Y si fuera... ella

Extra #4

Y gracias a aquella bondadosa intención de Thiago, a la larga, las llamadas sesiones... acabarían convirtiéndose en besos esporádicos entre Linda y él en cualquier momento que les diese por aprovechar. Tan frecuentes se volvieron con el paso de los días, que ella ya casi no se quejaba por nada...

***

Y ambos estaban contra la pared de la habitación, comiéndose a besos. Todavía no se despegaban de los labios del otro, pero cuando lo hicieron, Linda se recargó contra su cabeza para tomar aire mientras Thiago continuaba por su cuello.

—Tan dulce... y tan amorosa, que hasta tus besos tienen esa singularidad tuya. Siempre son así cada vez que los siento en mi piel.

Y Thiago volvió a atacar sus labios de nuevo, mientras Linda se derretía entre sus brazos.

—¿No ves la parte fogosa que guardas en ti, y que solo sale a flote en estos momentos? Es hora de que la empieces a conocer. 

Y mientras sus dedos exploraban sus costados, alcanzaron puntos que a Linda le hicieron abrir mucho los ojos. 

—Thiago, me haces cosquillas —anunció sin dejar de reír.

—Y ese es el único gesto que mis oídos necesitaban escuchar para llenarse de alegría. —Tan pronto acabó de decir eso, Linda cogió su rostro y volvió a acercarlo a ella; hasta que escucharon el timbre.

—¿Esperabas a alguien?

—Tal vez es Joseph —susurró Linda sobre sus labios.

Su vecino iba de vez en cuando a informarles de alguna cosa. Y solía hacerlo en el momento menos pensado.

Thiago liberó sus caderas y Linda apoyó sus pies de nuevo en el suelo. No fue hasta el momento de separarse, que se percataron de que él aun tenía la evidencia en su cuerpo del furor de sus besos.

—Eh... creo que yo abro —propuso Linda sonrojada. 

Thiago le dedicó una sonrisa cálida mientras ella salía para ir a abrir la puerta. Se arregló un poco el cabello y se pasó la lengua por los labios para disimular pistas de lo que hacía. Sin embargo, no esperaba encontrarse con la persona menos conveniente de todas allí. 

Era Sonia.

—Cuanto tiempo, Clarinda.

—¿Qué haces aquí? —exigió de forma demandante. 

—Veo que el campo también te hace perder modales. —Y ella misma la apartó para poder entrar con las maletas que había en la entrada.

Linda las miró confundida, y en ese preciso instante, apareció Thiago. Si hubiese sabido que la visita no era un hombre, hubiese preferido esperar a calmarse un poco más antes de aparecer.

Sonia no tardó en notarlo.

—¿No me presentas a tu amigo? —preguntó de un modo altivo. 

—Sonia, este es Thiago. Thiago, esta es mi hermana. 

Él no apartaba los ojos de la rubia de ojos azules, de piel mucho más blanca que la de Linda. Y con el maquillaje idóneo que llevaba, su atractivo destacó mucho más. 

—Mucho gusto...

Él ofreció su mano, y Sonia pareció bastante satisfecha con el trato. 

—El gusto es mío —contestó Sonia con una voz bastante amable—. Dime, ¿Qué te traía por aquí? 

Linda la observó con ojos entrecerrados. 

—Es una visita, Sonia —respondió ella.

—¿No me digas? —Se giró hacia ella—. ¿Y por qué lo acabo de ver saliendo de tu habitación?

A Linda se le fue el color del rostro, antes de que tanto Thiago como ella se dirigiesen una mirada que lo decía todo.

—Eh, bien. —Thiago se aclaró la voz—. La verdad, Sonia, es que yo llegué aquí buscando...

—Estaba buscando un lugar donde hospedarse... porque la cabaña donde vivía hace unos días se ha quemado a causa de un incendio forestal que hubo por aquí —intervino Linda—. Ahora tiene que empezar de nuevo y yo lo estoy ayudando. 

Sonia abrió levemente los labios al oírlo, gesto que siempre mostraba cuando estaba sorprendida, y signo de que se creía su versión. 

Eso le ahorraría muchas explicaciones...

—Creo que oí algo de eso en las noticias —murmuró preocupada—. ¿Pero estás bien?

—Sí, Linda ha sido muy amable de ofrecerme su casa —afirmó Thiago con una sonrisa forzada.

—Bien. —Sonia los miró a ambos—. En ese caso, supongo que tendremos que vivir los tres juntos.

—¿Perdón? —Su chillido fue francamente imposible de contener.

—Linda. —Sonia se acercó a ella con un aire amable y comprensivo—. Desde que dejaste la ciudad, papá y mamá han estado demasiado preocupados por ti. Querían venir ellos, aunque por suerte me ofrecí yo. Supongo que Thiago estará más cómodo conmigo que con dos viejos sesentones por aquí. ¿No es así?

—C-creo...

—No es la opinión de Thiago la que tendría que contar, ¡Es la mía! ¿Desde cuándo mis padres tienen derecho a decidir sobre mi casa?



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En el texto hay: cuento, amor, cliche invertido

Editado: 07.01.2019

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