría, era obvio que de una forma repugnante y claramente ilegal la había obtenido.
— ¿O tú qué piensas? — giró mí cabeza hacía al frente, Ander sostiene una lista a la vez que mirá la pantalla del computador.
— Es obvio que el tipo hizo algo, de una manera logró pasar las restricciones de accesos y dio con la contraseña.
Suspiró mirándolo.
— ¿Y qué debería hacer?
— Yo que tú llamo a la policía o directamente iría y lo confrontó.
— Okay...— miré al techo, queriendo analizar mis opciones — ¿Encontraste las páginas que te pedí?
— Sip, también de zoofilia, ¿Verdad?
— Exactamente.
— Perfecto, ya lo coloque en su historial — Ander toma el teléfono y lo coloca en mí mano —. Sabes, que debes hacerte la víctima, ¿Verdad?
— Cada vez que mamá ve mis notas, me hago la víctima, soy la reina de hacerme la víctima.
Ander me mirá desconfiado.
— ¿Por qué no intentas hablar con él? Quizás no sea tan malo como crees.
Puse los ojos en blanco y me levanto, dejando al teléfono en el sofá. Caminé hacía la ventana de Ellie, que daba justo hacía el patio trasero de la casa de Gerald. Bien, admito que rompí muchas reglas de las que Ellie y su prol me dio, ya llevaban dos días yendo de un lado de la ciudad a otro, todo para poder desocupar bien ambas habitaciones, aún no podía sacarme de la cabeza la imagen de Iduna, me hacía estremecer, me daba miedo, demasiado, de solo recordarlo temblaba.
Y como si de pensamiento lo hubiera invocado allí está él: sentado en medio del césped, con dos mujeres a su lado; una con una jarra con bebida y la otra con una sombrilla que lo cubría del sol; ambas cubiertas de pies a cabeza, con un velo cubriendo sus rostros, con este calor y esos atuendos me imaginaba que estaban ardiendo, era simplemente inhumano de ver. Y pasó, el levantó la vista de un libro y me miró, no pude evitar sentir la garganta bajarse hasta mis pies, era atractivo, pero no mí tipo.
— Buenas tardes, vecina, ¿Puedo ayudarle en algo? — su voz era automatizada como si hubiera leído un libreto y lo estuviera recitando, aunque su acento era tan marcado me hacía suspirar.
— Sí, de hecho necesito hablar contigo — él se levanta, dejando su libro en las manos de una de las mujeres, él me da una señal, como si lo esperará para proseguir, como no — ¿Estás usando mí clave de WiFi?
Él asiente, sin emoción alguna en sus ojos entrecerrados por el sol.
— ¿Y se puede saber cómo la obtuviste?
— Con gusto, verás, tú hermana dijo que cualquier cosa que necesitará podría pedírselo o usarlo, por ello me tomé la libertad de usar su red mientras nos instalan la propia.
Parpadeó, lo dijo con tanta naturalidad que me daban náuseas.
— En otras palabras: lo robaste.
— Es una forma muy ruda de decirlo, prefiero el término "tomar prestado" — su elegancia me sorprendía, tan fina su forma de hablar, ni parecía que charlará con un ladrón.
Alzó el mentón, aunque este prácticamente siete metros arriba de él, me sentía diminuta, tan débil a su comparación, pero nadie me iba a hacer sentir así, no lo iba a permitir.
— Nadie debía saber esa clave — declaré ruda.
— ¿Por casualidad estabas bajo alguna sustancia psicoactiva mientras ponías la clave? — él da unos pasos al frente — De no ser así, no me explico el nombre de la misma, quizás deberías buscar ayuda o frenar esa imaginación, no es bueno esa clase de pensamientos sin sentido, ¿Porqué no eres una buena mujer y me dejas seguir con mis asuntos en paz? No le estoy haciendo daño a nadie.
Sonreí enojada.
— ¿Porque no me chupas los ovarios mejor?
Él abre los ojos espantado, quizás sea la primera vez que lo insultan, las mujeres gruñen sorprendidas y avergonzada, Ander se ríe a mis espaldas y de esa misma manera me rió yo.
Pero ese bastardo, ese hijo de su madre, sonríe, no con malicia o sorpresa, sólo con dulzura, ¿Qué clase de enfermedad mental tendrá este pibe?
— Una mujer no debería hablar de esa manera tan inapropiada — su rostro se ilumina —. Debe ser sumisa y tranquila, reservada y tierna, no rebelde y vulgar.
Ruedo los ojos.
— Vulgar tú abuela.
Su sonrisa aumenta, una de las mujeres da un paso al frente, la mujer del velo negro junta sus manos y habla por primera vez.
— Joven, no debería hablarle a un hombre de esa manera, es sumamente inapro...
— ¡CALLLATE! — ella tiembla, yo tiemblo, Ander tiembla, la otra mujer tiembla, todos temblamos completando así el verbo temblar. El grito de Gerald fue simplemente aterrador, al ver mí mirada él vuelve a tranquilizarse —. Disculpa mí comportamiento, a veces no puedo contenerme.
— Sí por "contener" te refieres a ser un reverendo hijo de la chingada, sí, lo eres.
El frunce el ceño.
— ¿Hijo de qué...?
¡No puede ser! ¡Que pibe tan desesperante! ¡Quiero arrancarle la legua y metérsela por el cu...!
— Nada, olvídalo, el punto es: dejá de usar el WiFi de mí hermana.