¿y Si Fuera Ella?

Capítulo Uno

Alguien   me dijo una vez que nadie se muere por nadie y también algo así como que un día, de repente, te das cuenta de que no tener a ciertas personas en tu vida, no es tan grave sino saludable. Yo a mis trece años, no era capaz de entender ninguna de esas dos verdades gigantes que hoy en día no soy capaz de cuestionar. Pero que a mis trece años me parecían idioteces y un sacrilegio a mis sentimientos y emociones intolerable.

 

 Lo primero lo aprendí cuando Llara, el amor de mi vida, mi Julieta, mi Cleopatra, mi Isolda, mi Dulcinea del Toboso, es decir, mi vecina de enfrente, se fue de Noja para no volver. Había pasado todos esos años idolatrándola en secreto y no tan secreto... en una ocasión, le grabe una cinta de casete con las canciones más románticas de  la época que, según decía en la portada, me recordarían al amor de mi vida  en cada momento. Canciones como Time after Time, Listen to your heart, Oficial y Caballero, Everything i do I do it for you... y ya podéis imaginar las otras doce o trece que me cabían por cara. El caso es que esa cinta la había grabado en un momento de inspiración después de acabar unos deberes de ciencias en los que tenía que grabarme a mí mismo explicando los estados de la materia mediante ejemplos razonables y reales. No sé muy bien lo que paso, esa noche mientras guardaba las cintas de casete en mi mochila lo tenía todo muy claro, cuál era la de ciencias y cuál era la de LLara. A la mañana siguiente no sé muy bien si fue por los nervios de declarar mi amor más profundo, el de toda la vida, llevaba nada más y nada menos que 4 años enteros enamorado de ella, o  quizás por no haber tomado mi cola cao. El caso es, que al llegar a clase, cuando Don Eusebio me pidió mi cinta y le dio al play, yo y toda mi clase, mis treinta compañeros, pudimos escucharme abriendo mi corazón sin tapujos y sin filtros. Al natural, como la vida misma. Lo peor fue la introducción de cinco minutos, que en un momento en el que me vine arriba y me creí un locutor de radio mítico y famoso, incluí en la casete, que en ese momento estaba sonando en mi clase de ciencias frente a todo el mundo, declarando mi amor incondicional.

 

 La verdad es, que Don Eusebio podía haber parado ese ridículo tan grande que estaba haciendo en apenas unos segundos, cuando era más que evidente que no estaba hablando de condensaciones precisamente. Sin embargo, no lo hizo. Dejó que yo siguiera sonando los 5 minutos enteros en los que declaraba mi amor. Lo único bueno que saco de ese momento es que ella, mi Llara, estaba en mi clase de ciencias y me había ahorrado darle la casete al final de clase. Ya lo tenía todo planeado, tras darle mil vueltas y tirarme toda esa noche sin poder pegar ojo, al fin llegue a la conclusión de que lo mejor era abordarla a la salida de clase y tirarle la cinta a la cara antes de salir por patas como alma que lleva el diablo. Estaba muy orgulloso de haber tenido esa genial idea,yo solo, y sin ninguna ayuda, en tan solo 9 horas y media, y francamente, me decepcionó mucho no poder llevarla a cabo. El caso es que llegados a ese punto, y ya con todo el trabajo hecho, llegue a la conclusión de que lo mejor era poner en practica al menos la segunda parte del plan, para así no sentirme tan mal, así que salí corriendo como si se me fuera la vida en ello. No tuve la delicadeza si quiera de esperar a que mi trabajo fuera calificado.  El caso es que decidí encerrarme en casa y no dar la cara, por si acaso a Llara, no le había hecho mucha gracia que compartiera tan íntimo detalle con todos nuestros compañeros. Así que por miedo, por vergüenza y por si acaso, no salí de casa en todo el fin de semana. Suerte para mí que fuera viernes.

 

 El domingo por la tarde, a última hora, mi madre vino a avisarme de que tenía visita. Alguien me esperaba en la puerta. No aceptó mis excusas para no salir de mi habitación, se limitó a decirme que o meneaba el culo de una vez o ella misma iba a meneármelo. Sopesé el hecho de que pudiera ser un farol o estuviera dispuesta a hacerlo, y por si las moscas preferí no ponerla a prueba. 

 

Cuando llegué a la puerta creí estar soñando y no quería despertarme. Allí estaba ella, con su pelo corto y dorado, con ondulaciones como sirenas, con su piel pálida de porcelana, tan delicada...

 

-          Hola LLara, ¡que sorpresa! ¿Qué puedo hacer por ti?- en realidad no fui capaz de articular palabra, pero de haberlo hecho estoy seguro de que habría sonado más o menos así. 

 

-          Hola Nel – ¿no os lo había dicho? Así es como me llamo yo- quería darte las gracias por lo del otro día en clase. Fue muy bonito por tu parte.- con esos increíbles ojos verdes que me miraban a mí, tan fijamente, no pude hacer otra cosa que balbucear. Fueron dos o tres minutos larguísimos, no veía momento de que ella dijera algo y poder callarme.-          Hemos pasado tanto tiempo viviendo puerta con puerta y nunca me has dicho nada... no me esperaba algo así.- ¡yo tampoco!- pero me alegro de que lo hayas hechos, me voy mucho más feliz.

 



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En el texto hay: juvenil, primer amor, misterio

Editado: 28.07.2019

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