Y si fuera el último adios

Capitulo 7

Drogas. 

 En pleno siglo veintiuno se menciona sin ningún pudor, tampoco es sorpresa que la gran mayoría de jóvenes la consuma. Toda fiesta es digna del nombre si se presentan en cualquier tipo, las convivencias ya no son sanas, nos amarran a un mundo que poco a poco acaba con nosotros sin que nos demos cuenta. Decimos poder controlarlo pero como toda cisterna se termina tirando. Nosotros mismos nos terminamos ahogando. Jamás he visto una de cerca suelen decir que los más letales son los dichosos polvos ¿en realidad son escape a tus problemas?, ¿De verdad te llena el alma?

— ¿Iras hoy?— Ya me aburrió

Coloco los codos contra el pupitre mientras simulo limpiar con la franela.

Pssss estoy un poco exhausta. No me ha dejado de rondar por la cabeza aquella conversación de anoche ¿Qué diablos hare?, es decir hablar de mis emociones no es una opción como tampoco lo es encerrarme a que del cielo caigan soluciones.

—No lo sé—suspiro—Ganas son las que me faltan.

— Vistes como eres una aburrida— Ariane trata de persuadirme. Que se vaya a recoger flores

— Vamos primita— habla el zángano que tengo por detrás— Te pasare a dejar y a buscar. Se lo prometeré a mis tíos— lo piensa un momento— Sin ningún raspón o mancha alguno.

Miro a los dos recelosa y con una ligera desconfianza, no tengo la menor idea del porque estamos teniendo la conversación cuando ni siquiera me han invitado a dicha fiesta, no conozco al anfitrión y no tengo a otros amigos además de ellos. Es decir que pasaré a ser la coladita de la fiesta y la verdad no me apetece que me miren mal por no pintar nada en el sitio.

Observo como se cuchichean frunciendo el ceño. Antonio de vez en cuando pasa sus manos por su cabello azabache que le cae en cascadas por encima de las orejas, jamás entenderé el tipo corte moderno (nada de cabello abajo y densas hebras en la parte superior). Parecieran que nunca encuentran al peluquero.

—Déjame marcar a tu casa y comprometerme en tu seguridad—habla la rubita

—Ajá, no te cuidas bien a ti y pretenderás salvaguardar a otro ser humano.

—Venga no seas cobarde— empiezan a jalonearme los dos juntos

Que mosca les pico hoy. Andan de uña y mugre o mejor dicho ¿Por qué tanto interés en tenerme ahí?

—Ustedes dos— los señalo— están muy raritos hoy. Parecen el par inseparable— se ríen nerviosos mirándose los unos a los otros— Olvídenlo más raros no pueden estar.

—Eso es un sí— insisten nuevamente

—Ya...

Suena el timbre, todos gritan felices por salir de aquella cárcel llamada colegio, ellos toman rápido sus maletas saliendo como balas. Algo traman o están ocultando, vuelven a regresarse antes de agregar

—Pasamos por ti a las seis— y sin más se alejan apretujándose con los demás

Me han tomado el pelo. Todavía no me creo como es que caigo seguido en sus distracciones mal estructuradas quizá porque me sacan de las casillas. No saben ni disimular pues se mironean y hacen señas evidentes. Aunque debo admitir que son buenos calculando el tiempo en que se alejaran sin dejarme alternativa a negarme.

Oh ya veo por qué tanto nerviosismo.

Malditos.

Tomos mis tiliches saliendo del salón en unas cuantas zancadas antes de empezar a saldar de dos en dos por los cuadritos del piso tratando de no perder el equilibrio al llevar tanto peso. Maldita mochila me hace parecer tortuga. Genial la mayoría de los alumnos no han salido por completo tendré que enfrentarme a empujones. Sigo saltando ahora con más velocidad y más grado de dificultad al hacerlo con un solo pie.

Hasta que mi frente choca con un torso. Qué extraño, arrugo la nariz antes de alzar la vista y distinguir aquellos ojos verdes.

—Ahora que se te ofrece— no disimulo el fastidio

—Lo has olvidado— las comisuras de su labios se alzan

Lo quedo mirando con los ojos entrecerrados. ¿Olvidar que? Mi mente empieza a hacer memoria de lo ocurrido en el transcurso de mi día mientras imagino una mano golpeándome la cabeza porque claro está que no debo demostrar mi confusión.

Maldición. El helado

—Claro que no. Solo jugaba

—Acéptalo. Lo has hecho— contradice

—No puedo aceptar algo falso—

— Una vez alguien me dijo "Si sabes que es mentira ignóralo" — cita la palabras— por eso me es tan fácil leer tus mentiras Brisa— remarca

Ruedo los ojos otra vez aquel apelativo pensando un rato sus palabras ¿tan evidente soy? Lo que a mi dijeron es totalmente opuesto. Jamás en tu vida debes aceptar que te equivocaste aunque el otro tenga la razón. Te mostraras débil si lo haces. Dejaras que otros te dominen.

— Es Brisley. Vamos repítelo— aliento

— Brisa— deja entrever sus dientes completitos.

Los tiene chuecos y grandes en cambio los míos están fundidos en los frenillos... Aunque a él parece no importarle pues sonríe a cada nada, hasta temo que sea su pasatiempo favorito. Por lo que veo hoy le toco deportes, los pantalones le quedan, bien y la camisa es holgada, mientras que yo he conseguido cortar mis calcetas y enrollarlas un poco, me siento bien por eso. Un poco más femenina.

Camino rápido, derecha-izquierda guío los pasos con los ojos. Siempre he tenido la manía de tener todo en orden, detesto encontrar las cosas en desastre. Llega a implicar un grave problema. De un momento a otro acelero el paso y empiezo a correr

—Carreritas hasta el parque— le grito

Las mechas de mi cebolla caen poco a poco siempre tenemos esos pequeños cabellos rebeldes castrosos que por más que te eches gel, spray o crema te joden la vida. A lo que tenemos que acostumbrarnos. El aire inunda la entrada de mi nariz inspirando a que cierre los ojos, el cuerpo se me libera dando saltos más grandes.

—Apúrale— aliento al chico— Corres como vieja

Me rio mientras dejo caer mis brazos a los lados, los demás alumnos nos miran mal y hacen señales de que estamos locos.



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En el texto hay: instituto, tristeza, primer amor

Editado: 29.11.2021

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