Y Raquel nunca volvió

19. Las otras

Conocí a las otras "Novias" de Gerald una semana después.

Fue difícil conseguir que me sacará de esa habitación, pero digamos que después de amenazarlo con cortarme el cuello por quinta vez lo conseguí.

Ya conocía a Iduna.

A quienes no conocía a Rachel, Victoria y Paula.

Según lo que me habían dicho en un mundo libre era una tradición que los hombres tuvieran más de una pareja, incluso cuando estaban casados, todo con tal de mantenerlos felices, ya que según sus creencias la felicidad masculina era la única importante, << — Para eso estamos las mujeres — había dicho Iduna, mientras hablábamos —, para hacer felices a los hombres y tú, Raquel, eres afortunada, te casarse con nuestro amo >>, Iduna era la mayor de todas y por consecuencia la más entregada a él.

Ella lo veía como un santo, hacía cualquier cosa que él le pidiera sin rechistar, sin importar nada, si Gerald le decía que se pusiera de cabeza así lo haría, si decía que saltará de un puente con sumo placer cumpliría ese deber. Aunque nunca vi a Gerald mirarla siquiera.

— Es porque él ya no la desea — me explico Victoria en el desayuno —, Iduna ya es demasiado mayor como para complacerlos, él necesita de una mujer joven, una cuya flor esté en plena primavera.

Iduna tan sólo tenía 25, para ellos eso ya era muy vieja, según lo que escuché a los 18 años ya se consideraba vieja, por ende dejaban de ser Novias hacer Servidoras, esclavas en otras palabras y eso fue lo que le sucedió a Iduna, ya era demasiado vieja para Gerald, en cambio yo estaba en la edad perfecta. Al parecer ellas no tenían permitido tener hijos, a pesar de que después de la guerra biológica la taza natalidad haya bajado de una manera tan abismal no impedía que fueran egoístas, en caso de que la esposa principal no pudiera tener hijos era el DEBER de ellas dar hijos, pero quien los criaría sería la esposa principal. Era una locura fanática. En todas las ocasiones que vi a los miembros de un Mundo Libre jamás pensé que fueran esa clase de personas, que fueran tan desalmados y misóginos.

Intenté escapar varias veces más, todas ellas terminaron conmigo golpeada y encerrada, con los brazos sujetos a la cama y con Gerald dándome un discurso por horas sobre lo afortunada que era, sobre la gran oportunidad que me estaba dando, de cómo me daría la vida perfecta siempre y cuando me comportará conforme a sus dictámenes, realmente me dolía estar atrapada en esta situación, pero parecía ser que yo era la única que notaba la anormalidad y toxicidad de esta vida, incluso llegué a pensar que estaba loca. Siempre que creía encontrar una salida todo se volvía peor, las puertas, las ventanas y cualquier clase de salida estaba cerrada, eran cerraduras electrónicas que solo se habrían con las huellas dactilares de algunas personas en la casa, todos hombres.

Una noche Gerald me mandó llamar — hizo que Iduna viniera a sacarme de mí «caparazón», como lo llamaba él, no era mí caparazón, simplemente quería estar lo más lejos posible de él —, ordenando que bajara al salón, donde me aguardaban. Hice lo que me pedía, porque negarme no tenía sentido, a no ser que quisiera un castigo "Ejemplar" como él los llamaba. Los sirvientes, las Novias e Iduna estaban allí, y también una mujer que no reconocí. Esa mujer la presentaron como Señora Krajl, la madre de Gerald.

— Tú futura suegra — dijo Gerald sonriente.

Y esa era la misma mujer que me había gritado días atrás, diciéndome que mi único deber era dar a luz un hijo.

Quise que el mundo me asesinara, ¿Era ella la madre de este monstruo? ¿Quien lo crío para ser un hombre tan cruel? Iduna me dió un codazo mientras ella y las demás Novias se inclinaban levemente en señal de respeto.

— Encantada de conocerla.

Dije, pero supongo que me salió una voz hosca, no quería conocerla y sinceramente no me importaba, pero al parecer a ella sí. porque ella me puso en evidencia.

— ¿Ven a lo que me refiero? Una mujer debe ser...sumisa, delicada, respetuosa, elegante y amorosa — la señora Krajl me miró con desprecio —. No como ella. 

— Cosas de la edad — terció Gerald —. Pero te prometo, madre, que con un estricto control será la mujer más obediente del mundo, no te preocupes, yo me encargaré de encaminarla en el destino que el Excelso y el Hacedor hicieron para ella.

—Desde luego, ya está en la edad — convino la señora —. Confío plenamente en tú capacidad, hijo, de educar a alguien tan...— levanté una ceja esperando a que hablará — salvaje como ella.

— Esto es lo peor — susurré para mí misma, porque sabía que a nadie le importaba, a nadie, sólo era un objeto a los ojos de ellos, yo no le importaba a nadie.

— Le hemos enseñado todo lo que está a nuestro alcance. No tuvimos más opción que tomarla lo más rápido posible, si continúan en esa clase de vida más de la cuenta, se vuelven díscolas.

—¿Y de verdad ya es mujer? — preguntó la señora Krajl mirándome con recelo.

Fruncí el ceño, ¿Qué importaba? de todas formas harían lo que ellos querían sin tener en cuenta mí opinión.

— Desde luego —dijo Gerald.

— ¿Nada de eso es relleno? — insistió la señora Krajl, señalándome el pecho con un gesto disimulado de la cabeza.

— ¡Claro que no! — contestó contesto Gerald indignado.

Había aprendido que a Gerald le fascinaban los atributos de mí cuerpo.

— Me alegra que finalmente sientes cabeza y te cases, no es una aspirante usual, pero... sirve, es bonita. Tiene unas caderas generosas, nada de esas pelvis estrechas, será buena para traer hijos a este mundo. Muéstrame la dentadura, Raquel.

¿Cómo se suponía que debía hacerlo? ¿Abriendo mucho la boca, como en el el dentista? Paula percibió mi confusión.

— Sonríe  — me dijo en un susurro —. Por una vez.

Retiré los labios en una mueca, recordando el moretón en mí cuello, producto de la última vez que le falte el respeto a alguien en esta casa.




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