Y si fuera... ella

Cuarto capítulo

 

El ruido de una puerta lo volvió a despertar. Thiago se desperezó mientras poco a poco volvía a recordar todo lo que había pasado. 

No veía a Linda cerca, así que se guió por los ruidos que escuchaba y trató de buscarla. 

Fue hacia el pasillo, donde había varias habitaciones una junto a la otra. Trató de ubicar de donde provino el ruido y entreabrió la puerta, sin pensar que la escena que presenciaría desde ahí lo desencajaría tanto. 

Linda estaba en una diminuta toalla, revolviendo sus cosas al pie de la cama. El cabello le goteaba por los hombros y resbalaba sobre su piel lechosa y tersa.

De repente, se deshizo de ella y Thiago admiró con el corazón desbocado el perfil de la desnudez de aquella dichosa mujer.

Tenía los pechos llenos como cerezos con las puntas rojizas. Su vientre mostraba un leve sobrepeso y un rastro de vello escaso coronaba su pelvis. Por último, tenía unos muslos voluminosos que daban forma a sus abundantes nalgas. 

A Thiago se le cortó la respiración mientras Linda le daba una gran perspectiva de su cuerpo al arquearse para envolver su cabello con la toalla y luego se vestía ajena a la atenta mirada de su huésped. Una vez acabó, se acomodó bien la ropa antes de darse la vuelta para salir y chocó con un par de ojos hambrientos recorriéndola entera.

—¿Cuánto llevas ahí? —preguntó atemorizada.

—Lo suficiente como para poder haber admirado las vistas.

—¡Degenerado pervertido!

Thiago observó su enfado de una manera distinta a la primera vez, pues ahora seguía pensando en todo lo que había ignorado que había debajo de uno de esos gruesos y resistentes vestidos con los que se cubría. 

—De seguro te has traumado con tanta fealdad, ¿no es así?

—¿Eh?

El miedo inundó sus sentidos. Ella no podía dejar de pensar en sus rastros de gordura, en los huecos que formaba la piel de sus piernas, vello corporal y sus numerosas estrías. Todo lo que podía juzgar él con facilidad. Y en ese momento, su cabeza estalló. 

—Nada, Thiago. Antes que vayas a pensar o decir algo malo de mi cuerpo, prefiero que te vayas de una vez. 

—¿Acaso lo primero que se te cruza por la cabeza es que voy a criticarte? —preguntó con incredulidad.

—¡Es lo único que has mostrado que eres capaz de hacer! —le echó en cara—. ¡No eres más que un mero ser superficial!

Eso le sentó como una puñalada. Y de pronto, toda esa tristeza que le provocó en un instante se transformó en rabia, y eso le hizo cambiar las palabras que iba a dedicarle por unas otras. 

—Pues sí, tienes razón. La mujer que buscaba por aquí no tenía tú cara. Ni esas manchas, ojeras, y una piel constantemente roja que nunca le desaparece de la cara y del pecho. Sería mucho más alta y tampoco tendría un cuerpo con tantas curvas. Sus muslos y caderas no serían ni de lejos tan grandes. 

No acabó de decir lo que tenía que decir, porque recibió un golpe que hizo arder su mejilla en llamas.

—Lárgate —Y por un momento juró, que escuchó a Linda sollozar mientras corría a esconderse dentro de la casa. 

Thiago la obedeció y se marchó rápidamente de allí. Caminó de largo mientras le duró el enfado y se mantenía reprochándole mentalmente a Linda que él iba con buenas intenciones y que fue ella la que le hizo cambiar de opinión. Pero de pronto se distrajo por fijarse que el la noche estaba por caer, y cuando quiso volver a recordar el resentimiento que tenía por Linda, se dio cuenta de que este había disminuido bastante.

No le hizo falta más de unos segundos dejando de pensar en el rencor para que su mente se clarificara. Ya no sentía ganas de reprocharle nada, y su cabeza estaba suficientemente despejada para enfocarse solo en dos cosas. 

La primera, era que él había cometido un error al principio y ella lo había hecho después. Pero entremedio, lo que faltaron fueron sus disculpas, y sabía que Linda no se merecía que se fuese sin dárselas. 

Y la segunda. Él no había llegado a decirle todo lo que pensó después de verla desnuda. Linda era hermosa. Pero, ¿Por qué era hermosa? No solo pensó en el voluptuoso y llamativo físico que había descubierto que sorprendentemente le atraía, sino que se le llegaron a la mente sin pedirlo todos los pequeños gestos que presenció de ella durante ese día. 

La mezcla de rechazo, gracia, temor, admiración, agradecimiento, excitación, decepción y sorpresa que había experimentado con ella. Gracias a esa reflexión no solo se dio cuenta de su error, de su gran error con la idea que tenía de belleza hasta entonces, sino que descubrió lo Linda y hermosa que era Linda en realidad. Su lista no tenía comparación con todo lo que representaba. Más bien, le atraía mil veces más ella que cualquier otra mujer que hubiese visto e imaginado hasta ese momento. 

Agradeció no haber ido tan lejos de su vivienda, y aunque estuviese ya adentrándose en el bosque, dio media vuelta y empezó a caminar en sentido contrario buscando un paradero seguro para resguardarse antes de que cayese la noche. 



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En el texto hay: cuento, amor, cliche invertido

Editado: 07.01.2019

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