Y Raquel nunca volvió

11. Volviendo a empezar

¿Por qué amamos a las personas? ¿Por qué sólo a algunas? ¿Por qué los apreciamos? ¿Por qué? Porque así somos adoctrinados desde el momento en que nacemos, la sociedad nos dice que por obligación debemos amar a nuestros padres, respetarlos y verlos casi como una divinidad, incluso a aquellos que únicamente te tienen por obligación, sí, nos alimentan y mantienen, aunque existen muchos que no lo hacen, todo tiene un precio, el precio que la mayoría de los padres piden son: un trabajo bien remunerado para que les devuelvan todo el dinero que invirtieron en nosotros de niños; otros son más desgraciados y piden sexo, algún matrimonio arreglado, etc.
En mí caso mamá no me pide nada, sabe lo inútil que soy, lo sabe, puedo oirla murmurar cosas, quejarse de mí.

La sociedad ignora mucho las diversas clases de familias que existen, en mí caso solo soy un condón roto que no pudo ser abortado ya que el aborto no era legal en ese entonces, todavía no lo es, pero muchas feministas lo intentan. Mamá nunca me lo ocultó, siempre me dijo que de no ser por mí todavía seguiría casada con su esposo abogado, Ellie tendría un padre y ella todavía sería maestra, no tendría que bailar en barras por dinero.

Pero de algo estoy segura: no fue mí culpa.

Fue ella quien decidió seducir a su estudiante de 16 años, teniendo ella 30 años, ella lo decidió así. Pero eso a nadie le importa, sólo ven a una mujer guapísima que se mata por darle lo mejor a sus hijas, cuando a la más joven ni la abraza seguido, es normal que los niños como yo, producto de un condón roto, una noche de pasión y cerveza, un encuentro furtivo o el típico "Tranquila, que yo lo sacó antes de terminar" estamos acostumbrados a tener una vida incierta.
Es como si tuviéramos una deuda únicamente por nacer y debíamos pagarla día tras día.

¿Por qué no puedo querer a Gerald? No es que lo odié, solo su existencia no me emociona, no sé qué es lo que me pasa, sólo siento unas incesantes ganas de llorar cada vez que lo veo, además, claro, las cosas raras que ví en su casa, pero...¿Qué me ha hecho a mí? Nada, a aparte de unos comentarios sobre mí cuerpo y forma de vestir, nada me impedía quererlo u odiarlo, aunque aún no sepa la diferente, estoy muy chiquita.
Pero siguiendo mí misma lógica también debería odiar a Ellie, a mamá, a Mer, a Ander y a la mitad del universo, pero no lo hago, ¿Verdad? Soy incapaz de odiar a Mer, ella es tan bonita y perfecta que no podría ni pensar mal de ella, Ander es mí crush desde que tengo uso de la razón — de hecho mí amor por él, quema con la intensidad de mil soles —, Ellie  (aunque es mí hermanastra) ha llegado a lastimarme tanto física como psicológicamente, pero aún así estaría dispuesta a darle mí riñón si lo necesitará, a mamá... pues ella me deja ver porno en paz, así que...es buena madre, ¿No?

Como sea, el punto es: ¿Por qué chingaderas me siento tan abrumada cuando estoy con él? Quiero abrazarlo y besarlo para después atarlo en una estaca y quemarlo en una hoguera en nombre de Loki. Quizás sólo deba relajarme, ordenar mis ideas, redactar un testamento y saltar del edificio más alto que exista en buenos aires, quizás...¡Pero hoy no! ¡Porque hoy voy a dejar mí prejuicio hacía mí vecino e iré a una cita con él! ¿Debería llevar condones? Mejor no, nada loco va a pasar, sólo va hacer un partido amistoso, aunque debo admitir que haberle pedido que usará un uniforme de porrista no fue lo correcto, estaba más rojo que un tomate.

Tomé mis zapatos deportivos y una botella de agua, ya llevaba el uniforme habitual, sabía que mis tobillos iban a sangrar, siempre lo hacían cuando usaba zapatos nuevos y las medias se manchaban de sangre, bueno, por algo está la lavadora.

— ¡Ellie, Elizabeth...MER! — todas asoman sus cabezas desde la habitación, en especial después de semejante grito que hice en el nombre de Mer —. Me voy a un partido, ¿Van a ir?

— No, Raquel, sabes que no me interesan los deportes como a ti.

Bajo la cabeza decepcionada.

— Bien, entiendo...¿Y tú Mer?

Creó que mis ojos sueltan estrellas de la emoción, ¿Ver a Mer en uno de mis partidos? ¡Haría temblar al mismísimo Cristiano Ronaldo!

— No.

— ¿Eh?

— Lo siento pero no, debo hacer cosas más importante, Raquel.

Bajé la cabeza triste, ¿Tan poco les importo a ellas? Elizabeth pareció notar mí decepción porque me tomó del hombro y colocando sus enormes pechos en mí cara me abrazo.

— Yo puedo ir a tú partido, Raquel.

Me quedé pensando mientras dejaba que los cálidos pechos de Elizabeth me reconfortaran, claro que ella no sabía que realmente me animaba, además, olía a esperanza y rosas.

— Sí, te espero en mí cama...

— ¿Qué?

— ¡DIGO! ¡VEN, VAMONOS YA! ¡EL PARTIDO ESTA POR COMENZAR! — grito alterada al darme cuenta de mí comentario.

Elizabeth asiente sonriendo.

— Aún debo cambiarme, ¿Puedes darme la dirección? Así iré más tarde y tú no tendrás que esperarme.

— Bien — tomé mí teléfono y le envié la dirección — ¡Allí te espero!

Dije corriendo hacia la puerta y saliendo del apartamento. Corrí como si mí vida dependiera de ello, no mí vida, pero si mi dignidad como futbolista.

Llegué pocos minutos antes de empezar, pero mí entrenador ya estaba despotricando por esto o por aquello, ¿Qué más se puede esperar de un viejo amargado de ochocientos años?

— ¡Raquel Martínez! ¡Dos minutos tarde!

— ¿Qué? Pero todavía faltan 20 minutos antes de empezar.

— ¡Me vale, boluda! ¡Cinco vueltas a la cancha!

Por un momento intenté protestar pero conociéndolo me va a aumentar el número de vueltas a la cancha. Empiezo a correr, a veces pienso mucho, es bueno pensar mientras corres, te ayuda a mantener el ritmo constante y cuando menos te das cuenta la garganta te arde y ni puedes respirar, los pulmones queman y es como si tuvieras un pedazo de carbón activado en la garantía, es espectacular.
Veo a las personas que empiezan a llegar, muchos son amigos o familiares de mis compañeras de equipo o rivales, todos vienen a apoyarlas en su pasatiempo, nunca vino nadie a ver mis partidos, con excepción de Ander, a quien veo sentándose en una de las gradas.




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