¿Estás llorando?
Awww...¡La zorrel se enamoró!
¡Déjenme!
Recuerda que no eres más que una cara bonita, Raquel.
Aún podía sentir las yemas de sus dedos clavados en mis mejillas.
Y eso querida mía...
El objeto filoso brillo con la luz de luna.
Puede cambiar en cualquier momento.
La fría humedad en donde me encuentro empieza a calarme los huesos, se filtra como una helada bruma, que entra en mis poros y congela hasta mis huesos, mis articulaciones crujen un poco, cuando mí cuerpo se hace un ovillo, en busca de preservar el poco calor que me queda, intento de acumular algo...algo que me pueda ayudar, no sé dónde estoy, pero sí como llegue.
Lo recuerdo bien.
Esa noche no había estrellas...
Ni luna.
Las pequeñas reinas bonitas de la escuela caminaban alegres por los pasillos, esculpiendo su aliento de vapor de canela, las había visto fumando esos cigarrillos electrónicos de distintos sabores en el baño en la mañana, asumí que por eso cambiaron sus miradas al verme, quizás estaban enojadas o asustadas de que revelará su secreto, pero estaba equivocada...¡Oh, vaya que lo estaba!
Ese día también, Larence, el chico más apuesto de la escuela me invitó a salir, ¡Estaba tan emocionada! ¡Iba a tener mí primera cita!
O eso creía...
Lo primero que hicimos fue ver una película de terror, de esas malas de cine independiente, las que usan demasiada sangre falsa y cuyo maquillaje es tan malo que hasta un pedazo de carne colocado en el rostro era más realista que ese maquillaje, nos reímos más que asustarnos. Luego fuimos por un helado, no fue hasta que el heladero hablo que note algo extraño.
— ¿Y qué helado va a querer su hermana pequeña?
— ¡Oh, ella no es mí hermana! — se rió Larence entre dientes.
Me quedé mirando esperando el helado, pensando, Larence ya tenía 17, estaba por cumplir 18, ¿Existía posibilidad de que le gustará una niña de 13 como yo? Pensé lo clásico de "Para el amor" no hay edad, pero allí cometí mí segunda error: no era amor; mí primer error fue haber aceptado salir con él.
Después del helado fuimos a caminar al bosque, al oscuro bosque en el centro de la ciudad, ese mismo famoso por tener un lago cuyas especies de peces son completamente desconocidas o no pertenecen a esta zona del país, además de que el bosque estaba poblado de una densa cantidad de arañas, algunas incluso venidas desde Australia, pero todo parecía estar bien, caminamos un poco más, pero de repente él se puso detrás de mí cubriendo mis ojos.
— ¿Eh? ¿¡Larence!? — pregunte al borde del pánico.
— Descuida, bonita, sólo quiero darte una sorpresa — él libero mis ojos, pero aún no podía ver nada, palpee algo similar a una venda en mis ojos —. Yo te voy a guiar, no debes temer.
Larence me tomó en sus brazos y me subió a lo que parecía ser una motocicleta, caí hacía el frente, a lo que supuse que era su espalda y me aferré a ella, el motor de la motocicleta sonó, dando a entender que empezaba a arrancar el viaje. Duramos un par de minutos en la moto, con el viento golpeando mí rostro, estaba algo incomoda y lo demostraba aferrandome a su espalda como si mí vida dependiera de ello, para mí lo hacía, ya que si me soltaba el suelo no tendría compasión, sin contar la infinidad de arañas e insectos sedientos de mí, además de que el suelo estaba convierto por rocas filosas y espinas, así que me aferraba a él con fuerza, como si mí intención fuera joderle la columna vertebral.
Ojalá se la hubiera partido.
Finalmente se detuvo, me quito las vendas y me guío por una zona del bosque que no conocía.
— Ten cuidado, las arañas están al acecho.
Esa fue la bati señal que necesitaba para escapar, pero quise quedarme, fui tan tonta como para desear quedarme, después de todo pensaba que le gustaba, que me quería, que me daría mí primer algo...pero no me dio nada más que un trauma asegurado.
— ¿¡Pero qué...!?
Grité al ver esa sombra peluda frente a mí.
Una araña del tamaño de mi mano se paró extrañamente ante nosotros con dos pares de gruesas y peludas piernas lanzadas al aire; podría haber parecido una tontería si no fuera por las mandíbulas vívidas y violentamente rojas que se exhiben pulsando furiosamente en nuestra dirección. Peor aún, la araña continuó moviéndose, balanceándose suavemente con sus quelíceros rosados latiendo casi obscenamente, acercándose infinitesimalmente con sus movimientos de lado a lado.
Me coloqué detrás de él y sin avisar salimos corriendo, con la extraña sensación de estar siendo vigilados por cientos de diminutos ojos. Corrimos hasta llegar al lago.
Estaba más oscuro de lo que esperaba debajo de los árboles. Había algunos puntos de muerte visible en los árboles, asfixiados y privados de luz solar bajo gruesas capas de telaraña envueltos alrededor de ellos, pero la mayor parte del bosque parecía saludable, apoyando simbióticamente a las poblaciones de arañas. Larence y yo encendimos los faros con bastante rapidez cuando la escasa luz de la luna no iluminaba lo suficiente nuestro camino, seguía sin saber que hacíamos allí.
— ¿Larence? Vámonos de aquí, ya...ya no quiero la sorpresa.
Pude escuchar su carcajeo en un eco profundo por el bosque.
— Vamos, Raquel, No tendrás miedo, ¿O sí?
Él me miró desafiante, demasiado, como si me retará.
— Eh... sí, ¿Viste el tamaño de esa cosa?
Él se burló.
— Es solo una araña.
— ¡Una araña que podría envenenarme!
— Relájate, Raquel, bien, tú ganas, te daré tú sorpresa, pero debes cerrar los ojos, ¿De acuerdo?
Asentí y cerré los ojos, pude sentirlo colocar sus manos en mis caderas y acercarse a mí, abrí mis ojos y vi como sus labios se acercaban a mí rostro, ¿Sería este el momento? ¿Sería este mí primer beso? Y...¡Boom!
Dos baldes de agua helada cayeron sobre mí, Larence me empujó haciéndome caer contra el charco de lodo que los mismos baldes habían provocado.