Y si fuera... ella

Extra #2

La mañana siguiente, Linda estaba fregando los platos cuando de pronto Thiago la agarró por las caderas sin motivo alguno.

A cambio, se ganó una buena marca roja de su palma en la mejilla. 

—¡AU!

—¡Me has asustado, bruto!

—Lo siento... pero entiende que tus caderas son demasiada tentación. 

Linda frunció el ceño.

—Tú no te das cuenta, son tan amplias... y tan redondas que...

—Deja de poner esa cara de tonto.

—¿Y qué quieres que haga? Todo tú es tan... deseable —murmuró sin apartarse un solo centímetro—. Una mujer con un corazón tan grande con las personas y los animales, con una paciencia tan duradera por todo lo que tienes que enseñarme; todo sin dejar de ser a la vez tan bella...

Thiago aprovechó su cercanía y acarició la punta de su nariz con la de ella.

—Dios... —susurró chocando su aliento contra sus labios. 

Pero Linda no se había doblegado en lo absoluto. 

—Apártate Thiago, por favor.

—¿Por qué?

—¡Porque me agobias!

Eso borró la sonrisa de Thiago de un solo soplo. 

—¿Te agobio? 

—¡Sí! —exclamó, haciendo el intento de calmarse antes de volver a hablar—. Te agradezco las palabras, pero estás siendo demasiado empalagoso para mi gusto.

Él asintió, viéndose arrepentido. 

—Lo siento. Cuando estoy a tu lado no puedo pensar.

—Pues empieza a hacerlo —le replicó ella—. A este paso no vas a conquistarme jamás. 

Hubo un silencio sepulcral entre ambos, hasta que Linda decidió abrir la pica y seguir con lo que hacía. 

—Disculpa por haberte molestado.

Y con esas últimas palabras, desapareció de su vista.

Linda continuó con lo suyo. Aun así, no dejó de pensar en si había tratado de la manera más correcta a Thiago. Y a través de rememorar la misma escena una y otra vez, su corazón le crujió por una sensación de culpabilidad de la que no conseguía deshacerse. 

Iba a decírselo tarde o temprano, en un lugar y momento preciso; no de sopetón y mucho menos distanciándolo después de haberlo herido. 

Fue a buscarle después de haber recreado una nueva conversación en su cabeza, y se sorprendió de que la sala estuviese fregada y limpia al salir. Se dirigió a los dormitorios y observó que se encontraban en las mismas condiciones; hechos y ordenados. 

Oyó unos estornudos y siguió su pista hasta dar con el patio. Thiago estaba arrodillado delante de cubos de agua, con varios trapos húmedos y llenos de polvo a su lado. 

—Lo has hecho todo en un tiempo exprés. 

Thiago se giró exaltado por no haberla sentido venir. Parecía que iba a hablar, pero solo se tapó la nariz y murmuró un rápido: voy a por más papel. 

Se fue rápidamente por la puerta de atrás para entrar a la cocina y Linda lo siguió a un paso más lento. 

Una vez ingresó lo encontró al lado de la pica, más tranquilo. 

—¿Mejor?

Él asintió.

—Oye... quería decirte que... por lo que ha pasado antes, yo...

—He cumplido con las dos tareas, así que ahora quiero mi recompensa.

Linda abrió los ojos de golpe.

—Pe-pero...

—Si lo que te molesta es el polvo, me he limpiado la cara y las manos. 

—N-no, no era por eso, digo...

Pero la alzó tomándola desprevenida y la sentó en la encimera, quedando él delante de ella entre sus piernas.

—¿Entonces?

Linda suspiró.

—Te mereces una disculpa por lo que te he dicho antes. No ha sido propio de mí. He sido muy brusca, malagradecida y te pido que me perdones.

—Eso ya está olvidado —dijo con una sonrisa siendo franco, y alzó una de sus manos para apartar un mechón que tapaba sus ojos—. Ahora solo me interesa aprovechar esos cinco minutos que me has prometido de gloria.

—Thiag...

Pero dejó la frase inacabada. Él se apoderó de sus labios tan pronto los abrió, se adentró en su boca y le regaló una leve caricia a su lengua cálida, tratando de que ella lo imitara después. 

Linda gimió sin querer.

—¿Te gusta?

Ella lo miró y Thiago se percató de que tenía las pupilas dilatadas.

—Nunca me besaste así antes...

—Y todavía hay una lista inmensa de otras cosas que quiero hacer contigo más adelante. 

Posó las manos en sus caderas y la volvió a besar. Linda se despegó de él al sentir que se movían.

—¿A... A dónde me llevas?

—A mi habitación.

Linda abrió los ojos como platos.

—No, Thiago. Hay límites que...

—Shh, recuerdo los límites, tranquila.

Él la recostó sobre la cama y comenzó a besarla en los labios. Luego descendió delicadamente por su garganta y siguió su ruta besándola entre los pechos.



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En el texto hay: cuento, amor, cliche invertido

Editado: 07.01.2019

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