¿y si reescribimos las estrellas?

Capítulo uno

L A I L A    B O O. 
 

 

Me sentía intimidada por tantos pares de ojos puestos sobre mí. El profesor aguardaba a una respuesta coherente y lo único que pensaba, era en salir corriendo para evitar contestar, sin embargo mi valentía no era tanta para tal cosa.
 


Y lo peor era que sabía perfectamente cómo contestar a su pregunta, lo sabía mejor que nadie, pero el estúpido miedo a hablar frente a tantas personas, a la exposición; le ganaban a cualquier cosa, me paralizaba y actuaba como una tonta cuando hablar frente a muchas personas se trataba. «Esto era una pesadilla hecha realidad».

Parpadeo varias veces y niego con la cabeza.

-No sé la respuesta -digo finalmente en un hilo de voz.

-¿No sabes, o no quieres responder? -inquiere.

Levanto mi cabeza y fijo mis ojos en él. Me mira con suspicacia y curiosidad, hasta podría apostar que vi un amago de una sonrisa divertida en su rostro. ¿Era eso? ¿Le divertía al profesor y por eso siempre hacía estas cosas? Porque sí, desde que empecé me he estado hostigando de esta manera tan vil y maliciosa.

Su ensañamiento conmigo era molesta e irritante.

No sabía si contestar a su pregunta, no sabía cómo mirarlo o cómo actuar. El profesor Olsen era tan extraño que de tanto intentar descifrarlo, enrede mucho más mi mente.

-No quiero responder -confieso. No tiene caso mentir o buscar excusas cuando tanto él como yo sabemos la verdad.

Pero para mi sorpresa, y seguramente la de muchos, el profesor solamente se limitó a asentir comprensivo. No dijo nada, no había reto, ni gritos o reproches como normalmente es, simplemente siguió con otro compañero.

¿Debo tomarme eso como algo bueno, o malo? ¿Tengo que preocuparme o dejarlo pasar?

«¡Uh!»

Trago saliva y vuelvo mis ojos al libro en mi mesa algo intimidada.

Es un poco ilógico que esté estudiando periodismo cuando ni siquiera soy capaz de hablar frente a mis compañeros. Pero no siempre fue así, todo trauma tiene un comienzo y el mío también lo tuvo, la humillación pública es una de las peores bromas que podrían hacerle a alguien cuyo único mal era sobresalir en todas las materias, la envidia es peligrosa y yo lo descubrí a temprana edad.

La secundaria es donde te formas ,te refuerzas como persona y te descubres a ti misma, tiene esos momentos donde no quisieras acabar nunca,y yo amaba cada segundo que pasaba ahí; pero con todo bien viene el mal. El mio eran mis compañeros, aquellas personas que no soportaban el hecho de que yo si me preocupase por mis notas, que las profesoras me adoraran, o que me tuvieran en lo alto. Ellos se encargaron de bajarme de un hondazo y de hacer relucir aquellas inseguridades que nunca tuve.

Pero como bien dicen, con cada caída te levantas y con cada herida reluces, te haces más fuertes y te vuelves capaz de superar cualquier cosa. Solo que algunas heridas insisten en no cerrarse, siguen frescas como si hubiera pasado ese día.

La campana del receso suena y soy la primera en armar mis cosas con rapidez, presentía que quedarme sola en un mismo lugar con mi profesor no sería buena idea. Tengo la leve sospecha de que no me ve solo como una alumna más ,sino que como otra cosa y me resulta bastante turbio.

Y no lo digo por creerme importante, pero es que simplemente sus acciones en cada clase me demuestran muchas cosas, es diferente conmigo y es bastante obvio.

Cuelgo la mochila en el hombro izquierdo y me coloco los audífonos, inmediatamente mis oídos se inundan con la maravillosa canción de gotye: somebody that I used to know. Una canción que es mucho más que solo letras, tiene una profundidad que logra atraparme desde el comienzo

Logró perderse entre la multitud de alumnos y finalmente salgo del salón con un alivio indescriptible. Sin embargo, había sentido su mirada intensa en mi espalda.

¿Dónde están?

Escribo rápidamente, y le doy a la tecla de enviar. Tuve la suerte de tener a mis dos mejores amigas en la misma universidad donde yo estaba, solo que una estudiaba ciencias políticas, y la otra administración de empresas.

En el gimnasio viendo a los adonis, ¿vienes?

La respuesta llegó por parte de Blass.

Los días en la universidad se habían hecho más monótono de lo que esperaba, era tener cada una de las clases y luego ir al gimnasio porque a mis amigas les encantaba ver los torsos desnudos de los jugadores. Pero la pregunta aquí era... ¿A quién no? Yo también formaba parte de ese grupo suspirador y babean de chicas, solo que lo disimulaba mejor que todas.

-Mira ese torso bien definido -escucho decir a mi amiga a penas llego. Isabella ni siquiera nota mi presencia.

-Cosas bonitas, cosas bien hechas -agrega Blas.

Reprimo una sonrisa.

-Me pregunto si ellos se sentirán violados de alguna forma -digo refiriéndome a la gran cantidad de público femenino.

Tomo asiento al lado de Isabella.

-Hum no lo creo, mas bien pienso que disfrutan tener las miradas de un montón de chicas deseosas y calientes, solo fíjate cómo modelan y tensan más sus músculos para nosotras.

Uh concuerdo con la rubia. Además, todos son meramente conscientes de su atractivo y lo saben usar a su favor. Pero yo, a diferencia de todas, solo vengo a ver a alguien en especial. Y ese es Randy Casper, el atractivo número 19, ese rubio con la piel ahora ligeramente bronceada por seguramente alguna cama solar, de músculos prominentes y sonrisas mojabragas. Actitud simpática y encantadora, estatus social bueno y según todos, una maravilla de persona. En pocas palabras, el hombre perfecto.

«Dios, un sueño de chico»

Ah, pero qué mente más pecadora tengo.

-Me siento como en preparatoria cuando espiábamos a los chicos y luego salíamos corriendo porque éramos estúpidas -bufa Blass -. Deberíamos ser menos cobardes e ir a hablar a alguno ¿no?




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