¿y si no es suficiente?

ENTRE DOS FUEGOS

Gabriel.

Los pensamientos sombríos se apoderaban de la mente de Gabriel. Reflexionaba sobre su vida amorosa y sobre cómo ninguna relación pasada había logrado llenarlo. Había vuelto a intentarlo, pero ninguna de las mujeres nuevas había logrado traspasar esa barrera invisible. Amigas, amantes, compañeras… todas se esfumaban, y el vacío permanecía. A pesar de su seguridad habitual, Gabriel reconocía que había algo incompleto en él.

Tenía muchas razones para sentirse orgulloso: su negocio, sus logros deportivos, el amor de su madre y sus amigos. Pero nunca había perdido la cabeza por alguien. Hasta que vio a Lucía.

—Te vi y supe que eras tú —pensó. Fue rápido, casi ilógico, pero también inevitable. Lucía le había provocado algo desconocido, como si su sola presencia ordenara el caos interno que llevaba a cuestas.

Recordó su sonrisa al ver a Noah y sintió una punzada de celos.

—Te pensaba como el agua. Ahora creo que eres la sed —murmuró para sí, con los ojos clavados en la nada. Sabía que el camino sería difícil; sin embargo, eso no lo detenía. No podía dejar de pensar en ella.

Su madre lo sacó de sus pensamientos.

—Otra vez hablando solo, mi Lobito.

—Analizó posibilidades —respondió él con una sonrisa tenue.

Nancy le entregó una taza de té y se sentó junto a él, acariciándole la cabeza.

—¿Quién logró derribar tu fortaleza roja? —preguntó, divertida.

—Se llama Lucía. Es la prima de Javier.

Nancy levantó las cejas y, con una chispa de sabiduría en la mirada, habló del significado de su nombre. Lucía, "la que vino con el amanecer", patrona de la luz. Le parecía una señal.

—Pero tiene novio. Y no es cualquier rival.

—Conociéndote, si de verdad te importa, vas a luchar… siempre que sea limpio. Debe ser una joven preciosa —le dijo Nancy con firmeza.

—No es su belleza, es su mundo. Su poder.

—No quiero que te hagan daño —Nancy frunció el ceño, sintiendo la emoción en su hijo, un sentimiento que antes no había visto en sus ojos.

—No tengo miedo, mamá. Recuerda que siempre se puede aprender a volar.

Antes de irse, Nancy le dijo:

—Llámala Luz. Y conviértete en su lugar seguro.

Gabriel se marchó con esa frase, latiendo fuerte en el pecho.

Noah

En su oficina, Noah contemplaba el retrato de su abuelo Ethan, el "lobo gris". Aquel hombre de ojos singulares había sido duro, pero justo. Fue entonces cuando una imagen lo asaltó: los ojos de Gabriel. Tenían el mismo tono. El mismo peso.

Se tensó. Sabía que Gabriel venía por Lucía. Y no estaba dispuesto a ceder terreno.

Tomó su té verde, tratando de calmarse. Pero pensar en la llegada inminente de su padre y de Ofelia lo dejaba inquieto. Más aún al recordar la noche anterior con Lucía.

—Me has embrujado —susurró, recordando su cabello, su cuerpo, su risa. Todo en ella lo atraía. Pero también sabía que no podía tratarla como a cualquier mujer. Lucía merecía mucho más que una pasión en el capó de su auto.

Lo que no sabía era que la tormenta ya se formaba más allá del horizonte.

Lucía

“Una estrella nace y luego muere, sin miedo”, pensé, recordando el cielo de anoche. Me había sentido una estrella en sus brazos, no obstante también fugaz. Había deseado perderme por completo en él, pero no pasó.

Agradecí que el día en la boutique fuese tranquilo. Necesitaba concentrarme. Revisé la nueva mercancía, imaginando combinaciones que me hicieran sentir más segura. Con un hombre como Noah, sentía que debía estar siempre a la altura.

—Sácalo de tu mente, Lucía —me dije. Pero era difícil.

Pensé en mi abuela, en la medicina costosa que necesitaba, en el fondo que habíamos armado entre la familia. Todo eso me traía de vuelta a la realidad.

Entonces sonó el teléfono. Esperaba que fuera Noah. Pero era Javier.

—Hola, Lucía, no pasa nada grave… por ahora.

Su tono me puso en alerta.

—No me asustes. ¿Verónica está bien?

—Ella sí. Mi preocupación eres tú.

Y ahí empezó la discusión. Me acusó de estar con Noah, de cometer un error. Me habló de poder, de clases sociales, de lo que esa familia era capaz de hacer.

Yo intenté defender a Noah, hablar desde el sentimiento. Le dije que lo quería. Pero Javier no escuchaba. Mencionó a su tía, mi madre, el riesgo de su trabajo.

—No estás con cualquiera, Lucía. Estás con uno de los líderes de los Duarte de León.

Me dolía escucharlo. Me sentía juzgada, pequeña.

—No me pongas como si no valiera nada —le dije. Pero él insistió en que pensara en la familia. No olvidar quiénes siempre habían estado para mí.

—Gabriel habría sido mejor opción —sentenció.

Antes de poder responder, me colgó.

Me quedé inmóvil, con el teléfono en la mano y el corazón latiendo fuerte. Afuera, la tarde seguía su curso, pero dentro de mí algo se había movido.

Y mientras el eco de su voz se disolvía en mi mente, supe que algo se había roto… y no estaba segura de si quería repararlo.

La luz puede brillar con fuerza; aun así, incluso la más intensa, necesita un lugar donde no apagarse.

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Nota de la autora:
Aquí hay una Lucía muy confundida, un Javier a punto de explotar y un Gabriel que… bueno, digamos que no entiende la palabra “distancia”.
¿Quién dijo que los triángulos amorosos eran estables? 🙃
Si sobreviviste a este capítulo sin gritarle al celular, ¡felicidades, tienes autocontrol!
Nos vemos en el siguiente… donde las rosas hablarán más de la cuenta. 🌹👀




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