Chase Connor
El primer pensamiento que tuve al ver a Lía fue que lucía como una diosa en su vestido rojo, no pude apartar la mirada lejos de ella mientras la veía socializar y deslizarse por el salón. Pasee la vista por su cuerpo y sentí como algo dentro de mi palpitaba al saberla mía.
La seguí hasta que la observe entablar conversación con Jenny, mi hermana menor que llego hace dos días de vacaciones. Sonreí al ver que Jenny le acariciaba el vientre y quise estar presente para tener el honor de decirle que era hijo mío. Me disculpe con los socios con los que llevaba conversando toda la noche y estaba acercándome a su encuentro cuando sentí el vibrar de mi celular en mi bolsillo, lo tome y observe la pantalla.
Fruncí el ceño al ver el nombre de la persona que estaba llamando y sin pensarlo conteste.
—Connor —dijo la voz de Bryan desde el otro lado de la línea, se notaba que estaba en algún antro por la música que suena desde su lado del auricular.
—Dime si es importante, estoy en un evento importante justo ahora —no pude evitar destilar desprecio en mi voz, desde que Nathasha nos presentó hace años siempre he tenido una buena relación de camaradería con él, pero desde que descubrí todo el daño que le causo a Lía no puedo volver a tratarlo igual.
—Quiero hablar contigo sobre Amelia —dijo y gruñí— ¿Qué tienes que decir?
—Por aquí no, iré a reunirme contigo mañana —dijo y suspire, di una vuelta sobre mí mismo y pensé si reunirme con él sería lo mejor, convenciéndome de darle una oportunidad le dije.
—Te espero a las nueve en mi oficina, adiós —colgué la llamada y salí al corredor a tomar aire para calmarme, tengo que darle la oportunidad de explicar que fue lo que paso por el bien de Amelia.
—Oh, no sabía que había alguien aquí —escuche una voz femenina y observe a una linda joven de cabellos rubios sonreírme coquetamente, me aclare la garganta antes de contestar.
—No te preocupes, ya me voy —dije tratando de pasar por su lado pero me retuvo tomándome del brazo.
—No tienes que irte, podríamos hablar o hacer lo que quieras —susurro insinuante y alce una ceja, puede que en otro tiempo hubiera aceptado la invitación sin dudarlo pero ahora no me provoca nada, pensé en Lía enfundada en su hermano y sensual vestido rojo y quite su mano de mi brazo.
—No estoy interesado —dije zafándome y pasando por su lado para abandonar el pasillo, volví al salón y busque a mi chica con la mirada. Al no encontrarla me dirigí a su amiga para preguntar por ella.
— ¿Has visto a Amelia? —le pregunte directamente necesitando verla, la rubia frunció el ceño y me observo con los ojos más fríos que pudo componer.
—Acaba de salir, ¿paso algo entre ustedes? Te estuvo buscando —dijo cruzándose de brazos y fruncí el ceño, porque saldría Amelia, pensé en lo ocurrido hace un momento, abrí los ojos con pánico cuando la comprensión me golpeo, Oh Dios.
Salí rápidamente de la galería sin despedirme de ella y busque a lía por todos lados, estaba por entrar y preguntar si se había retirado cuando escuche un grito que me helo la sangre, dirigí mis ojos en su dirección y apreté los puños, note a Amelia forcejar con un hombre encapuchado en el suelo. Sin pensarlo eche a correr hacia ellos pero antes de llegar lo vi levantarse y alejarse rumbo al bosque.
La vi pálida con el rostro surcado de lágrimas y temblando, la abrace y la atraje a mi pecho buscando reconfortarla y maldiciéndome por haberla dejado sola. La apreté contra mi pecho y enterré la cabeza en su cabello, aspire su dulce aroma agradeciendo tenerla a salvo.
La alce en brazos y la lleve hasta su casa. Le limpie y cure la herida de su palma y la note actuando distante en mi presencia.
Hay un momento en la vida de cada uno en el que se siente miedo, pues este fue mi momento, nunca había sentido un pánico tan intenso como cuando me dijo que deseaba terminar nuestra relación, me imagine a mí mismo sin tener la dicha de despertar y encontrarla entre mis brazos, sin poder besarla y hacerla sonrojar y me sentí morir. Caí de rodillas al suelo delante de ella preparado para rogar si hacía falta, no la espere seis años para dejar que se me vuelva a escapar de las manos.