¿y si tocamos a las estrellas?

Capitulo 1

 

Charlie

Noviembre.

 

 

 

 

 El invierno en Ámsterdam es el verdadero desastre del universo y no exagero, bueno, quizás si un poco. Uno puede estar caminando por las calles, feliz de la vida y ¡Pum! Empieza a nevar, tampoco hay que olvidar que toda la ropa y el cabello queda con nieve y el frío intenta que mueras de hipotermia.

Además, no existe muchas opciones, o irte a un sitio a buscar refugio o correr a tu hogar.

¿Amo el invierno? No, ¿Necesito razones? No.

—Gracias por el aviso, papá, pero no era necesario, ya me di cuenta de que está nevando. —sacudo la nieve del gorro y cuido de no dejar caer el celular. — No tienes que preocuparte, voy a ir de visita la próxima semana.

Converso con mi padre un rato más mientras espero al frente de la entrada del metro a que llegue el taxi, es mucho más caro que ir en autobús, sin embargo, quiero llegar pronto al departamento y darme un baño de burbujas.

Necesito calmar los nervios.

Y no es un simulacro.

—Neske, no grites. —escucho al otro lado de la línea la voz de mis hermanos discutir sobre quien habla primero conmigo. Un taxi se estaciona y de inmediato me acerco, una señora se robó el anterior y por eso tuve que esperar media hora más. —Necesito irme, adiós.

—Hola, señor.

—Buenos días, joven, ¿A qué lugar va a ir?

—Beemsterstraat 542, por favor.

El señor asiente y abre el maletero, me ayuda a guardar las cosas. Una vez el taxi se mueve, suspiro aliviado, después de dos meses, al fin estoy aquí.

—¿Usted es de aquí? —pregunta mientras acomoda el espejo retrovisor.

—Sí, acabo de regresar.

—¿Ha vivido por años? Habla fluido, aunque lo delata el acento inglés.

La ciudad que miles de turistas visitan al año, es fácil reconocer si alguien es extranjero o no, no es ninguna sorpresa que se haya dado cuenta.

—7 años.

—Vaya, eso es hace mucho tiempo.

El conductor no volvió hablar y yo tampoco tengo ánimos de seguir la charla, inusual en mí. Observo el paisaje, rodeado de árboles que ocultan los edificios, las calles a penas se ven debido a la nieve, varias personas caminan arropadas hasta la cabeza.

Reviso mi celular, no he recibo ningún mensaje de mis amigos, a pesar de que ya avisé de mi llegada, pero tengo demasiados por parte de Neske, el gemelo mayor, y Siem, ese par de revoltosos.

—Ya llegamos. —Dice mientras se estaciona al frente del edificio.

—Gracias.

Al bajar del auto, noto la figura de dos mujeres con las manos unidas afuera de las puertas del edificio, entrecierro los ojos para distinguir mejor quienes son. Reconozco el molesto rostro de Anke y sonrió.

—¡Anke! ¡Jetta!

Ambas chicas, al oírme gritar, se giran y el rostro de Anke cambia de estar molesta a una sonrisa. Aprovecho el tiempo que se demoran en llegar y saco las maletas con ayuda del señor.

—Son 4 euros.

Busco las monedas en el bolsillo trasero del pantalón y se las entrego. Oficialmente, estoy pobre, debo encontrar trabajo urgente o voy a comer solo pan y sopas sin verduras por meses.

—¡Charlie!

Anke se lanza sobre mí y abro los brazos, preparado para el abrazo de oso. Sostengo su cintura y evito caer de espalda por el repentino peso, ella rodea mi cuerpo con los brazos y apoya la cabeza en el hombro.

Extrañaba esto.

—Te extrañé. —Susurra con la voz ahogada.

—Yo igual.

—No vuelvas a irte. —se aleja y limpio las lágrimas con la yema de los dedos. —Te necesito.

—Te quiero, Anke.

Siempre hemos sido cariñosos entre nosotros, no existe lo incómodo o la vergüenza. En realidad, con cada uno de mis amigos es así, ellos me aman y yo igual. Somos un extraño grupo de idiotas que aparentan ser adultos.

—Mucho amor por hoy.

—Tan linda.

—Eres un pingüino.

Y la persona más molestosa en este mundo es ¡Jetta! Mi amiga, por desgracia y la novia de Anke.

—Yo igual te extrañé.

—Pues yo no, feliz de no ver tu asquerosa cara.

—Una pena, yo que te traje un recuerdo con tanto amor. —alargo la o.

Los ojos de Jetta se iluminan y sin perder el tiempo, pide disculpas mientras exige su regalo. La relación entre nosotros es curiosa, somos amigos, conocidos desde hace años, todo por culpa de Anke, pero siempre discutimos, literal no existe la paz, solo la guerra y estoy acostumbrado, en realidad todos.

—Oye, cuide a tus ratas, ¿Y así me agradeces?

—¡Son hurones!

—Lo siento, no puedo escuchar desde aquí. —acaricia mi cabello, ¿Por qué todos son más altos que yo?




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