Marzo
Bajé al primer piso cuando mi nariz olió el olor a pan tostado con mantequilla. Al momento de llegar a la cocina veo a Thiago con el delantal de cocina que dice "Vuelva a Barcelona", le sonrío y le dirijo un "buenos días" a lo que me responde lo mismo. Por suerte vivir cerca de la secundaria me permite tomar desayuno y no sacrificar tanto tiempo de sueño.
Mientras Thiago saca los panes de la tostadora yo me dedico a sacar el jugo y la leche de la nevera para ponerla en la pequeña mesa que está en una esquina con tres sillas, es un poco triste porque en esta casa solo viven dos personas, Thiago y yo.
Thiago es mi tío, hermano de mi padre Jonathan que al momento de morir tuvo que hacerse cargo de mi pequeña humanidad cuando tan solo tenía 7 años, porque a Jonathan no se le ocurrió nada mejor que salir borracho de un bar e irse manejando a casa. Y ya sabemos lo que pasa cuando el borracho maneja a casa sin rastro alguno de conciencia.
No diré si lo hizo a propósito o qué, digamos que la mejor cosa de su vida no era precisamente yo, desde que mamá desapareció de la faz de la tierra al momento de yo nacer, Jonathan se vio obligado a cumplir la labor de papá y mamá a la vez siendo demasiado joven, en parte se lo agradezco, aunque no recuerde muy bien, esos cinco años no fueron horrendos, al menos me mantuvo viva. Según Thiago nunca fue hosco conmigo a pesar de que no era su sueño ser padre pues estaba comenzando recién su universidad, además ni siquiera tengo recuerdos de él. Y si bien nunca se llevo bien con Thiago, su fallecimiento fue un duro golpe para él. Y respecto a mamá, bueno no hay mucho que decir, nunca la conocí y aunque no lo crean, ni siquiera sé su nombre.
- ¿Estas nerviosa? - me pregunta Thiago cuando ya estamos sentados en la mesa.
-La verdad es que más que nerviosa estoy ansiosa, pensar en todo lo que se viene es un poco abrumador pero no deja de ser emocionante. - dije metiendo un pedazo de tostada a mi boca.
-Debes aprovecharlo, ya sabes, rayar el auto al director, o a ese maestro que siempre te hacía preguntas, o... ¡ya sé! podrías poner esos cuadraditos de colores en toda una sala, o talvez pued-
-Basta basta basta. - le interrumpí casi ahogándome de la risa con el pan que tenía en mi boca.- ¿no deberías decirme algo como "Emma estudia mucho" o "Emma elige una buena universidad"?.- le dije imitando su voz. Se rio levemente y me miró a los ojos.
-Lo único que quiero es que aproveches este año Em, aprovecha todo lo que puedas, aprovecha a tus amigas y todos los momentos que se vienen.- me dijo apretando levemente mi mano.- cualquier cosa que quieras solo dime, ya sabes que soy lo más cercano a un padre... y a una madre que puedes tener, estoy muy orgulloso de ti Emma.
Un nudo se puso en mi garganta al momento de escuchar sus palabras, me levanté de la silla y le di un gran abrazo. A Thiago lo quería mucho, era casi como un papá para mí, no puedo decir que todo lo que hizo estuvo correcto, ambos estábamos aprendiendo cosas nuevas para nosotros, él a ser padre y yo a ser una hija bien no causante de problemas. Lo logramos y sé que si pudiera cambiar algo no sería nada, él fue lo suficientemente valiente para poner toda la carga que yo conllevaba sobre sus hombros.
-Te quiero Thiago. - le dije mientras mi barbilla se apretaba al aguantar el lloriqueo que quería salir pero que no iba a permitir. Solté una risita cuando vi como él se apretaba los ojos para, al igual que yo, evitar esas lágrimas rebeldes que querían salir.
-Ya vete niña se te hará tarde. - me dijo en tono de broma y de forma paternal.
-Como digas viejo. - le devolví haciéndole una mueca con la boca. Negó con la cabeza a la vez que una sombra de risa se le aparecía por la cara.
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Luego de unos veinte minutos, ya me iba acercando a la entrada del colegio cuando un tirón en mi pelo me hizo sobresaltar. Me di la vuelta y me encontré con unos ojos grises frente a frente.
- ¿Que te crees, Somers? - le dije dándole un leve puñete a su brazo que sé que lo más probable lo haya sentido como cosquillas.
-Me creo el chico que pronto saldrá de esta cárcel. - me dijo estirando su brazo para ponerlo alrededor de mi cuello.
-Pero que exagerado eres, admite que a veces disfrutas de esta cárcel, en especial cuando haces esos encuentros medios escondidos con ya sabes quién. - le dije dándole un codazo en el abdomen.
-Oye Em, ¿te poseyó un boxeador o qué? - me dijo sobándose la parte donde mi codo había golpeado y haciendo un pequeño mohín. - Y sí, adoro esos momentos, y también esas gloriosas horas de Historia con la señora Palmers. - dijo mirándome con una mueca coqueta en la cara. Solté una carcajada por el comentario ya que la señora Palmers en la maestra más antigua de la escuela, con unos pocazos sesenta y cinco años.
Yo sé que era la fantasía de más de alguno.
- ¿Te avise que me inscribiré al campeonato de fútbol?.- me dijo metiendo las manos en sus bolsillos.
-Hasta que por fin te das cuenta que es lo que querías, no sé por qué no lo hacías antes. -le dije poniendo mi bolso en su lugar. Desde que Luke había llegado a la secundaria, su gran sueño era pertenecer al equipo de fútbol oficial. Básicamente, los primeros cuatro meses del primer semestre se enfrentaban entre si pequeños equipos conformados por los alumnos y luego se sacaba al mejor equipo o se elegían a los mejores jugadores para ir a campeonatos con otras secundarias. A Luke siempre le pareció interesante, supongo que decía en serio eso de aprovechar al máximo el año.
-Sí, no puedo desperdiciar magnífico talento. – exageró golpeando su pecho con sus manos. Rodé los ojos por su comentario ególatra y le di un apretón suave en su brazo.
-Te felicito Luke, serían unos tontos si no te eligen para el campeonato mayor. - le dije sinceramente.
-Gracias Em. - me dijo pasando su brazo por mis hombros y acercándome a él. Me solté abruptamente cuando divisé a Eleanor en la entrada buscando a alguien, supuse que era a Luke y no quise que nos viera de esa manera, aunque fuera tan solo un acto de amistad.