¿y si no es suficiente?

FRONTERAS QUE ARDEN

Camino hacia la casa de mis tíos, no pronuncié ni una sola palabra. Verónica iba tras el volante, desconcertada. Aquella actitud de mi parte era algo nuevo para ella y también para mí. No tenía idea de cómo proceder, mi cabeza era un meollo. Verónica detuvo el coche con rapidez, el frenazo logró que me terminara de despertar de aquella rara sensación.

—¿Se puede saber qué te pasó en la tienda de tu primo? Tú y yo teníamos un plan. Sabías que antes de ir a la casa de tus tíos, pasaríamos el mayor tiempo con Javier. —Verónica se molestaba cuando le costaba entender o analizar algo.

—Lo lamento, Vero, no tuve la intención de dañar los planes… A pesar de ello, ve el lado positivo. Javier, tiene tu número de teléfono y, por la forma en que te miraba, no creo que tarde en llamarte… Realizaste tu objetivo —mis palabras se volvieron mantras. Después de decir su nombre, el celular de Verónica sonó.

—¡Bingo! Lo acabas de reventar… Es Javier —me informó ella, mostrándome la pantalla del celular. Vero atendió la llamada, estudió sus gestos faciales para analizar un poco la conversación que estaban entablando. Su cara gesticulaba emoción, felicidad y, a la final, extrañeza. “Ella ya se encuentra bien, no te preocupes”, le aseguraba Verónica. “Seguiremos en contacto, eso no lo dudes”, con esa frase finalizó la conversación, acto seguido me observó.

—¿Apagaste tu teléfono?

—Sí —respondí secamente. Verónica enarcó una ceja.

—Estás muy extraña, luego de que conociste a Gabriel, parece que sufriste de un reinicio, y no lo entiendo. Tú también estabas interesada en saber quién era el famoso “hombre misterio de los videos”… ¡Cómo se te ocurre apagar tu celular si sabes que debes estar pendiente de tu abuelo!

—Mi abuelo está con su hijo Vero, no con un desconocido, así que deja el drama… —Me puse a la defensiva, por alguna razón ajena a mi comprensión, me sentía acorralada.

—¿Ahora soy dramática? Te recuerdo que no fui yo quien se desmayó y salió corriendo del negocio de tu primo cuando recuperó su conciencia. Siempre nos contamos todo, Lucía, somos más que amigas, y ahora te pones a la defensiva.

—Gracias por restregarme lo del desmayo… —Verónica respiró profundamente para calmar su impotencia, yo no estaba colaborando para aclarar la situación.

—A ver, Lucía solo intentó comprender lo ocurrido, ¡no te reconozco! Siempre estás aferrada al teléfono, como si fuera una extensión de tu brazo. Tuviste una noche maravillosa con Noah, sin duda ha intentado ponerse en contacto contigo y no ha logrado porque tienes el teléfono móvil apagado… Javier te marcó para saber cómo seguías y, al ver que estaba apagado, se preocupó más y a eso súmale la manera como saliste de ahí, casi huyendo. Así que dime qué demonios te está pasando.

—Ya te lo dije, Verónica, y lo de mi celular fue que se quedó sin baterías. Anoche se me olvidó y no lo puse a cargar.

—¿Es cierto, mujer? ¿Vas a mentirme a mí que te conozco tan bien?

—Verónica, no sé qué más decirte… Entiendo tu molestia porque teníamos planes, pero te queda mucho tiempo para que tú y Javier vuelvan a planificar una salida.

—Ese no es el punto, Lucía, aquí lo que intriga fue tu reacción cuando ese hombre se quitó el casco, tu expresión habló de más… No tengo palabras para describirlo, la mirada de ambos es como si, al cruzar tu mirada con la de Gabriel, entraran en una situación de trance donde Javier y yo no estábamos invitados, y tú fuiste quien recibió la más fuerte descarga. El hecho de que te cruzaras con Gabriel y te desmayaras, me dejó perpleja —no supe qué decirle a Verónica, yo tampoco comprendía lo que estaba experimentando.

—Él mismo lo dijo, se me bajó la presión y sabes que hace pocos días yo tenía dolor de cabeza y quebranto. Nada maravilloso y sobrenatural sucedió —me defendí.

—No, Lucía, yo no me imaginé nada, aquí hay algo más, y no soy la única que lo piensa. A Javier también le pareció un tanto extraño, y aunque te escudes en el visible malestar, creo fervientemente que es por tu fuerte proyección que entraste en una especie de desconexión, además de recordarte que sé de esos dones que se te manifiestan y luchas por reprimir. Si mis ojos no hubiesen sido testigos de lo que ocurrió y esta historia me lo fuera contado, otra persona me burlaría, pero eso no fue lo que sucedió. Desde la primera vista, percibí un ambiente desagradable en el entorno y también una cierta tristeza en tu mirada antes de desvanecerte. Así que, como te habrás dado cuenta, me estoy esforzando por entender qué fue lo que te sucedió con Gabriel. ¿Lo conoces de otro lugar? ¿Qué es lo que no sé? —Miré a Verónica, ella no se inmutaba, no era consciente de lo que estaba pasando en ese momento.

—No lo conozco, nunca lo había visto en mi vida… Basta de mencionarlo. Eres mi amiga, y como amiga te pido que me des un poco de espacio para procesar lo que me acaba de suceder. Al igual que tú, tampoco lo entiendo, no sé por qué reaccioné de esa manera; y sí, tienes razón, fue un impacto muy fuerte lo que sentí ahí, tanto que lo que deseo es huir. En torno a mis supuestos “dones”, te recuerdo que sufro de parálisis del sueño, que es más aterrador de lo que explican —mis palabras lograron apaciguar un poco las ansias de Verónica, que no tuvo más opción que encender el coche y retomar el viaje rumbo a casa de mis tíos.

Gabriel.

—Lu está bien —le aseguró Javier a Gabriel luego de colgar con Verónica.

Gabriel quedó en silencio meditabundo, su conmoción saltaba a la vista. Javier conocía muy bien a su amigo y sus creencias budistas; algo profundo le había hecho sentir a Lucía que lo había sumido en el silencio, y sacado de su equilibrio. Javier odiaba cuando esto sucedía; por otro lado, reconoció que jamás había visto a Gabriel en ese estado.

Gabriel percibió la inquietud en su amigo, le dedicó una leve sonrisa, palmeó su hombro para liberarlo de su confusión.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.