¿y si Digo Que No?

Capítulo Doce: No

«Todo está absolutamente bien». Contengo el aire cuando Aileen pasa a mi lado, sus ojos reparan en la pantalla de mi celular. Junto a mí Sadisha está inmersa superando el nivel de un juego. Sin previo aviso cierra la consola.

—Estamos listos —dice. Con el frente de su pantalón sacude la suciedad en sus manos—. El hospital nos espera.

Vamos detrás de ella. Recorremos las calles dentro de su auto rojo. El olor metálico del hospital se atasca en mis fosas nasales. Toso. Ellos me ignoran, así que camino más rápido y me quedo en el cuarto de Hungría, los demás se desvían unos minutos, luego vuelven. Feicco, Aleka, y Dissa están desplegados por toda la habitación. Entablan una conversación acerca de quién sale primero del centro asistencial. Se muerden la lengua cuando Sadisha entra:

—Están aquí desde el 28, ¿no? —hace un ademán y se desparrama en la camilla de Hungría.

Mi acta de nacimiento indica que vine a este mundo un veintiocho enero en este hospital. Ya estamos en la primera carrera de febrero y ninguno lo recordó.

—Minnie, lo siento —Aleka es quien se toma el atrevimiento de hablarme.

—Chicos, ustedes están aquí, eso es más importante que un cumpleaños —espeta Dissa revisando su celular. Recibe una llamada y abandona el lugar. Todos tienen la mirada pegada en el camino por donde se fue.

—Ignórala, seguro el festejo le cobró por no haber movido la fecha —Abro la boca entendiendo lo que dice—. Haremos una fiesta para celebrar tus dieciocho lo antes posible, prometido —pone una mano sobre su pecho y la otra junto a su cara.

—Lo prometemos —secundan los demás.

No estaba en mis planes ir a una reunión, celebrarlo sin mamá y Penny es difícil, pero acepto, esto podría destapar mi envase de sentimientos.

Y así como llegamos, nos vamos con Aleka y Hungría, débiles y dispuesto a no regresar a ese agrio hospital. Nina y Martín, padres de mi amigo nos juran que cuidaran de él, que lo tratarán igual que a un rey.

«Ya veremos».

***

Por primera vez desde que las clases se volvieron opcionales he salido sola. Sadisha me ha tenido como su mascota yendo a donde ella va. La presión ejercida por Aileen y Eliam me asfixia. Ayer tuve que hacer unas entregar y me escabullí para hacerlo. Hoy, domingo, estamos todas las chicas reunidas en la habitación de Sadisha. Nos vemos ridículas con mascarillas pegajosas. Dissa toma una foto para el recuerdo.

—¡Ding, ding, ding! —Grita ella despreocupada porque sus pechos se agiten—, es Opel String.

Jugamos algo sobre qué cantante es más atractivo, yo solo conozco a una banda, ni siquiera sé sus nombre.

—Minnie —me observan con picardía. —¿Quién te gusta? —No pensé que llegase a preguntar algo así, no tiene sentido.

Respondo balbuceando. En mi memoria no hay momento en que me sintiese atraída hacia alguien. Una imagen de Hungría junto a mí en mi cumpleaños número seis es proyectada en mi mente. Es el único al que he visto con otros ojos, pero jamás sucedió nada, somos hermanos.

—No tiene porque ser alguien del grupo —aclara Aleka sonriéndome. Supone lo que voy a contestar.

—¿Hungría? —contraigo el rostro, encorvo la espalda y cruzo los brazos.

—¿Lo dudas? Nos dimos cuenta hace muchísimos años —expone Dissa—. ¿Por qué no lo intentan?

Incrédula me carcajeo, no concibo a Hungría y a mí acostados en la sala, abrazándonos, luciendo como la pareja ideal.

—Ni en un millón de años —sentencio.

Afortunadamente cambian de tema. A uno mucho peor.

—No te lo habíamos querido decir, pero ya las tres elegimos carrera —Creí haber logrado dañar el proceso de Aleka, porque el de Dissa lo que hice fue favorecerlo con la aparición de Lenny—. Vamos la próxima semana a cada provincia a tomar el examen de admisión —Peino mis cejas con los dedos deslizando con suavidad de un lado a otro para distraerme.

—Queríamos saber si ya elegiste una —subo el mentón. Enfrentarlas en este momento es muy malo, pensé aplazarlo lo suficiente, así ninguna tendría chance y se quedarían conmigo otro año para así poder convencerlas de vivir aquí para siempre.

—No iré a la universidad, chicas—abre sus ojos, parecen que se saldrán de sus órbitas—. Me va bien en las entregas, tengo la casa de mamá, no estaré en la calle.

—Pero te vas a estancar en un pueblo que no tiene nada que ofrecer, y si es por dinero, nosotras te ayudamos —niego con la cabeza.

—Por favor, lo creería de cualquiera —me apunta Dissa—, menos de ti.

—Es cierto, eres una escultora sensacional —saca a colación Aleka. Ya me había olvidado de eso—, ni locos te negarían un puesto en sus planteles.

—¿Ustedes también? —bufo echando el aire hacia arriba—. Estudiar está sobrevalorado, aquí está todo lo que necesitan. ¿Qué más desean?

—Sabes que no nos quedaremos aquí toda la vida —confiesa Sadisha en un tono escéptico.

—Crecer forma parte del ciclo nuestra existencia—arrugo la frente a todo lo que da.

—Yo no voy a crecer, estoy bien así.

—Bien, haz lo que sea para arruinar tu vida, Minett —Son las palabras más jodidas que he escuchado de una colérica Aleka.

Desde hace mucho que oye mi discurso de estancamiento, como lo ella lo llama.

No le encuentro lógica a salir de mi agujero, pero ellas deciden tomárselo mal acostándose enojadas conmigo. Ni con las ganas más fuertes iré a ese repugnante sitio. Y así me cueste la vida, permanecerán a mi lado, quieran o no.




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