5 años después.
Aprieto mis manos nerviosas sobre mi estómago. Casi me siento como en mi graduación unos años atrás con los nervios carcomiéndome y el vestido blanco cayendo sobre mi cuerpo. No sé cómo había logrado en tiempo record salir del trabajo en el centro social, ir a mi pequeño apartamento, cambiarme de ropa, ordenar las ultimas cosas de la maleta y venirme al aeropuerto. Tampoco sé cómo logré embarcar si llegué bastante atrasada, talvez la señorita de la aerolínea me vio tan desarreglada que tuvo compasión para dejarme pasar al avión. El vuelo había sido espantoso, a las 5 horas ya quería bajarme y me entraba la claustrofobia que no tenía al saber que aún quedaban largas horas. Para mi suerte, la noche pasada no había dormido casi nada y el día en el trabajo había estado pesado por lo que conciliar el sueño no fue difícil. Al llegar a nuestro destino, un manojo de nervios volvió a apoderarse de mi estómago. Me preocupe de tomar mis maletas y no perderme en la enormidad del lugar. Al tomar el taxi, busqué el nombre del hotel y se lo di con lujo de detalle pues lo único que faltaba sería perderme.
Al ver el paisaje de la ventana se me fue inevitable morder mi labio y verlo por fin en persona luego de tantos años viéndolo a través de foto que me mandaba mi querido amigo. Me sentí casi realizada estando aquí.
Había terminado de estudiar hace aproximadamente un año y para mi suerte, encontré trabajo casi inmediatamente, sin embargo, ahorrar para este viaje y además pagar el alquiler del apartamento, me obligó a buscar otros trabajos de medio tiempo que me dieran más ingresos.
Vi la hora en mi celular e hice el cálculo mental para saber qué hora era en mi ciudad. Al ver que era una hora decente, tomé mi celular y marqué el número que ya me sabía de memoria.
-¡Emma!.- dijo la voz por el otro lado.- ¿Cómo estás? ¿Ya llegaste?.
-Hola Thiago.- saludé con una sonrisa.- Sí, ya voy en el taxi camino al hotel.
-Perfecto, ¿Cómo es? ¿Es como las fotos?.
-No te imaginas, es mucho mejor.- dije observando cada estructura, cada casa y hasta cada árbol de la ciudad.
-No sabes cuánto me alegro, disfruta arto.
-Lo haré, no olvides cuidar de Cooky.- le dije con añoranza de mi pequeño perro. Cuando nos fuimos a vivir al apartamento junto con mi perro fue un par de años antes de graduarme. Al principio Thiago me ayudo económicamente y luego pude sustentarme yo misma con los trabajos que a veces iba haciendo. No mentiré que me costó mucho vivir sola luego de tantos años viviendo con mi tío, pero me alegraba saber que no lo dejaba solo.
-Claro que no Em. Ya extrañaba a la pequeña bestia revoloteando por ahí.- dijo riendo.- Por lo menos a Sandra le gusta.
-Mándale saludos de mi parte y dile que me pondré el vestido que me ha regalado la semana pasada.
Thiago río y escuché los ladridos de Cooky desde la otra línea. Desde que Sandra apareció en nuestras vidas, ella y Thiago se comenzaron a acercar más y más y por esas cosas del destino, cayeron en la tentación del amor. Aún recuerdo lo nervioso que estaba Thiago cuando decidió contarme que con Sandra pasaban muchas más cosas que deberían pasar entre dos amigos. Obviamente no puse problemas, es más, me puse contenta de que Thiago se atreviera a intentar algo con alguien. Sandra era perfecta para él, tenía carácter, pero a la vez era una mujer que siempre buscaba el equilibrio en las cosas y le gustaba vivir la vida, en parte, su presencia en la vida de Thiago ayudó mucho a que empezara a dejar de lado su vida trabajólica que siempre había tenido. De vez en cuando viajaban o desaparecían en alguna playa o pueblo. Es más, a veces ni siquiera me avisaban. Me gustaba verlos juntos y me ilusionaba sentir que nuestra pequeña familia había crecido con un integrante más.
-Ya llegamos señorita.- dijo el taxista.
-Okey tío, tengo que colgar, ya llegué al hotel.
-Adiós Emma, que tengas una linda tarde.
-Nos vemos, adiós.
Colgué la llamada y me bajé del taxi para sacar mis maletas de la parte trasera. Pagué lo que correspondía y dirigí la vista a la estructura que estaba frente a mí. Respiré profundo y boté el aire con una sonrisa formándose en mi rostro. Caminé a la portería y pasé por la puerta giratoria que me dejó en la inmensa recepción.
-Buenas tardes, tengo una reserva a nombre de Emma Jones.
La recepcionista me recibió con una sonrisa y tecleó en su computador. Buscó algo en su mueble y sacó una llave para luego tendérmela a mí.
-Buenas tardes señorita Jones, su habitación es la 103. Esperamos que sea de su agrado, cualquier cosa tenemos un teléfono en la habitación por si requiere de algún servicio de comida o de alguna cosa extra.
Asentí con la cabeza tomando la llave en mis manos y murmuré unas gracias.
-Ah por cierto.- me detuvo nuevamente la recepcionista.- Bienvenida a Londres.
Sonreí nuevamente y con un asentimiento de cabeza me dirigí al elevador. Para mi suerte el piso de mi habitación era el segundo, podría haber subido por las escaleras pero los veinte kilos en mi maleta no me lo permitieron. Al llegar a la habitación lo primero que vi fue la cama que gritaba mi nombre, sin embargo, estaba contra el tiempo y no había tiempo de descansar. Me miré en el espejo que había detrás de la puerta e hice una mueca horrorizada al ver mi cara, las bolsas me llegaban casi a la barbilla y parecía que no había tocado el maquillaje hace un mes. Vi la hora y calculé en cuanto tiempo debía estar lista, tiré la maleta sobre la cama y saque lo necesario para darme un baño. Al salir en tiempo record, eché sobre mi cara todas las cremas que había traído para el cuidado de piel que debía tener a mis veintitrés años. Maquillé mi cara de forma natural y decidí ponerme sobre mis labios un color coral que le daba vida a mi look que constaba de un vestido beige, pantis oscuros y unos botines color miel. Tomé mi bolso y arreglé mi melena corta que en este momento se encontraba con unas ondas.