Y Raquel nunca volvió

18. Nada pasó.

No ha pasado nada.

No ha sucedido nada.

Nada.

No paso.

Eso no paso.

Nada paso.

Estoy bien.

Estoy bien.

Sí estoy bien, entonces...¿Por qué me duele tanto!

Nada paso.

Nada paso.

Nada pasó...nada.

No paso nada.

Él no me tocó.

Él no me tocó.

Él no me tocó.

Estoy bien.

Sin importar cuantas veces lo repita no cambiará la realidad, ¿O sí? Él... él me tocó.

Me tocó y me uso, me robó la inocencia, me rompió y por eso duele tanto, ¡Por eso sangro! Me duele, creó que voy a morir.  "Te prometo que cuando menos te des cuenta ya te habrás enamorado de mí." No, no lo haré, jamás lo haré, no me enamoraré de alguien como él, me rompió, me robó la virginidad, el solo recuerdo de sus manos rompiendo mí piel y destruyendo lo poco que quedaba de mí fue perturbador. Me resisti todo lo que pude, pero me él era más grande y fuerte que yo, me clavó su erección hasta el fondo.

Dolía.

No pude hacer otra cosa que quedarme allí tumbada y aguantarlo.

Me sentí asquerosa.

Sucia.

Queria llorar, pero me negué a hacerlo. Me negué a darle esa satisfacción. No se merecía mis gritos ni mis lágrimas. Quería doblegarme, por que sabia que sería un desafio.

Pero yo no iba a dar mí brazo a torcer.

O al menos así lo intente porque cuando menos me dí cuenta mi cuerpo me había traicionado y estaba tirada en el suelo llorando, con unas gotas de sangre en el suelo. Esto era simplemente imposible, esto no pudo pasarme a mí, ¿O sí?

— ¡Me violó!

Decirlo en voz alta era aceptar la realidad, una en la que el vecino que por un breve momento llegue a querer me secuestró, golpeó y abuso, que mi vida jamás será la misma, que nada volvería hacer igual, por mucho que lo deseara, no volvería, a este punto de la vida ya nada volvería hacer normal.

— Ese es un término muy fuerte para referirte a tus deberes conyugales — me limpie las lágrimas, al ver a Iduna entrar en la habitación.

— ¿¡Y cómo se supone que daba llamarlo!? ¿¡Hacer el amor!? ¡ME VIOLÓ! ¡ME VIOLÓ! — grité señalando las gotas de sangre que aún se deslizaban entre mis piernas.

— Nuestro señor fue delicado contigo, Raquel, entiendo que te duela pero es normal la primera vez.

Respondió ella con indiferencia.

— ¿Delicado? ¿Delicado? — me levanté la falda del vestido, revelando los moretones y arañazos en mis muslos — ¿Re parece esto delicado? ¡Me violó!

Iduna suspiró, como si yo estuviera exagerando o algo.

— Ven, te curare, ya verás que la próxima vez será mejor, satisfactorio, incluso.

— No, no, no, ¡No habrá "próxima vez"! Sí él vuelve a intentar tocarme lo mataré.

— No digas eso, Raquel, debes entender nuestras costumbres.

— No, no son costumbres, ¡Son abominaciones!

— Vamos, Raquel, déjame sanar tus heridas, no sabes lo afortunada que eres.

Me limpié las lágrimas, sintiendo como si todo a mí alrededor se volviera más oscuro.

— ¿"Afortunada"? ¿Cómo esto puede ser afortunado?

Iduna me tomo de la mano y con delicadeza me sentó en la cama, tomando el botiquín de primeros auxilios y empezando a curar las marcas que Gerald dejó en mí.

— Realmente no lo amas, ¿O sí? — negué, limpiando mis lágrimas —, lo harás pronto, ya verás, nadie puede resistirse a los encantos de Gerald — Iduna sonrió de forma soñadora —, me hiciste recordar mi primera vez con nuestro señor, él tenía once y yo quince, fue muy tímido, me sentí halagada por ser su primera vez, pero desafortunadamente soy Novia, no esposa, por eso no tengo permitido embarazarme de su hijo.

— ¿Y qué sucedería si quedarás embarazada?

Pude ver la tensión crecer en Iduna.

— El tiempo de gestación se cumpliría, pero al nacer, el bebé será dado a casa Afrodita, donde buscarán a alguien que pueda amarlo y criarlo. No podría conservarlo, ya que es un hijo ilegítimo.

— Eso es horrible.

— Por eso tú eres afortunada, te vas a casar con él y le darás hijos.

Me levanté exaltada, no, no, ¡Ese no puede ser mi destino! ¡Me niego!

— ¡No! ¡No quiero casarme! ¡No quiero casarme nunca! Quiero ir a la escuela, quiero ser maestra, no quiero tener un bebé...tan solo tengo 14, soy una niña.

— No tendrás catorce por siempre, crecerás, ya verás y todo saldrá bien.

— Pero...

— ¡Ya basta! — me quedé callada al escuchar una voz severa tras la puerta.

Temí que fuera Gerald, pero al ser una voz de mujer me calme un poco, hasta que una mujer canosa y visiblemente enojada entro en la habitación. Casi grité cuando ella se abalanzó hacía mí y me apretó con fuerza de los hombres, sacudiendome con violencia.

— Escúchame bien, pequeña insolente, vas a casarte con Gerald y punto final, ¿Oíste? Ya no quiero escucharte llorar, no más tristeza, el único llanto que voy a tolerar es el de un bebé, ¿Esta claro?

Asentí, temblando de miedo y dolor, pues las largas uñas de la mujer se clavaban en mí piel. Sin decir nada aquella mujer me empujó y se fue sin decir nada de la habitación.

Caí al suelo temblando y abrazándome a mí misma, esto es una pesadilla.

— Vamos, Raquel, levántate.

Iduna me tomo con suavidad y colocó nuevamente en la cama, atendiendo mis heridas nuevamente, incluidas las que aquella mujer me había hecho.

— ¿Y ella quién era?

Iduna me miró de una forma que no supe descifrar.

— Pronto lo sabrás.

Lo único que sé es que voy a morir.

Ya ni siquiera quiero vivir, no sí mí destino es estar con alguien tan cruel como él.

Aunque no debería reaccionar así, después de todo estoy bien, nada ha sucedido, ¿Verdad? Porfavor, que nada haya pasado.

Pero al final si paso.

William, el padre de Gerald me violo.




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