Hoy debía ser el día perfecto. Iríamos de compras después del trabajo, comeríamos helado en alguna heladería de la ciudad y hablaríamos toda la tarde como buenas amigas que somos. Pero no, hoy el universo no nos quería dar tranquilidad y decidió hacer justamente lo que provoca más caos. Así que la escena era esta: Alice acostada en la parte trasera del coche con la respiración agitada y sudando como animal y yo intentando no chocar con otro auto y tratando de mantener la calma mientras Alice apretaba mi mano libre de vez en cuando como si de un juguete de ule se tratara.
-Trata de respirar ¿Si?.- le dije con sutileza a la fiera en que había convertido mi amiga hace menos de veinte minutos.
-¡No me digas que hacer Emma Jones!.- dijo con un grito que terminó en una queja. Miré por el espejo retrovisor y vi a Alice mirando hacia arriba como si le estuviera pidiendo fuerza a todo ser divino que existiera.- Tuve que haber ido a esos malditos cursos de respiración.
Asentí con la cabeza dándole la razón pero por la forma en que gruñó supe que ese no era el comentario al que había que darle la razón.
-Okey, no debe ser difícil.- dije tratando de no entrar en un colapso.- Es solo inhalar y exhalar ¿no?.- mi tono salió nervioso al ver que talvez no era tan sencillo en la situación de mi pobre amiga.
-Trata... de... hacerlo... con... este... ¡Ah!.- dijo con un alarido de dolor.- ¡¿Cuánto falta Emma?!.
Su voz salió desesperada cosa que me anduvo desesperando a mí.
-¡Vamos! ¡Avanza!.- dije tocando la bocina con fuerza.- Ya Alice, ya vamos a llegar.
Me di la vuelta para tomar su mano mientras ella inhalaba con fuerza y exhalaba inflando sus mejillas. Cuando los autos por fin comenzaron a moverse, aceleré a fondo y bastante poco me importo que algún policía me detuviera. No permitiría que mi pseudo sobrino naciera en el asiento trasero de mi coche.
-Por todos los santos ¡¿No podías quedarte en mi cuerpo por dos días más?!.- se quejó Alice hablándole a su estómago, más bien, a su bebé. Se suponía que el nacimiento estaba programo para dentro de dos días, por eso, hoy íbamos a salir a despejarnos, Alice mañana se iría al hospital y el día después estaría entrando en labor de parto. Todo cambio cuando la primera contracción hizo su aparición cuando estábamos a punto de devorarnos nuestra copa de helado.
Al llegar al hospital aparqué lo más cerca que pude. Me bajé del auto tomando a Alice por su espalda y ayudándola a bajar. Caminamos con dificultad hacia la entrada, uno porque el bebé estaba a punto de salir y dos porque a la madre le dolía cada paso.
-¡Estoy a punto de dar a luz señores!.- gritó Alice apenas entramos por la puerta a la sala de urgencias en maternidad. Una enfermera se aceró rápidamente con una silla de ruedas mientras que otros dos enfermeros se acercaban a mi amiga a examinarla y preguntarle hace cuanto estaba así. Tenía la mano de Alice tomada con fuerza hasta que el enfermero nos soltó.
-¡Emma no me dejes!.- se quejó Alice cuando no sintió mi tacto.
-No puede entrar señorita.- me detuvo el enfermero antes de pasar por una puerta doble.
-¡Estaré aquí Alice!.- alcancé a gritar para avisarle a mi amiga que no estaría sola.
Quedé jadeante por la rapidez de la situación, una enfermera me pidió que me acercara a darle los datos de Alice y cuando terminé volví a marcar con urgencia al padre del bebé que nacería.
-Porque no contestas.- dije colgando el celular al ver que me mandaba a buzón.- Si serás maldi-
No pasaron ni cinco segundos cuando mi celular comenzó a vibrar.
-¡Ian! Alice entró a labor de parto!, ¡Te tienes que venir ya!
-No me jodas Emma.- gritó.
-¡Claro que no te estoy jodiendo! Acaban de llevársela a la sala de parto.
No colgó la llamada por lo que pude suponer que estaba corriendo al sentir sus jadeos por la otra línea.- Voy para allá de inmediato.
Colgó la llamada y solté el aire que había contenido. Me senté en una silla de la sala de espera y no pasaron ni cinco minutos cuando Samantha atravesó las puertas.
-¡No puedo creer que ya seremos tías!.- dijo mi amiga acercándose dando saltos. Nos abrazamos y saltamos en nuestro lugar como una pequeña celebración.
-Fue la cosa más caótica de la vida.- le dije mientras reía. Nos sentamos y comencé a contarle desde que Alice tuvo la primera contracción.
-Literalmente le dije a mi jefe que sería tía y salí corriendo.- dijo Samantha riendo.- No me sorprendería que mañana mi oficina estuviera desamoblada.
Ambas reímos a carcajadas. Negué con la cabeza y me pregunté cómo estaría nuestra pobre amiga ahora.
-¿Le faltara mucho a Ian?.
Como si hubiera escuchado la pregunta, un sudoroso Ian hizo su aparición por la puerta. Venía con sus rizos pegados a la frente, con ropa deportiva y con el bolso Nike colgado al hombro. Apenas lo vimos nos pusimos de pie, me acerqué a la enfermera del mesón y le indiqué con urgencia que él era el padre del bebé que estaba a punto de nacer.